lunes, 18 de diciembre de 2017

Así es la vida!


No tengo recuerdo desde cuándo, pero considero que desde que fue un éxito, la canción del grupo mexicano Elefante titulada como este post, se convirtió en mi himno. Todo el que ha tenido cercanía con mi vida desde el año 2001 para acá, sabe que esa canción la canto con fuerza, con pasión, con entusiasmo, como si mi vida dependiera de ello. ¡Así es la vida!

Durante muchos años no entendía porque una canción, que aparentemente presenta una decepción amorosa, y la cual hasta ese momento yo no había vivido, se convertía en un himno para mi vida. Toda una insignia que expresaba con la mayor de las alegrías posibles y que en cada mensaje o fiesta buscaba siempre cantarla y hacer su mímica a voz en cuello. Incluso la primera “caneca” que me gané en una discoteca por la mesa más alegre fue fruto de la coreografía de esta canción de la banda mexicana.

Solo hasta hace unos años alguien me hizo un breve análisis del porque esta tonada me generaba tanta felicidad. En el fondo de la letra, escuchando profundamente su significado y e interpretando la actitud de la historia narrada en la canción, esta representaba a alguien que vulgarmente definiríamos como un “importa culista” alguien que en definitiva siempre ve la vida con mucha frescura.

Alguien que sabe que la vida es “a veces negra, a veces rosa” y esto no lo trasnocha. Alguien que considera que hay momentos donde la vida “te quieta, te pone, te sube y te baja” y por eso puede navegar con una sonrisa, con una “botella” y con una canción cualquier momento de la vida. Desde el más triste, hasta el más feliz.

Al principio me pareció una crítica dura, ser yo un ser que no le da importancia a nada, que simplemente va por la vida viviendo y disfrutando, tanto de lo bueno y de lo malo, que a veces nada y otras, ni agua bebe. Pero que en cada momento de la vida siempre considera que “así es la vida”

Me sentí muy mal por verme reflejado en un ser tan superficial o tan mezquino. Pero divagando un poco más sobre el tema. Pensando en esa vida donde nada tiene tanta importancia como para distraernos de lo importante, donde en últimas nada es totalmente importante como vivir y disfrutar de la vida, siendo consientes de la que vida es una montaña rusa donde a veces estas arriba y otras estas abajo. Consideré que no era tan malo.
La vida en últimas está compuesta de buenos y malos momentos, de victorias y fracasos, de obtener y de perder. De decisiones y renuncias. Y entonces me di cuenta que nada de malo estaba en ver la vida con tanta frescura. Por el contrario, que la vida no es para verla con amargura o tristeza o desesperación. La vida es para disfrutarla hasta la última gota y si algo malo pasa “que me traigan más botellas”

Así que amigos, al mejor estilo de así es la vida, seguiré mi camino por esta via en la misma dirección, disfrutando a cada instante. Riendo, gozando, tomando y dejando. Viviré la vida con pasión y fuerza, sin darle transcendencia a tantas cosas que las personas le dan importancia, solo dándole importancia a vivir y a gozar… y que me apunten en la cuenta… si algo les debo.


Porque Así es la vida, de caprichosa!


Fuente imagen: https://huellasenmialma.files.wordpress.com/2014/05/path-of-life-to-the-sky-wallpaper__yvt2.jpg

jueves, 7 de diciembre de 2017

Más que una profesión



Hace unos días una amiga a quien quiero mucho me envío una imagen y me pidió que escribiera sobre lo que esto me inspiraba, y viéndola empezó a volar la imaginación y mi corazón. Todos los elementos que podía ver en la imagen los relacioné con una de las cosas que amo hacer, esa que aspiro sea la que ocupe los últimos años de mi vida: enseñar.

Cuando me iniciaba en la formación secundaría, donde tuve por fortuna ingresar a una institución educativa normal (Las escuelas “normales” formaban a los maestros de básica primaria, hace unos años), empecé a recibir clases de orientación vocacional para dirigir mis pasos hacia esta labor. Sin embargo en esa etapa de mi vida tuve varios roses con personas que “vivían del tablero y la tiza” pero detestaban su ocupación y por ende orientaban a las mentes jóvenes a dedicarse a otras ocupaciones.

A pesar de esto, extrañamente en mi corazón la docencia y la pedagogía se sembraron con fervor. Sé, que como dice mi abuelo, “cada viejito alaba su bastoncito”, y para cada uno su profesión será la más importante, la de mayor impacto, la de mayor trascendencia para la sociedad o la más importante. Cada uno verá que su profesión es la más necesaria para la sociedad. Por lo que, buscando no herir susceptibilidades, les daré la razón, todas las profesiones son supremamente importantes, necesarias, fundamentales, críticas para que se mantenga el “contrato social”.

Sin embargo, eso es así porque la docencia no puede ser vista como una profesión. No, no es solo una ocupación para generar ingresos y buscar un estilo de vida (aunque muchos la utilicen de esa manera), la docencia es la invitación a transformar las vidas, a sembrar la curiosidad en los corazones de las personas, a promover el autorreconocimiento y la valoración. La docencia es una vocación encaminada a buscar el crecimiento del ser humano.

Cierto, hay muchas profesiones que se encargan de nuestro cuidado, de nuestra salud y de nuestros bienestar, los que nos administran, los que nos dirigen, los que nos cuidan. Pero solo una se encarga de invitarnos a ser, a conocer, a avanzar. Es una vocación que invita a quienes la ejercen a ver su labor como algo más allá de la remuneración. Lo que está en las manos de un docente no es una vida, es la vida misma de la persona y de quienes tengan relación con ella.

A través del docente una persona puede abrir su mente, puede apasionarse por la vida y el conocimiento o puede cogerle aberración y odiarla. Un guía, un maestro, un docente toca vidas, toca los corazones, las razones y las perspectivas de las vidas que serán, a partir de ahí, un nuevo ser. El fruto de esta labor no es inmediato, pero de él dependerán las  decisiones y las acciones que emprenda hacia el futuro.

Muchos somos lo que somos por nuestros maestros, profesores y docentes, los recordamos con cariño o tal vez con odio, nos apasionamos por lo que nos enseñaron. Muchos de los caminos que tomamos fueron fruto de su ejemplo de su pasión. La excelencia la buscamos a partir de sus instrucciones.

Cierto, nuestros padres son parte de esta influencia, pero eso es cuando nuestros padres, como primera escuela en la que nos encontramos, actúan como un maestro de vocación, cuando nos enseñan y aman, guiándonos para empezar a interactuar con otros maestros y profesores.

Mi pasión por enseñar nació con mi profesor de tercero de primaria, un hombre amante de su labor, apasionado por lo que hacía y que nos inspiraba a todos a ser mejores. Luego vino con un maestro, que a pesar de ser sacerdote, tenía la capacidad de aceptar al otro en sus diferencias (digo a pesar por que muchos se toman el papel de jueces de la moral), él nos enseñó a aceptarnos, a vivir, fue de quien copie mi costumbre de iniciar mis clases con una frase.

Pero mi principal motivante a ser maestro ha sido mi padre, quien fue mi primer maestro, me enseñaba con paciencia, me retaba a ser mejor. Me escuchó y aconsejó. Siempre habló de todos los temas de la vida, la ciencia y la filosofía.

Por eso, no importa que labor realce hoy, no importa en cuantas áreas y profesiones me pueda desempeñar, algo que tengo muy claro es que mi vida la quiero terminar en un aula de clase inspirando a otros a ser mejores y a transformar no solo sus vidas, sino también la vida de quienes estén a su alrededor.


Por eso, ser maestro, guía, docente o facilitador no es una labor o profesión, es una vocación.


Fuente imagen: https://www.facebook.com/ximena.m.munoz.98

viernes, 1 de diciembre de 2017

Un camino de obscuridad


Se acerca el cierre de otro año, el cierre de un ciclo, 335 oportunidades que vivimos para ser felices y alcanzar nuestros sueños (faltan 30 días todavía para ser 365).Y en este tiempo, no sé a ustedes, viví muchos momentos obscuros donde me sentía atravesando por un sendero tenebroso, escalofriante y deprimente. En muchas ocasiones tuve la intención de desistir, simplemente tirar la toalla porque no encontraba una salida a este espantoso sendero.

En muchas ocasiones me dí por vencido completamente, sabría que no importaba cuantos días transcurrieran yo iba a seguir atrapado en ese obscuro lugar. El pasar de los días, en muchas ocasiones, solo el recuerdo de las frustraciones vividas, de las rutas o caminos que por mi propia mano dejé que se cerraran ante mis narices. Incluso laboralmente iniciando el año me sentí afligido e insatisfecho.

Lo más angustiante en su momento fue buscar un motivo, una razón para todas estas problemáticas, cómo dirían algunos, el porque me encontraba donde me encontraba. Generalmente la búsqueda de esta situación me llevaba al mismo punto, era mi culpa, yo había sido el responsable de ingresar por ese camino, yo me había desviado y había permitido que todo se volcara por donde se estaba volcando.

En ese momento, y solo por un instante, le di la razón a quienes no creen en Dios, porque Dios no tenía nada que ver con las cosas malas que ocurrían o con las emociones que me afligían. Todo lo que estaba pasando en mi vida era solo la cosecha de los frutos que yo sembré en el camino. Cada cosa por la que estaba pasando era recoger lo que durante mucho tiempo había sembrado.

Pero esto, de nada sirvió, encontrar un responsable no me solucionó nada, eso no me sacaba de ese camino, no cambia el horizonte y mucho menos prendía una luz en la obscuridad para encontrar una salida próxima. Todo lo contrario me tenía aferrado a mi tristeza, me dejaba atrapado en pasado. La única solución que se me ocurría en ese momento era encontrar un camino a mi pasado y cambiar mi situación (Al mejor estilo de Marti Mcfly)

Efectivamente la sola idea de viajar en el tiempo a solucionar mis problemas solo lograba hacerme sentir más estúpido y enterrarme más en la melancolía. Era un año oscuro, con un camino aún más tenebroso que cualquiera de las cintas de terror que alguna vez vi en mi infancia. Y para acabar de completar, mi mente solo buscaba responsables. Tenía que haber a quien quién pagara por todo el infierno que estaba pasando. Pero ser la respuesta a la pregunta, me dejaba en el mismo punto donde había iniciado y ese no era el objetivo.

Era el más obscuro camino que había caminado en toda mi vida, 36 años o 700 eras… nunca había estado ahí. De repente, y recordando muchos de mis discursos profesionales, recordé una premisa que siempre defendí: ante un problema, no importan los responsables, hay que buscar las soluciones. Los responsables pueden esperar. Cuando el camino vuelva a su sendero, cuando todo retome las vías necesarias, ahí será el momento de hallar los responsables.

Y entonces en mi mente todo empezó a cambiar, lo obscuro del camino ya no me afectaba. Debía trabajar en las soluciones y no en la problemática, ni en los responsables. En mi mente cada cosa debía tomar un nuevo sentido y esfuerzo. Cada fuerza en mi ser debía estar destinada solo a una cosa, cambiar realmente el rumbo de mi vida. La vida me había llevado a ese lugar, no para quedarme aterrado en un rincón. Era la oportunidad de replantear, de renacer.

Lo primero, dejar de pensar en el ayer. Dejar el pasado en el pasado, mirar al horizonte en la búsqueda del nuevo sendero que seguir, dejar de pensar en lo pasado. Lo segundo soltar las cargas, las culpas, los rencores, las responsabilidades autoimpuestas que correspondían a otros. Ya es difícil recorrer el camino con las propias cargas, imaginen recorrerlo con las cargas de los demás.

Cuando levanté la mirada ante todas estas decisiones me di cuenta que el año estaba terminando, pero que estaba avanzando, quizá no al ritmo que hubiese querido, quizá  no con los logros que esperaba o las metas que pretendía alcanzar, pero estaba avanzando. Había logrado algunas, otras estaban empezadas. El camino al cierre de este año empezaba a tornarse en otros tonos.

Hubo decisiones dolorosas, personas que dejar en el pasado, sueños y esperanzas que solo representaban ataduras imposibles de librar, que era necesario olvidar. Y extrañamente estas decisiones y acciones, estas libertadas… abandonar la búsqueda desgastante de un culpable me había permitido pensar en soluciones.

Para muchos faltan unas pocas horas para cerrar el año y ya empezaron con el látigo a infligirse los castigos necesarios por no alcanzar las metas esperadas en este obscuro año que termina. Ya empezaron a juzgarse por los sueños no maternizados o las promesas incumplidas. Lo que no se dan cuenta es que solo fue otra vuelta al sol, pero todavía se pueden alcanzar esos sueños y esas metas.

Falta unas horas para terminar esta vuelta al astro que domina nuestro entorno, pero no para dejar de caminar en pos de alcanzar las metas proyectadas. Solo es el comienzo hasta lograr lo querido.

No es un cierre o un final, es un nuevo comienzo para continuar por el camino, avanzando al horizonte con los ojos llenos de esperanza, conscientes de que vamos a lograr, de que podemos alcanzarlos, salir de los escabrosos y llegar a tierras más placenteras. Solo hay que dejar de buscar culpables y soltar las culpas. Solo hay que caminar pensando en soluciones y esperanzas.


Feliz cierre de año para todos. 


Fuente de soda: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMG5xb1WxNP1vlLohe1R2b6ynuVt9ex2hzzibkxnm3L727Ng0L_XKE8gV8y8saT8ZBHsACdtDhVRUt3ZcM1vY9gQVd9gZjD8-lcu62ejNM2aTwMwMDYH8m7NiQ9OqNEiERDdXnEE7PueRC/s1600/oscuro-bosque-naturaleza-paisaje-31000.jpg