lunes, 29 de octubre de 2018

Camino de tristezas


Quienes hayan tenido el gusto de conocerme y compartir mi camino, en algún momento de la vida, saben que uno de mis hábitos más marcados es caminar. Una amiga siempre expresa que «camina más que el profesor Moncayo», y es que para mí el caminar es una forma de liberar el espíritu, de alinear los chacras o liberar energías… al caminar generalmente me desconecto de la realidad y simplemente voy disfrutando del camino, del aire, de las nubes y de las estrellas.

Pero últimamente, en determinadas rutas que han sido caminos recorridos, rutas que antes compartía y que era un hábito, casi diario, recorrerlas en su compañía, hoy se han transformado en un martirio. Hoy al recorrerlas son solo un cumulo de recuerdos de viejas lunas y un Sol que quema mis entrañas. Un cumulo de pesares de tristezas.

De tristezas del presente que se alimentan de alegrías del pasado, alegrías que colmaron mi alma y alimentaron mi espíritu, pero alegrías que la fuente que las alimentaba hoy no está presente, hoy no comparte esos caminos, no comparte esas rutas y al deambular por ellas solo quedan los ecos de las risas, los aromas del pasado. Hoy solo quedan los suspiros y las lágrimas.

Un camino de recuerdos, de sueños frustrados y esperanzas fallidas que llenan de amargura el corazón, enconan el espíritu con anhelos de venganza, de venganza contra el artífice de esta tristeza, contra el único culpable de que esos caminos hoy solo sean fuente de tristeza, contra el responsable de que las risas, las miradas y los besos, de los que aquellos caminos fueron cómplices, hoy solo sean espinas en el corazón que desangran la alegría y llenan de tristeza.

Solamente sueño con levantar la mano y acabar con ese malvado ser que trunco mis sueños, acabo mis esperanzas y frustro mis metas… contra mí.

Y con todo lo que quiera, con todo el tiempo que quede por delante, sin importar cuantas lunas y soles pasen, esos siempre serán caminos de tristezas, esas siempre serán rutas de dolor, de recuerdos, porque esos caminos siempre estarán en mi andar y porque conmigo siempre los caminará el culpable de mis lágrimas.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

En legítima defensa!




Hace algunos días los medios y la redes sociales se inundaron con la noticia de una actriz que había sido maltratada por su pareja, con graves afectaciones físicas sobre su rostro y otras partes de su cuerpo. Tan pronto salió esto muchas personas se movilizaron con expresiones de apoyo y símbolos en reproche de la situación vivida por la figura pública, trayendo nuevamente a los medios la temática de la violencia contra la mujer.

En su momento mi única crítica, mas allá de la situación, fue en relación con los medios. Pues cuando se trata de un personaje de la farándula o mediático, todos salen a hablar a indignarse, pero esta es una realidad que afecta a muchas mujeres del común todos los días y, lamentablemente, nadie dice nada.

Sin embargo, a pesar de mi crítica al típico comportamiento de los medios frente a su amarillismo cuando un miembro de la farándula sobre los embates de la realidad social, lo que realmente me quitó el aliento fue la postura de algunos "opinadores" sobre la responsabilidad del hecho. Muchos fueron capaces de insinuar que tan solo era una pantomima y que "que abría hecho para que le pasara lo que le pasó".

Y entonces caí duramente con una de las condiciones más comunes de nuestra sociedad, la justificación de la violencia. Fue tal el movimiento de opinadores que el victimario salió en varios medios diciendo que su actuar habías sido "en legítima defensa". ¿la violencia es justificable? Ciertamente existe el agravante de que la situación fue en contra de una mujer, aunque quitando el papel machista de esta expresión, así hubiera sido contra un hombre, ¿existe una razón para defender la violencia de cualquier tipo?

Pues para mi no. Cierto, hay situaciones donde un ser humano actúa en defensa y protección de su vida, pero siempre será bajó situaciones donde la ventaja del oponente es claramente superior y el instinto de superviviencia toma control del organismo, otras que la constitución y la ley consideran legítimas.

Sin embargo, yo considero que no existe un motivo para golpear, maltratar o lesionar física, verbal o emocionalmente a alguien, en especial si esta persona, de un modo u otro, hace parte de tu vida. No existe argumento, base o justificación para levantar la mano o las palabras contra quien en otro momento quisiste acariciar.

No importa la frustración, el dolor o el orgullo herido, siempre el camino correcto será dar la vuelta e irse. Nada, absolutamente nada debe llevarnos a justificar de un modo u otro el atentar contra otro ser humano y menos cuando estuvo vinculado con nuestras vidas. La violencia solo genera más violencia, dolor y resentimiento.

Socialmente estamos acostumbrados a buscar justificaciones a determinados comportamientos, pero aceptar la violencia y defenderla, solo muestra de nosotros una incapacidad de razonar y entender que el mundo y las cosas no son siempre como queremos.

Bueno, por lo menos así lo veo yo.


sábado, 23 de junio de 2018

No hay peor ciego



Los abuelos acostumbraban a decir “No hay peor ciego, que el que no quiere ver” haciendo referencia a ese sin número de personas que acostumbran a enceguecerse, no ver las evidencias, simplemente creer o seguir sus pensamientos o ideas, pasando incluso por encima de los demás. Dicho de otra forma, una partida de fanáticos extremistas, convencidos que la verdad ABSOLUTA está en ellos.

Estas pasada elecciones han dejado más que en evidencia esos comportamientos fanáticos según los cuales no pueden existir puntos medios. Es una lucha donde se ha vuelto a las posturas maniqueístas donde solo hay dos caminos: malos o buenos. Y cada lado toma acciones ofensivas, insultantes, intimidatorias y discriminatorias que estigmatizan y descalifican a todos los que piensen diferente.

Lo más interesante de este entorno lleno de personas vendadas que buscan arrastrarte hasta sus posturas, es que entre más relacionado esté el discurso de “paz y reconciliación” más agresivo, insultante y descalificador va a ser el trato de la persona hacia la otra. Eso sí, para fortalecer y dejar aún más firme su postura, todo dialogo o discusión lo va a cerrar con “mejor no hablemos de política”

Es como ver un grupo de hinchas enceguecidos o religiosos que han encontrado el camino de la VERDAD y nada, absolutamente nada, diferente de su realidad y de su forma de ver el mundo es bueno o puede tener algo de razón. Se vuelve un discurso de odios y extremos donde si estas en la orilla opuesta es por ODIAS AL OTRO o por el contrario porque solo eres un ignorante extremo.

Sus líderes, en la mayoría de los casos incrementan el incendio de estas posturas fomentando, aún más, la estigmatización del otro. Su palabras y mensajes siempre van en la vía de difamar y descalificar al otro. Haciendo ver que quienes estén en ese camino solo quieren lo malo, lo perverso y sus seguidores lo creen completico.

Que importante es en ocasiones quitarse la venda de los ojos y poder asimilar que el otro, a pesar de las diferencias, tiene una historia, un camino y una forma de ver el mundo. Que los odios fundamentados en la polarización solo logran consumir la sociedad, destruirnos y llenar de veneno nuestra vida y nuestro corazón.

Pero el primer paso, es aprender que en el mundo y en la realidad en la que vivimos no hay “ángeles y demonios” hay seres humanos con aciertos y errores. Que los seres perversos, malos y con comportamientos patológicamente destructivos, están en los psiquiátricos y en las noveles literarias, quizá en el cine. Pero en la vida cotidiana estamos personas con deseo de crecer y no de dañar.

Cuando nos damos la oportunidad de escuchar al otro y ver su historia, su vida, sus deseos y sus convicciones, me daré cuenta que son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Cuando aceptamos al otro podemos ver que sus ideas no son tan diferentes de las otras.

El segundo a empezar a vivir en la búsqueda de los hechos y lo demostrable, evolucionar un poco de ese campo de las creencias por “fe” y empezar a creer por lo que se puede demostrar y comprobar. Bajarse de las “teorías” conspiracionistas que nos llenan la mente de fantasías y odios, pero que al final de cuentas nos conduce, como una religión, a creer en algo que no existe.

Cuando te alejas de las concepciones que no se pueden demostrar, te estás acercando a la racionalidad y a aceptar la realidad de la persona que tienen en frente. En ese momento los tonos empezarán a cambiar, ya no solo serán buenos y malos, blancos y negros; sino que los tonos grises empezarán a aparecer frente a tus ojos.

Por último, pero no menos importante, tomar una elección entre ser feliz y tener la razón. Muchas veces estamos ansiosos por tener la razón, por conquistar el conocimiento, la mente y el corazón del otro. Pero a veces esa búsqueda nos lleva a distanciarnos de personas maravillosas, que a pesar de sus “creencias” y convicciones, son especiales en nuestras vidas.

En ese momento, cuando eliges entre ser feliz o tener la razón, te das cuenta de que por encima de esas creencias y esa búsqueda de la superioridad, nada es más importante que ser feliz.

Por eso, mis queridos amigos, los invito de todo corazón a que nos quitemos las vendas y dejemos de ser esos ciegos encolerizados, para ser seres humanos felices, conciliadores y amorosos.


Fuente imagen: https://www.guioteca.com/psicologia-y-tendencias/fanatismo-como-reconocer-a-un-fanatico-que-puede-volverse-peligroso/

lunes, 11 de junio de 2018

Yo como digo una cosa, digo otra


Toda mi vida he disfrutado de las locuras de Chespirito, ese comediante que desde los años 70 ha entretenido a niños, jóvenes y adultos. Entre los muchos personajes que creó para divertir a chicos y grandes, se encontraban “los caquitos”, un grupo de ladrones que al cabo del tiempo deciden reformarse y volverse honestos. En este grupo se encontraba la “chimoltrufia”, Maria Expropiación Petronila, quien en uno de sus diálogos repetía en múltiples ocasiones “Yo como digo una cosa, digo otra”.

Esta expresión, cargada de contrariedad y que en últimas no lleva a ninguna parte me ha recordado al entorno político colombiano en vísperas de las elecciones de segunda vuelta. Y es que, aunque una de las protagonistas tiene un gran parecido al personaje, ha sido el comportamiento y la coherencia de los líderes políticos de hoy lo que realmente me ha traído a colación este chascarrillo.

En la “cosa política” las últimas semanas se ha visto como grandes opositores venden sus ideales y sus principios por el simple hecho de subirse al “bus” de la victoria. Todos han olvidado lo que hace unas semanas decían, los ataques que hacían o las mofas que presentaban hacia sus contendores para ganar algunos adeptos.

Y es que al igual que la Chimoltrufia, la coherencia de los grandes líderes políticos de hoy parece, en su gran mayoría, la simple expresión de “como digo una cosa, digo otra”. Todos sobre la base de que la “política es dinámica” han dejado ver ante la sociedad que simplemente no existen valores, criterio o palabra.

Desde candidatos que antes hablaban de hacer constituyente o “comprar” las tierras de los grandes empresarios de Colombia, hoy firman sobre “mármol” que nada de eso es así, que es todo lo contrario. Hasta excandidatos que hablaban de su contendor como un pequeño dictador y hoy lo abrazan y apoyan. Solo dejan evidencia que la coherencia, la firmeza, la honestidad y sobre todo la autoridad (entendida como congruencia entre los actos y las palabras) simplemente no existe.

Lo único coherente que se ve desde algunos bandos de la política nacional es la repartición de odios y temores hacia sus oponentes. Los grandes argumentos que se manejan están centrados en el miedo, en la sed de venganza y en la intención de llegar al poder a como de lugar. Sin importar cuantos valores y cuantas ofertas tengan que hacer para lograrlo.

Pero lo cierto, o la gran enseñanza que nos debe dejar este empantanado entorno político colombiano es que debemos luchar por la coherencia, por la congruencia entre nuestros actos y nuestras palabras. Vender nuestros valores o nuestros ideales solo por estar en el bus de la victoria, no es el camino. Quizá el mundo moderno nos ha enseñado que nada es constante, solo el cambio. Pero los valores, los principios y la ética en nuestro actuar deben ser elementos que mantengamos como la firmeza en los cimientos de un edificio.

Cuando cambias, vendes tus ideales y tus principios, por el ansia de poder, solo dejas entrever que jamás se deberá confiar en tus palabras, así las firmes sobre mármol, acero o granito. La coherencia, la congruencia, la claridad y la ética en el actuar deben ser las banderas de quien rija el destino de nuestro país.


Solo espero que las elecciones que se aproximan condenen la incoherencia y premien la congruencia, pero sobre todo, que quien va a regir el destino de nuestro país los próximos 4 años, a partir del 7 de agosto, trabaje con por el crecimiento y desarrollo de nuestro país, pero siempre defendiendo sus principios y sus ideales, sin venderlos para alcanzar más poder. En otras palabras, que su comportamiento no sea un cumulo de “como dice una cosa, dice otra”

Fuente de imagen: https://entreatingfavor.com/nothing-but-the-truth/


jueves, 15 de marzo de 2018

Una poca de nuestra propia medicina


Recién entraba a trabajar a una empresa, hace algunas primaveras, una de las anécdotas utilizadas por mi jefe para “formarnos” profesionalmente, contaba una historia de honestidad e integridad. La historia hablaba de un hombre que en un supermercado la cajera le retornaba una cifra mayor a la correspondiente; el personaje al darse cuenta retornaba el adicional; ante esto el administrador lo felicitaba y lo invitaba tomarse una foto como ejemplo de “honestidad” y recibir una gratificación. El hombre se negaba porque andaba de compras con su amante.

Al finalizar la historia, como toda anécdota, tenía su moraleja. Este hombre representaba a la mayoría de los ciudadanos “honestos”, esos que siempre andan atentos ante situaciones que puedan ser juzgadas por otros, pero que no era una persona íntegra. En el fondo su moralidad se limitaba a ciertos aspectos, al punto que andaba engañando a su esposa y su familia, sin sentir culpa y por esto no aceptaba la recompensa a su “honestidad” pues podían enterarse en su hogar que andaba con la “querida”.

Esta vieja anécdota donde nos invitaban a ser personas integras en nuestra labor, vino a mis recuerdos en estos días de contienda electoral. Hoy vemos por las redes como se pregonan, venden y juzgan a todos los que están en la palestra pública aspirando a un cargo público. Y todos, incluido el suscrito, hemos actuado como jueces de la ética y la moral, del comportamiento, del pasado, del presente y del futuro de los candidatos y futuros gobernantes de esta hermosa patria mediterránea.

Y disertando sobre esa realidad y sobre muchos consejos y recomendaciones que circulan en la redes, llegue a una conclusión.  La cual, siendo muy “honestos”, no es exclusivamente mía pero que falta que la interioricemos. La realidad, así lo queramos o no aceptar, es que las cosas en nuestro país van a seguir igual, sin importar quien llegue a la silla presidencial, es más, lo más seguro es que se pongan mucho peor. No importa si gana la izquierda, la derecha o el centro.

Y ¿por qué auguro tan mal futuro sin importar que lado llegue? Porque el verdadero problema de nuestra nación, como de muchas, es nuestra cultura de la honestidad a medias; esa que nos permite andar con la cara en alto todos los días, pero que cuando podemos sacarle ventaja personal a una norma lo hacemos. Esa que cuando en la panadería nos devuelven de más, nos quedamos con el cambio.

Esa misma que cuando una norma no nos gusta, la infringimos o pasamos por alto “porque es verdaderamente injusta”, esa mediocre honestidad con la cual falseamos el pago de impuestos, nos pasamos el semáforo en rojo, no traemos los documentos en regla o simplemente nos tomamos una cerveza comprada en un negocio de barrio cuando se ha declarado “ley seca”.

Esa honestidad medida por lo “biblia” o “vivo” que podamos ser frente al sistema, la cual no solo vivimos como un credo, sino que pregonamos y enseñamos. Mientras que nosotros, que somos los que elegimos gobernantes y legisladores solo seamos un grupo de honestos de oportunidad, seguiremos recibiendo una poca de nuestra propia medicina por parte de nuestros gobernantes.

¿Deseamos realmente que las cosas cambien? Empecemos a cambiar nosotros y promover los valores, la honestidad. A enseñarle a nuestros hijos que el camino “rápido y fácil” no es el mejor, el regalito al funcionario público para que me ayude, no es el camino. ¿Queremos vivir en una sociedad honesta, con políticos correctos y funcionarios públicos que trabajen? Empecemos a exigir con la mejor arma que lo podemos hacer, EL EJEMPLO.

Los países que han logrado tener una sociedad trabajadora, honesta, desarrollada y prospera lo han hecho a partir de la construcción constante de una cultura basada el respeto, la legalidad y la inclusión, pero no desde los líderes, sino desde las bases. Sin embargo, mientras nosotros justifiquemos los más mínimos errores o deshonestidades nuestras con el dicho “ladrón que roba a ladrón…” y sigamos siendo una parte más del problema y no de la solución, las cosas no solo seguirán igual, sino que cada vez serán peor.

Estoy completamente seguro que cuando nosotros, que somos más, seamos honestos, pero integralmente, a nuestros dirigentes no les quedará otro camino que seguir nuestra línea, sin importar su espectro político. Porque ahí sí, como dice el meme, la corrupción es ambidiestra, pero también lo es el camino honesto y correcto. De lo contrario vamos a seguir recibiendo lo que todos los días sembramos en todos nuestros entornos.


Así que como diría aquel líder político norteamericano “antes de preguntarte que ha hecho tu país por ti, preguntante que has hecho tu por tu país” JFK. Parafraseando un poco “No esperes que tu país sea honesto contigo, se honesto con tu país”.


Fuente imagen: http://www.emprendedores.es/var/em/storage/images/emprendedores/gestion/noticias/actuar-con-integridad/286342-6-esl-ES/actuar-con-integridad_ampliacion.jpg

viernes, 23 de febrero de 2018

La culpa es de los ¡RICOS!


Voy a cambiar un poco mi acostumbrado estilo de escritura en este post, en respuesta con los cientos de posiciones que he visto en las redes sociales esta temporada electoral. En estas elecciones se está retomando un discurso altamente destructivo: la lucha de clases. Es por esto que me puse a disertar un poco sobre el tema desde MI realidad. No voy a hablar, ni a juzgar los casos extremos que siempre los habrá.

Después de hacer una breve revisión a todas las decisiones de mi vida, los caminos recorridos y las experiencias vividas, me di cuenta que yo no tengo dinero (porque rico sí que estoy) por culpa de las oligarquías, los millonarios y los empresarios. Por eso yo no tengo casa, no tengo carro y mucho menos dinero. PORQUE TODOS, incluido este estado ladrón, son responsables de que yo no tenga un peso.

No es mi culpa, no. Nada tiene que ver el hecho de que, en lugar de ser más dedicado en mis estudios secundarios para alcanzar una mejor calificación en los exámenes de estado, me dedicarme a la recocha y la vagancia. Tampoco el que, teniendo la posibilidad de ingresar, no escuché el consejo de mis padres y luego me gustara más tener plata que estudiar.

Tampoco tiene relación el que trabajando y ganando dinero me dedicara a la rumba, a salir cada fin de semana con mis amigos y endeudarme para tener con que rumbear. Tampoco es haberme retirado de la U por estar de “culi pronto” detrás de una mujer mayor. Y menos el endeudarme para que ella tuviera su casa.

Tampoco el demorarme 4 años en mejorar mi nivel profesional y mejorar mis ingresos. Desde luego, el que hubiera DECIDIDO pagar las deudas de una novia que tuve y continuar con mi vida de bohemio, junto a ella, dedicado de lunes a sábado, en tertulias de Martini, tampoco tiene algo que ver.

¡No! La culpa es de los empresarios, del estado que nos tiene pobres, no de mis decisiones… ¡No! toda la culpa es de la oligarquía que no me quiere ver progresar. Tampoco es culpa de que en mi desorden perdí uno de los trabajos mejor remunerado que tuve y me dediqué a la guachafita con personas que dijeron estar a mi lado y en medio de la necesidad me dieron la espalda y me dejaron solo, incluida mi pareja.

Yo no soy responsable de nada, el ESTADO me debe asegurar una calidad de vida, la OLIGARQUIA y los grandes empresarios se deben responsabilizar, no solo de mí, sino de los millones de personas que estamos estirando la mano para que nos den comida y calidad de vida… Es que, ¡cómo no lo pude vislumbrar antes! Todos los que se han retirado de la universidad para seguir la rumba o mantener la bendición; todos los que llega el viernes y se toman su dinero en la cantina del barrio; todos los que trabajan de sol a sol y luego se olvidan que tiene hijos.

¡Ellos no son los responsables! ¡es el estado! Tampoco los jóvenes que se retiran del colegio para conseguir dinero y embarazar a la peladita de la cuadra y luego terminar delinquiendo. ¡Ellos tampoco son responsables! ¡es la perversa Burguesía!

Pero dejando de lado los sarcasmos y confesiones; dejando de lado los casos extremos fruto de padres irresponsables que tiene hijos en medio de la basura o embarazan una adolescente y las dejan abandonadas. Yo considero que es el sujeto el responsable de su realidad; de lo que obtiene y de lo que pierde. Siempre me llevaré en el corazón ese poema que me enseño mi padre: “al final de mi rudo camino, me di cuenta que fui el arquitecto de mi propio destino

Mi padre siempre me enseñó que pasara lo que pasara con mi vida, el único responsable sería yo, de los triunfos o fracasos. Y eso me ha llevado a buscar, a pesar de las necesidades en las que nacimos, un mejor presente. Cierto, yo no tuve dinero, hubo mucha escasez en mi hogar, pero siempre estuvo mi padre y mi madre dándonos amor y ejemplo.

Cierto, hay muchas personas que tiene muchas necesidades o nacen en medio de situaciones extremas y el estado tiene mucha responsabilidad. Pero a pesar de lo que le corresponda al estado, debemos recordar las responsabilidades del sujeto, de cada uno. De los miles de padres que se olvidaron de sus hijos, de las miles de madres que los abandonaron. De los que prefirieren el vicio a sus familias o delinquir que trabajar.

Hoy se habla mucho de la responsabilidad de los demás hacia el sujeto, pero no debemos olvidar que cada uno es el arquitecto de su destino, cada uno tiene la posibilidad de decidir. No solo excusarnos y decir “el estado no me ayudo, no me brindaron la oportunidad” porque no importa que tan injusta sea la vida, a cada paso siempre tenemos la oportunidad de tomar una decisión.

Yo he tomado muchas malas decisiones y unas cuantas buenas, pero si algo me he llevado toda la vida en el corazón es que yo seré el culpable “de la hiel o la miel” que reciba de las cosas. No se tu caso, pero te invito a reflexionar si realmente eres solo una víctima de las circunstancias o eres fruto de tus decisiones. No pienses en las decisiones de tus padres, piensa en lo que pasa fruto de tus propias decisiones.

Espero que al final, al igual que yo, te des cuenta que somos solo el resultado de lo que nosotros hemos labrado para nosotros. Y así, ojalá, en medio de estos discursos que tanto se oyen no viéramos clases, sino realidades y responsables.

No existe un mesías que nos pueda solucionar la vida, si nosotros no trabajamos para cambiar nuestra realidad, ningún Superman lo hará.


Por lo menos así lo veo yo.

domingo, 11 de febrero de 2018

¡Es mio!


Una de las características más humanas, que se evidencia desde el mismo momento en que empezamos a hablar, es la del sentido de propiedad sobre las cosas y las personas. Desde que empezamos a crecer, empezamos a expresar nuestra propiedad sobre las cosas y las personas que nos rodean. Todo nos pertenece, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. Son nuestros y de nadie más, por eso deben estar a nuestra disposición siempre… y ni que decir de los abuelos.

A medida que vamos creciendo ese sentimiento de dominación sobre los otros y sobre las cosas, generalmente se va acrecentando, nos volvemos los patronos, que patronos, los emperadores de los otros. Su tiempo, su energía, su disponibilidad es nuestra. Y esto se va reflejando poco a poco en nuestras relaciones de pareja, donde muchas veces en lugar de generar lazos de amor, generamos lazos de dependencia.

Y es en la interacción con la pareja donde más se ven reflejados estos comportamiento dominantes, no de sentido de pertenencia, sino de trato del otro como un objeto… y surgen expresiones como: “Tienes que dejar…”, “Ya es hora de que empieces…”, “Sino haces eso es como si no me quisieras…”, “si deseas estar conmigo tienes…”… Y otras muchas en el mismo sentido.

Y esas relaciones de amor y felicidad, se transforman en relaciones destructivas, donde la única forma de generar una buena convivencia es que el otro se “someta” a mis placeres y pensamientos, que el otro haga las cosas como yo quiero, porque “yo soy el único que sabe cómo vivir” y si él no lo hace está condenado a vivir infeliz.

Lo más triste de todo es que non nos damos cuenta cuan infelices nos vuelven estos comportamientos, cuan amargados nos estamos volviendo porque en todo ese actuar, nos olvidamos de lo más importante: Nadie puede controlar nada. El control es solo un mito que nos hemos vendido, no podemos controlar nuestra vida o nuestra salud o nuestras características… nada es controlable, nada nos pertenece realmente y los seres humanos no son objetos.

Parecen realidades evidentes, que todo el mundo sabe, pero pocas veces las interiorizamos, dejamos de vivir y ser felices, de disfrutar del mundo y las personas en el afán de controlarlo todo, de sentir que todo está bajo nuestro poder y que todos caminan hacia el… y la única realidad es que todo camina hacia todas partes, el mundo es una entera línea de caos que nunca sabes para donde va.

Al punto que los hábitos alimenticios y de ejercicio saludable, no nos garantizan una buena salud, el tener el control del nuestros hijos no nos garantiza que nunca se vayan a descarrilar, el que nuestra pareja se someta nuestras directrices, no nos garantiza su felicidad y la nuestra….

Entonces ¿qué? Lo más importante es aprender que nada nos pertenece, ni siquiera podemos controlar nuestra propia vida, no sabemos si mañana vamos a despertar o si nuestra salud va a mantener férrea, mucho menos vamos a tener dominación sobre el otro. Una vez dejemos atrás ese deseo de controlarlo todo y entendamos que el control no existe… aprender que en la vida vinimos a caminar y aprender.

Y en ese camino, en ese diario vivir vamos a compartir con muchas personas y que maravilloso es compartir el camino con alguien que tenga otra forma de ver la vida, que nos muestra su perspectiva de la cosas, que nos muestre como hay otras realidades diferentes a las mías y que eso en lugar de quitarme me aporta.

Que maravilloso es cuando aprendemos a aceptar al otro incondicionalmente y sabemos que es y será así siempre, y que es en esa diferencia donde realmente está la felicidad, porque son esas diferencias las que nos ayudan a crecer.

Así que mi recomendación es que, en lugar de andar buscando la dominación y el control de todo lo que nos rodea, en lugar de andar en la búsqueda insaciable de controlarlo y manejarlo todo a nuestro antojo, aprendamos a disfrutar de la vida de su descontrol, de su variedad, de todo el abanico de colores que nos presenta para ser felices…


Y sobre todo, que amemos a quienes están a nuestro alrededor sin la necesidad de sentirlos como nuestros o quererlos dominar, sino amar su libertad, su vida, su capacidad de volar.

Fuente imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH0RAv9nkwP_vj2tsmOSSsUV_ma3wzAwgXhIbd_hpE2Lal0FifS6YOxbfDRp08eNc4hCLg7JbGbhuJt98-x6Rmf1IAwHxn2s621LMre_iQwol2_KbeSBdyqmt7vQiL5hWtlfoWj3DswPUp/s1600/pareja.jpg

martes, 30 de enero de 2018

Dejando de existir



Hoy en día existen muchos temores, miedos obsesivos y fobias (ese temor que rompe todo límite de la razón). Cada día se escucha de nuevos miedos, desde los más comunes como a las alturas, hasta gente que le tiene miedo a las figuras con muchos agujeros. Es interesante como escuchas de cosas tan salidas de los cabellos como temerle a colores, objetos o partes de cuerpo, incluso a los fluidos corporales. A veces no se si me causa gracia o tristeza tanta vaina.

Sin embargo, disertando un poco sobre los temores y las fobias me quedé pensando cual puede ser uno realmente atemorizante desde mi percepción de la realidad. Y en esos ires y venires llegue a la consideración de que uno de los más grandes males, y sobre el que yo tengo gran temor: perderme. Y no hablo precisamente de la ubicación geográfica; hablo de dejar de ser, de poco a poco desvanecerme y dejar de ser yo, dejar de existir.

Y es que en mis experiencias de los últimos años, me di cuenta que hay vacíos en el alma que cuando nos inundan, cuando nos sofocan esas desolaciones, nos conducen a tratar de llenarnos a como de lugar. En esos momentos sentimos que nuestra alma y nuestro espíritu se está perdiendo, que nuestra alma se desvanece y no encontramos consuelo. En ese momento buscamos por todas partes, amores, vicios, desviaciones, perversiones… caminamos en todos los sentidos tratando de llenar el vacío de una ausencia, de una pérdida o de una libertad.

Y ese afán de encontrar algo que nos llene, nos vamos perdiendo, vamos dejando de ser quienes somos, vamos dejando de existir. Es algo peor incluso que la muerte o que terminar cuadripléjica en una silla de ruedas; porque al final de todo el camino, lo que queda no somos nosotros. Queda un ser completamente diferente a lo que alguna vez fuimos, que ha probado y caminado tanto por el mundo tratando de llenar sus vacíos que lo único que logra es acrecentar más sus necesidades, sus adicciones y dependencias; queda solo desecho.

Al mejor estilo de un adicto, nada logra satisfacer ese profundo vacío sobre el cual nuestra alma se está perdiendo. Pero el problema fue que desde un principio habíamos llenado ese vacío en el alma con las cosas incorrectas: personas, vicios, objetos materiales, egos y reconocimientos. Y ese vació en el alma lo único que realmente lo logra llenar es amarnos.

Suena simple, pero es profundo. Aceptarnos y amarnos, ser conscientes que somos seres humanos imperfectos en un camino de construcción. Que las personas a nuestro alrededor solo son compañeros en un viaje y que en cualquier momento cambiaran su rumbo y el único que siempre estará con nosotros en ese camino, todo el recorrido desde el principio hasta el final, seremos nosotros mismos. Solo cuando dejemos de buscar llenar ese vacío con otros, con superficialidades o cosas materiales, solo cuando aprendamos a amarnos, lograremos satisfacer esa necesidad.

Entonces entendí que ese temor a perderme, ese temor a dejar de ser quien soy y desaparecer en la búsqueda de saciar ese profundo vacío que sentí durante muchas noches, me había resguardado de caídas y pesares. Que ese miedo absoluto a dejar de ser el maravilloso ser humano que vió por primera vez la luz una noche invierno, me cuido, me protegió… ese profundo temor me resguardó de muchas cosas.

Gracias a ese temor aprendí una de las mayores lecciones de mi vida, una que me ha costado 36 años de una búsqueda infructuosa de la aceptación del otro, y fue darme cuenta de la verdad más sencilla y profunda, lo único que puede llenar ese vacío en mi corazón es amarme, aceptarme, quererme y buscar mi crecimiento… y siendo luz, podría iluminar a otros en el mismo camino.

Por eso mis queridos amigos, de todos los temores y fobias que se encuentren, solo hay uno que les recomiendo escuchar, el temor a desaparecer en la búsqueda de llenar los vacíos del alma… ese temor les enseñará que solo ustedes pueden llenar ese vacío.


Bueno, por lo menos eso creo yo.

Fuente imagen: http://www.cuarzomistico.com/wp-content/uploads/2017/06/VACIO-EMOCIONAL-1024x536.jpg

jueves, 18 de enero de 2018

Una nueva esperanza




En 1977 se estrena la primera de las películas de una de las sagas de culto más famosas y con mayor número de seguidores de toda la historia del séptimo arte: Star Wars. Esta película posteriormente sería renombrada, en el año 1999, como “Star Wars episodio IV: una nueva esperanza”. Dándole coherencia con toda la trama de la historia que se reorganizó con las 3 pre-cuelas.

No es necesario profundizar en la temática de la película o de la saga completa, solo quiero disertar un poco sobre ese concepto “una nueva esperanza”. Son muchas las ocasiones o los momentos donde iniciamos poniendo todas nuestras esperanzas en el éxito de una empresa (de nuestro objetivo), pero si algo no resulta, si algo no sigue el plan o resulta siendo un rotundo fracaso, desfallecemos.

A veces ponemos “todas nuestras esperanzas” en un amor, en una amistad, en un trabajo o en una persona. Pero de repente las cosas no salen como queríamos, las cosas se truncan, aparecen los obstáculos y nos damos por perdidos, sentimos que todo fue en vano y pensamos que ya no habrá nuevas oportunidades y nuevos caminos. Que ya lo único que nos espera es rendirnos y aguardar la muerte en medio de la tristeza, el desespero y la descolocación.

¿Cuántas veces no decimos “no creo volver a sentir por nadie lo que sentí por esta persona” o “no creo que la pasión y la conexión que sentía con esa persona la vuelva a sentir con nadie más”? pero entonces la vida, de la forma más hermosa nos muestra cuan equivocados estamos y no invita a darnos cuenta que siempre, siempre, siempre… sin importar lo endurecido que estemos, depresivos que seamos, siempre habrá una nueva esperanza.

Y es que el inicio de este 2018 me ha puesto a reflexionar mucho sobre los sueños, las metas, las esperanzas y derrotas o fracasos. Y al igual que la película me doy cuenta que ponemos nuestra esperanza en algo y no resulta… pero entonces la vida nos presenta una nueva oportunidad. 2017 para mi representaba un camino una esperanza unos sueños. Pensaba que ahí estaba todo lo que tenía para ser feliz y que si lograba esas metas, autoimpuestas ese año, volvería a ser feliz.

El trascurrir del año empezó desastroso, por momentos vea cerca mi objetivo pero de repente volvía y se distanciaba, hasta que se perdió completamente. Pero la vida me mostro un nuevo camino, llegó como llegan las mejores cosas de la vida, sin darnos cuenta. Finalizando el año algunas prioridades y metas cambiaron. Las metas que me había puesto tomaron un nuevo rumbo y entonces me di cuenta que la vida me estaba presentando un nuevo camino, una nueva esperanza.

Este 2018, al igual que el episodio IV de esta legendaria saga, me ha presentado nuevos caminos, nuevos mensajes, nuevas prioridades hacia las cuales encausar mi vida. No siento que lo que no logré haya sido una derrota. Fue un aprendizaje necesario para reencausar mi vida y tomar decisiones encaminadas a alcanzar lo que realmente tengo que alcanzar, mi felicidad.

Tengo la certeza en este inicio de año que voy a trabajar por alcanzar las metas que me he propuesto, que voy a tomar las decisiones y hacer los seguimiento y mediciones para ver como cada día que pase cumplo con los objetivos que me he autoimpuesto. Pero también lo inicio con la certeza de que no importa si no los puedo alcanzar, que no importa si algún obstáculo resulta infranqueable, la vida siempre me podrá al frente “una nueva esperanza” una nueva oportunidad de ser feliz.

Porque sin importar cuantas cosas malas puedan ocurrir, sé que Dios, el Buki, el universo… como lo quieras llamar, está conspirando con un solo objetivo, que tu decidas alcanzar la felicidad que él tiene preparada para ti. Lo que pasa es que como todo, tenemos que pasar por procesos de formación y aprendizaje.

Así que mis queridos amigos, solo me resta desearles un maravilloso 2018 y…


¡Que la fuerza te acompañe!

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