jueves, 21 de abril de 2016

Sin miedo a vivir


Quizá al leer la disertación anterior de "Con rémoras y parásitos a cuestas" puedas concluir que la vida es mejor caminarla rodeados de soledad y evitarnos los riesgos que pueda significar compartir nuestro camino con aquellos que nos roban el aliento y hasta los deseos de vida... parecería muy lógico y sencillo, la decisión más "elemental" para alcanzar rápido una vida tranquila y sin estorbos o lastres que me llenen de amargura.

Sin embargo en todo lo lógico y elemental que pueda parecer tan "atinada" determinación, me dejó un largo rato disertando sobre el asunto. Cómo lograr una vida donde pueda evitar que me hagan daño, una vida donde me aleje de todo lo que en cualquier momento pueda quitarme "la fuerza vital", buscar con la mayor de las fuerzas alejarme de todo aquello que en algún momento pueda tan siquiera hacerme un pequeño rasguño y ser entonces "totalmente feliz"...

Y en medio de esa profunda meditación y disertación sobre como podría ser mejor la vida, durante varios instantes me sentí como si el profesor "Emmet L Brown" me prestara su maravilloso "DeLorean" y regresara a cada uno de los momentos felices y entrañables de mi vida. Recorrí con mi memoria desde los primeros momentos de mi infancia hasta los últimos recuerdos que he almacenado en mi memoria (Y según mis amigos deben provenir desde la era del hielo).

Lo interesante de estas remembranzas fue ver como cada buen recuerdo estuvo precedido de una decisión, una en la que el resultado podía ser no tan agradable, algunas incluso que me dejaron cicatrices en el cuerpo y en el alma, pero que al final dejaron un feliz recuerdo... los momentos de aventura al mejor estilo de "Stand by me" donde en algunos recorridos que dejaban "raspones y chichones" al final nos llenaban de satisfacción.

Al igual que los amores, que aunque en ocasiones terminaron en lagrimas y tristezas, también nos dejaban momentos inolvidables; así como las personas que compartieron nuestro camino, unas leales, admirables y colaboradoras; otras traicioneras, egoístas e interesadas... pero sino me hubiese arriesgado a conocerlas, quizá nunca hubiera conocido las primeras, por temor a toparme con las segundas.

Y es que la vida se trata de eso, de vivir sin miedo a perder, sin miedo a llorar, sin miedo a aprender. Porque lo hermoso de vivir, como en las rosas, no solo está en sus delicados y aromáticos pétalos, también está sus fuertes y punzantes espinas. Porque son las espinas las que nos hacen recordar que la vida también tiene sus pétalos, sino nos olvidaríamos de los momentos hermosos.

La vida, como el amor, hay que disfrutarla sin temores; ya lo dice "el viejo y conocido refrán" "Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado". Es mejor vivir sin miedo y tener la satisfacción de, al llegar al ocaso, haber aprendido, amado, llorado... VIVIDO, que pasar por este mundo sin conocer, sin disfrutar, tan solo por el miedo a ser herido; sin darnos cuenta que al vivir así, ya nos hemos lastimado nosotros mismos al solo acumular temores en nuestro corazón.

Cierto, durante el camino así como vamos a compartirlo con grandes personas, lo haremos con otras un tanto miserables y amargadas (zombies); pero el dilema no está en si conocer o no conocer, el dilema está en cuales conservar a nuestro alrededor... el secreto no es continuar nuestro camino en soledad, es aprender a elegir los compañeros de nuestro viaje, porque al final, si son los buenos o los malos, no será su culpa, será la nuestra por haberlos elegido como compañeros. El secretos es saber elegir nuestros compañeros de jornada.

Así que no tengas miedo a vivir, a sentir dolor, ten miedo a quedarte pegado al dolor... Vive, sin miedo a vivir y serás mucho más feliz.


Fuente de la imagen: http://www.libreriamedica.com/blog/wp-content/uploads/2015/11/soledad.jpg

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