viernes, 23 de febrero de 2018

La culpa es de los ¡RICOS!


Voy a cambiar un poco mi acostumbrado estilo de escritura en este post, en respuesta con los cientos de posiciones que he visto en las redes sociales esta temporada electoral. En estas elecciones se está retomando un discurso altamente destructivo: la lucha de clases. Es por esto que me puse a disertar un poco sobre el tema desde MI realidad. No voy a hablar, ni a juzgar los casos extremos que siempre los habrá.

Después de hacer una breve revisión a todas las decisiones de mi vida, los caminos recorridos y las experiencias vividas, me di cuenta que yo no tengo dinero (porque rico sí que estoy) por culpa de las oligarquías, los millonarios y los empresarios. Por eso yo no tengo casa, no tengo carro y mucho menos dinero. PORQUE TODOS, incluido este estado ladrón, son responsables de que yo no tenga un peso.

No es mi culpa, no. Nada tiene que ver el hecho de que, en lugar de ser más dedicado en mis estudios secundarios para alcanzar una mejor calificación en los exámenes de estado, me dedicarme a la recocha y la vagancia. Tampoco el que, teniendo la posibilidad de ingresar, no escuché el consejo de mis padres y luego me gustara más tener plata que estudiar.

Tampoco tiene relación el que trabajando y ganando dinero me dedicara a la rumba, a salir cada fin de semana con mis amigos y endeudarme para tener con que rumbear. Tampoco es haberme retirado de la U por estar de “culi pronto” detrás de una mujer mayor. Y menos el endeudarme para que ella tuviera su casa.

Tampoco el demorarme 4 años en mejorar mi nivel profesional y mejorar mis ingresos. Desde luego, el que hubiera DECIDIDO pagar las deudas de una novia que tuve y continuar con mi vida de bohemio, junto a ella, dedicado de lunes a sábado, en tertulias de Martini, tampoco tiene algo que ver.

¡No! La culpa es de los empresarios, del estado que nos tiene pobres, no de mis decisiones… ¡No! toda la culpa es de la oligarquía que no me quiere ver progresar. Tampoco es culpa de que en mi desorden perdí uno de los trabajos mejor remunerado que tuve y me dediqué a la guachafita con personas que dijeron estar a mi lado y en medio de la necesidad me dieron la espalda y me dejaron solo, incluida mi pareja.

Yo no soy responsable de nada, el ESTADO me debe asegurar una calidad de vida, la OLIGARQUIA y los grandes empresarios se deben responsabilizar, no solo de mí, sino de los millones de personas que estamos estirando la mano para que nos den comida y calidad de vida… Es que, ¡cómo no lo pude vislumbrar antes! Todos los que se han retirado de la universidad para seguir la rumba o mantener la bendición; todos los que llega el viernes y se toman su dinero en la cantina del barrio; todos los que trabajan de sol a sol y luego se olvidan que tiene hijos.

¡Ellos no son los responsables! ¡es el estado! Tampoco los jóvenes que se retiran del colegio para conseguir dinero y embarazar a la peladita de la cuadra y luego terminar delinquiendo. ¡Ellos tampoco son responsables! ¡es la perversa Burguesía!

Pero dejando de lado los sarcasmos y confesiones; dejando de lado los casos extremos fruto de padres irresponsables que tiene hijos en medio de la basura o embarazan una adolescente y las dejan abandonadas. Yo considero que es el sujeto el responsable de su realidad; de lo que obtiene y de lo que pierde. Siempre me llevaré en el corazón ese poema que me enseño mi padre: “al final de mi rudo camino, me di cuenta que fui el arquitecto de mi propio destino

Mi padre siempre me enseñó que pasara lo que pasara con mi vida, el único responsable sería yo, de los triunfos o fracasos. Y eso me ha llevado a buscar, a pesar de las necesidades en las que nacimos, un mejor presente. Cierto, yo no tuve dinero, hubo mucha escasez en mi hogar, pero siempre estuvo mi padre y mi madre dándonos amor y ejemplo.

Cierto, hay muchas personas que tiene muchas necesidades o nacen en medio de situaciones extremas y el estado tiene mucha responsabilidad. Pero a pesar de lo que le corresponda al estado, debemos recordar las responsabilidades del sujeto, de cada uno. De los miles de padres que se olvidaron de sus hijos, de las miles de madres que los abandonaron. De los que prefirieren el vicio a sus familias o delinquir que trabajar.

Hoy se habla mucho de la responsabilidad de los demás hacia el sujeto, pero no debemos olvidar que cada uno es el arquitecto de su destino, cada uno tiene la posibilidad de decidir. No solo excusarnos y decir “el estado no me ayudo, no me brindaron la oportunidad” porque no importa que tan injusta sea la vida, a cada paso siempre tenemos la oportunidad de tomar una decisión.

Yo he tomado muchas malas decisiones y unas cuantas buenas, pero si algo me he llevado toda la vida en el corazón es que yo seré el culpable “de la hiel o la miel” que reciba de las cosas. No se tu caso, pero te invito a reflexionar si realmente eres solo una víctima de las circunstancias o eres fruto de tus decisiones. No pienses en las decisiones de tus padres, piensa en lo que pasa fruto de tus propias decisiones.

Espero que al final, al igual que yo, te des cuenta que somos solo el resultado de lo que nosotros hemos labrado para nosotros. Y así, ojalá, en medio de estos discursos que tanto se oyen no viéramos clases, sino realidades y responsables.

No existe un mesías que nos pueda solucionar la vida, si nosotros no trabajamos para cambiar nuestra realidad, ningún Superman lo hará.


Por lo menos así lo veo yo.

domingo, 11 de febrero de 2018

¡Es mio!


Una de las características más humanas, que se evidencia desde el mismo momento en que empezamos a hablar, es la del sentido de propiedad sobre las cosas y las personas. Desde que empezamos a crecer, empezamos a expresar nuestra propiedad sobre las cosas y las personas que nos rodean. Todo nos pertenece, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. Son nuestros y de nadie más, por eso deben estar a nuestra disposición siempre… y ni que decir de los abuelos.

A medida que vamos creciendo ese sentimiento de dominación sobre los otros y sobre las cosas, generalmente se va acrecentando, nos volvemos los patronos, que patronos, los emperadores de los otros. Su tiempo, su energía, su disponibilidad es nuestra. Y esto se va reflejando poco a poco en nuestras relaciones de pareja, donde muchas veces en lugar de generar lazos de amor, generamos lazos de dependencia.

Y es en la interacción con la pareja donde más se ven reflejados estos comportamiento dominantes, no de sentido de pertenencia, sino de trato del otro como un objeto… y surgen expresiones como: “Tienes que dejar…”, “Ya es hora de que empieces…”, “Sino haces eso es como si no me quisieras…”, “si deseas estar conmigo tienes…”… Y otras muchas en el mismo sentido.

Y esas relaciones de amor y felicidad, se transforman en relaciones destructivas, donde la única forma de generar una buena convivencia es que el otro se “someta” a mis placeres y pensamientos, que el otro haga las cosas como yo quiero, porque “yo soy el único que sabe cómo vivir” y si él no lo hace está condenado a vivir infeliz.

Lo más triste de todo es que non nos damos cuenta cuan infelices nos vuelven estos comportamientos, cuan amargados nos estamos volviendo porque en todo ese actuar, nos olvidamos de lo más importante: Nadie puede controlar nada. El control es solo un mito que nos hemos vendido, no podemos controlar nuestra vida o nuestra salud o nuestras características… nada es controlable, nada nos pertenece realmente y los seres humanos no son objetos.

Parecen realidades evidentes, que todo el mundo sabe, pero pocas veces las interiorizamos, dejamos de vivir y ser felices, de disfrutar del mundo y las personas en el afán de controlarlo todo, de sentir que todo está bajo nuestro poder y que todos caminan hacia el… y la única realidad es que todo camina hacia todas partes, el mundo es una entera línea de caos que nunca sabes para donde va.

Al punto que los hábitos alimenticios y de ejercicio saludable, no nos garantizan una buena salud, el tener el control del nuestros hijos no nos garantiza que nunca se vayan a descarrilar, el que nuestra pareja se someta nuestras directrices, no nos garantiza su felicidad y la nuestra….

Entonces ¿qué? Lo más importante es aprender que nada nos pertenece, ni siquiera podemos controlar nuestra propia vida, no sabemos si mañana vamos a despertar o si nuestra salud va a mantener férrea, mucho menos vamos a tener dominación sobre el otro. Una vez dejemos atrás ese deseo de controlarlo todo y entendamos que el control no existe… aprender que en la vida vinimos a caminar y aprender.

Y en ese camino, en ese diario vivir vamos a compartir con muchas personas y que maravilloso es compartir el camino con alguien que tenga otra forma de ver la vida, que nos muestra su perspectiva de la cosas, que nos muestre como hay otras realidades diferentes a las mías y que eso en lugar de quitarme me aporta.

Que maravilloso es cuando aprendemos a aceptar al otro incondicionalmente y sabemos que es y será así siempre, y que es en esa diferencia donde realmente está la felicidad, porque son esas diferencias las que nos ayudan a crecer.

Así que mi recomendación es que, en lugar de andar buscando la dominación y el control de todo lo que nos rodea, en lugar de andar en la búsqueda insaciable de controlarlo y manejarlo todo a nuestro antojo, aprendamos a disfrutar de la vida de su descontrol, de su variedad, de todo el abanico de colores que nos presenta para ser felices…


Y sobre todo, que amemos a quienes están a nuestro alrededor sin la necesidad de sentirlos como nuestros o quererlos dominar, sino amar su libertad, su vida, su capacidad de volar.

Fuente imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH0RAv9nkwP_vj2tsmOSSsUV_ma3wzAwgXhIbd_hpE2Lal0FifS6YOxbfDRp08eNc4hCLg7JbGbhuJt98-x6Rmf1IAwHxn2s621LMre_iQwol2_KbeSBdyqmt7vQiL5hWtlfoWj3DswPUp/s1600/pareja.jpg