domingo, 17 de mayo de 2020

Prueba de fuego




Hace 59 días empezamos a vivir como sociedad una situación sin precedentes para las generaciones presentes, hace más de 200 años la sociedad no vivía una pandemia, y los efectos que esto genera en las personas: pánico, perturbación, ansiedad y desesperación. Ha esto podemos agregar la dependencia de una economía que gira en torno al consumo, lo que hace que el problema afecte todos los niveles de la sociedad. 

Han sido días que representan una verdadera prueba de fuego; Nuestra vida ha perdido su acostumbrada rutina, se han perdido los espacios de esparcimiento y el contacto con el resto de la sociedad, además de los temores de perder nuestro trabajo a raíz de la disminución de los niveles de consumo y el temor de resultar contagiados en cualquier nivel de esta pandemia, que ya cuenta con más de 200.000 muertes en todo el mundo.

La ansiedad y el estrés se han convertido en el factor común en la personas, los problemas de convivencia donde la ansiedad hace de las suyas para incrementar los conflictos familiares y de pareja, así como la mayor sensación de soledad en aquellos que solo tiene contacto con las paredes y las redes virtuales. Y el mayor temor, el mayor generador de desesperación, es el sentimiento de nunca volver a recuperar nuestra amada "normalidad".

Sin embargo, en esta naciente prueba de fuego, donde unos más, otros menos, estamos sobrellevando los diversos problemas que presentamos, debemos recordar que al igual que todas las vivencias en los seres humanos, esta solo representa una oportunidad. Una oportunidad para replantear nuestra vida, nuestros hábitos, nuestros intereses, nuestras necesidades. Es una oportunidad para darle nuevamente significado a lo que realmente lo tiene, para olvidarnos de esa concepción de vida narcisista, líquida y egoísta en la que estábamos cayendo como sociedad, donde habíamos olvidado lo que es realmente importante.

Este es el momento para levantar la cabeza, para organizar nuestras vidas, para dedicarle aún más tiempo a lo realmente importante, para fortalecer y consolidar nuestras relaciones, nuestras amistades, nuestra familia. Para crecer, para reconocernos y valorar en nosotros todo aquello que vale la pena cuidar. Estos días son los espacios que, como sociedad, necesitábamos para retomar el rumbo y darnos cuenta que lo realmente importante son las personas, no las cosas, no los lugares, sino quienes están con nosotros.

Pero sobre todo es el momento de aceptar que nuestra "normalidad" nunca volverá. Estos días cambiarán por completo nuestras vidas, solo saldremos de esto si nos damos cuenta que el mundo realmente va a ser diferente . Y es momento de asumir que el verdadero problema no es si vamos a recuperar esa normalidad, sino que tipo de personas vamos a ser, quienes nos vamos a levantar. Personas que valoren lo importante, personas más humanas o por el contrario seres más egoístas, líquidos e inhumanos.

Esta es la mayor oportunidad que la humanidad ha vivido en los últimos 40 años para redefinirse, para saber que ese egoísmo narcisista solo nos estaba conduciendo a la autodestrucción. Es la oportunidad de salir de esta crisálida como un ser maravilloso, que pueda volar lejos del egoísmo y subir un nuevo nivel en nuestra humanidad.

Claro, depende, como todo, de la capacidad individual de aceptar nuestra necesidad de cambiar y mejorar, para salir de esa zona de confort que nos estaba destruyendo.  Y construir un mundo realmente diferente. Ojalá tengamos la capacidad de hacerlo.


domingo, 16 de febrero de 2020

¿Amor o dignidad?




Una de mis mejores amigas se le acaba de presentar una encrucijada en su vida, una de esas que siempre creemos que solo pasan en las series de televisión o en las novelas románticas de algún lunático como Shakespeare en Juleo y Rumieta. De esas que te invitan a dejar, por la búsqueda del amor (o la felicidad), toda tu dignidad a los pies del otro.

Y en esas reflexiones que me llevan a disertar por el asunto, y procurando no ser invasivo con las decisiones de mi amiga… decidí dedicarle estos pequeños reglones a mis pensamientos al respecto, no sin antes aceptar que en más de una ocasión yo mismo he dejado en el olvido mi dignidad y en otras he sido el victimario de la dignidad de alguna otra persona.

Lo primero que realmente quiero considerar hace referencia a una pregunta que muchas veces me quita el sueño y es ¿debo darlo todo por amor? Desde el punto de vista más poético y romántico de mi corazón contestaría sin ningún reparo ¡Sí! ¡el amor lo vale todo! Pero ya con los años, un poco más reflexivo y menos impulsivo no dudaría en responder al estilo de Jarabe de Palo “Depende”.

Esto es efectivamente mucho menos altruista y romántico, obvio, en total contravía del actuar de Romeo o de cualquier otro personaje de novela que sin dudarlo se arrojaría al vacío para velar por el bienestar de su enamorada, a quien acaba de conocer hace tan solo unos instantes.

Sin embargo, ya no creo en el amor idílico de canciones y poemas, por el cual entreguemos nuestra vida y dignidad, sin un poco de mesura y recato, sin un poco de garantía de reciprocidad y reconocimiento por parte del receptor de ese sentimiento. Y es que lo primero que me viene a la mente es la pregunta ¿cuálquiera debe ser merecedor de ese amor? ¿la primera o el primero que me cruzo en el camino es un digno receptor de ese amor?

Desde mi realidad diría que no, primero hay que saber que tanto nos podemos aportar, que tanto podemos confiar el uno en el otro, que tanto nos podemos construir, que tanto estamos dispuestos a hacer el uno por el otro. Que tanto estamos dispuestos a respetar el uno del otro, y solo entonces, cuando se tiene claro quién será el receptor de tan apreciado bien, de ese amor sin condición, de ese amor que lo entrega todo y es capaz de humillar su dignidad, solo entonces lo haría.

Pero viene aquí mi segunda reflexión. Y es que estoy seguro de que quien te ama, quien te quiere ver crecer, madurar, desarrollarte y ser cada vez un mejor ser humano ¡JAMAS! Lastimaría tu dignidad. Sería alguien que te conoce, te respeta, te admira y confía en ti, y por tanto, sería alguien que nunca se le cruzaría hacer algo que lastime tu dignidad, todo lo contrario, sería alguien que la protegería, que la defendería. Que daría su vida por ella.

Cierto, hay muchas cosas que confundimos con amor, hay muchas cosas como el deseo de no estar solo o como diría Rocio Durcal la costumbre, el apego o el miedo a la soledad… y creemos que esas cosas son lo suficientemente importantes para “hacer un último intento”

Pero la vida me ha enseñado en estos casi 39 años que, cuando intentas forzar las cosas, cuando las cosas no surgen naturalmente y se dan de forma fluida, con los roces normales de cualquier aprendizaje, cada intento tendrá el mismo resultado porque las variables son las mismas. Si queremos obtener resultados diferentes tenemos que hacer cosas distintas, y eso significa cambiar las variables.

Y definitivamente, si el principal factor para tener que dejar la dignidad de lado es la “desconfianza”, santo cielo, ahí sí que se está perdiendo el tiempo, porque el elemento mínimo que requiere una relación para sobrevivir es confianza mutua. Eso es como tratar de armar un rompecabezas al cual le faltan las principales piezas.


Así que, al menos desde mi punto de vista, el asunto no es si amor o dignidad, amor es dignidad y reciprocidad… amor es confianza.

Fuente imagen: https://www.chanboox.com/2018/07/07/charla-4-la-dignidad-e-identidad-de-la-persona-humana/

miércoles, 29 de enero de 2020

¿Qué nos depara el futuro?



Cada que un año termina y otro comienza, siempre surgen muchos temores y expectativas sobre lo que será y pasará ese nuevo año que comienza: ¿qué cosas buenas traerá? ¿qué penas llevará escondido? ¿cuántos sueños cumpliré?... o el peor miedo de todos ¿seguirá todo igual?

Y en este juego de temores y esperanzas, buscamos siempre jugar con cartas marcadas. Tratamos de conocer y predecir el futuro, muchas veces las personas buscan quien les diga que pasará. Se pagan miles y a veces hasta millones para tratar de prever el futuro, para saber que traerá y no seguir con la incertidumbre, sino caminar sobre seguro.

El problema es que en el afán de buscar que sucederá, metidos en el miedo de la incertidumbre y del temor de los sueños frustrados, nos quedamos paralizados, quietos esperando que algo extraordinario pase, que baje un rayo del cielo que no ilumine el camino y nos indique que hacer, que decisión tomar, que camino emprender… pero sin darnos cuenta el tiempo sigue su curso.

Y nosotros, inertes esperando que alguien nos indique el camino que debemos elegir, que nos lleven como cuando niños, como cuando alguien más tomaba las decisiones y elegía los caminos y nosotros solamente lo seguíamos. Vamos dejando que las cosas pasen, que el mundo y gire… y que nosotros en lugar de ser actores protagónicos nos volvamos solamente en víctimas de las circunstancias.

Lo triste del asunto es que la solución esta al alcance de lo único cierto, verdadero y tangible que tenemos: ¡El presente! Es en el presente donde construimos nuestro camino, es mirando en el hoy como podemos proyectar nuestro futuro, la única forma verdadera de predecir el futuro es hacer que ocurra (lo leí por ahí).

Solo cuando actuamos, cuando tomamos la decisión de tomar las riendas de nuestra vida y dejamos de esperar que otros, como por arte de magia, nos indiquen el camino. Cuando tenemos la valentía y el coraje de arriesgar, de avanzar, de transformar nuestros hábitos… solo cuando tenemos la certeza del cantante de que “caminante no hay camino, se hace camino al andar” y empezamos a caminar con los sueños y objetivos que tenemos… solo en ese momento empezamos a construir nuestro futuro.

No es difícil, solo requiere perseverancia, tener el tesón para levantarnos ante cada caída, para ponerle frente a la tormenta… para transformar lo único que podemos transformar… nuestro carácter. Solo cuando decidimos construir nuevos hábitos, nuevas formas de hacer las cosas y nos lanzamos a experimentar nuevos caminos, sólo ahí empezamos crear nuestro futuro.

Como diría el ilustre profesor Emmet L Brown (al final de la trilogía de volver al futuro) “nuestro futuro no está escrito”, tenemos una hoja en blanco para empezar a escribirlo.

Así que, ahora que el primer mes de este nuevo año se acerca a su fin, nos quedan más de 330 días para escribirnos un año maravilloso, lleno de retos, de metas, da acciones por emprender, de hábitos por adquirir, de vicios por dejar y sueños por hacer realidad. Solo debemos tener la voluntad para caminar por nuevos rumbos y la valentía para enfrentar nuevos riesgos.

Ah… y la sabiduría para administrar nuestro tiempo.

En otras palabras, tenemos la oportunidad de “escribirnos el futuro que queramos” así que hagámonos un futuro bueno.