jueves, 10 de noviembre de 2016

Empezando el camino


Una de las acciones más difíciles de aprender es que debes seguir el camino, generalmente nos quedamos pegados al pasado y en especial cuando sentimos un alto grado de culpabilidad consideramos que debemos aferrarnos al pasado, no lo soltamos y lo vemos como una forma de castigarnos por los errores cometidos.

Mantenemos el frustrante sueño de que quizá, si las personas que lastimamos nos ven sufrir y que hemos cambiado, tomarán la decisión de volver a nosotros para mostrar que realmente estamos preparados y hemos aprendido, para mostrarles que los amamos, que los errores del pasado sólo fueron estupideces que hicimos en medio de una obnubílante idiotez.

Pero no importa las lágrimas que derramemos, no importan los pesares que vivamos, las depresiones en las que caigamos o lo suicidas que nos podamos sentir algunas veces, cuando la vida te dio una oportunidad y la dejaste pasar, ni reuniendo las esferas del dragón de “Namekusei” lograras que vuelva atrás.

Cuando las heridas que dejaste en los corazones son profundas, ten la certeza de que ni el tiempo las podrá cerrar. Es entonces donde debes aceptar que por delante tienes un camino… que lo que quedo atrás, por errores o aciertos, quedó atrás. Ya nada puedes hacer, ni siquiera teniendo la máquina del tiempo… ¿o no recuerdan el final de la máquina del tiempo de H. G. Wells?

Es entonces donde tienes que tomar la decisión de dejar de estar viviendo en el pasado, los errores y las heridas que hiciste ya no las puedes reparar, ya no hay como volver atrás, y por más que lo lamentes, el mundo sigue girando, los días siguen pasando y el tiempo no se detiene.

Así que solamente tienes un camino que tomar, seguir adelante empezar nuevamente la caminata, evaluar lo que hiciste y procurar cambiar para que esas heridas no las vuelvas a causar. Seguir el camino significa dejar en el pasado, lo que es del pasado, eso ya no lo vas a cambiar, trabajar en el presente, por lo que quieres lograr en el futuro.

Las oportunidades y personas que quedaron en el pasado ya no van a volver, esas ya quedaron atrás. Tienes que seguir caminando, procurar que los recuerdos no te hagan llorar y continuar. No hay otro camino, no hay otra forma de ser feliz, entender lo que tienes que mejorar, olvidar lo que debes dejar atrás y continuar.

¿Difícil? Es muy difícil, dejar sueños e ilusiones, amores y amistades,  simplemente levantar la cabeza, mirar al horizonte y decirte a ti mismo “Sigue adelante, te queda mucho por caminar” ¿Qué vendrá en el camino? Nadie lo sabe, quizá solamente sea un camino solitario.

O quizá te encuentres personas que compartan tu camino, o quizá encuentres una mejor forma de caminarlo, o quizá llegues a la meta antes de lo esperado… eso nadie lo sabe, lo importante es volver a emprender el camino, con la esperanza de que a pesar del pasado, este nuevo camino que estás construyendo traerá, al menos, un poco de tranquilidad y quizá, un poco de felicidad.

Pero sobre todo, no te quedes detenido pensando en lo que se quedó atrás, eso jamás volverá, y tú no puedes volver a él, así que duela lo que duela, sólo resta continuar.


Mira hacia delante y espera que cada día, cada milla, traiga paz a tu corazón.

martes, 8 de noviembre de 2016

De sueños frustrados


Estamos a solo 53 días de que se culmine el año, en mi caso uno de los más difíciles que me ha tocado superar, tanto económicamente, como social y emocional… y obviamente cuando el año va llegando a su fin, la acción típica de todos es sentarnos a evaluar cuantos de los sueños y metas que nos impusimos al principio de año se cumplieron.

Y obviamente, el resultado más generalizado que encontramos en estas maravillosas épocas del año, son quienes quieren en 53 días hacer lo que no hicieron en los otros 312 días… también nos encontramos los que por estas fechas solo están pensando en la percha y la rumba de diciembre, para el último día del año darse los golpes de pecho por lo que no lograron.

Por último se encuentran quienes a estas alturas del partido se encuentran totalmente frustrados porque esos sueños y metas ya no se cumplieron, se sienten impotentes, tristes y melancólicos porque el año pasó “sin pena, ni gloria”, porque piensan que en lugar de avanzar, retrocedieron, ¡porqué fue más lo que se perdió que lo que se ganó!

Y generalmente se vuelven peores jueces de sí mismos, que cualquier extraño, se sumen en sentimientos depresivos, se sienten incapaces de alcanzar cualquier cosa, sienten que su vida está destinada a ser perdedores, que para ellos no es la felicidad, ni el éxito, que la vida es una m…

Y se olvidan de algo importante, la única verdadera frustración en la vida es dejar de intentar, la única derrota real es quedarse tirados en el fango y sumidos en la tristeza y en su propia “autoflagelación”… solo cuando nos damos por vencidos estamos realmente derrotados, solo cuando dejamos de luchar, realmente hemos perdido, solo cuando dejamos de soñar es cuando realmente somos unos fracasados.

Lo cierto es que el cierre de un año no marca otra cosa que la finalización de darle la vuelta al sol, pero no marca tu capacidad o potencial, el cierre de un año no es más que el cambio de calendario, pero no significa que si no se alcanzaron los sueños o no se lograron las metas todo está perdido.

Todo lo contrario, cada día, cada amanecer, cada nuevo año, cada segundo que pasa en nuestras vidas es una oportunidad de volver a intentarlo, cada caída es una posibilidad de volver a levantarnos, cada derrota solo presenta una oportunidad de volver a empezar… No hay derrota mientras tengamos deseos de luchar, no final, mientras en nuestros corazones decidamos volver a empezar.

Es como aquella vieja frase que todo “gamer” (aficionado a los juegos de video) detestaba con mayor ahínco, pero que su significado es más profundo y optimista de lo que lo pensábamos… “Game over”… y es que cuando esta terrorífica frase aparecía en la pantalla, todos nos dábamos por vencidos, por derrotados.

Pero un día, cuando estaba enseñándole a jugar tetris a mi papá y salió la terrorífica frase en mi monitor, recuerdo su expresión “¿y cuál es el otro juego?”, recuerdo que lo mire y le dije perdiste, no hay otro juego; y el me respondió: pero es que eso significa otro juego, yo quiero mi otro juego.

Desde entonces deje de ver esa frase como una derrota, dejé de mirarla como algo negativo, como lo peor que me podía pasar y empecé a verla como un llamado a seguir, como una invitación a no rendirme, tenía una nueva oportunidad, tenía la oportunidad de volver a empezar y hacerlo mejor… no era el final, era un nuevo juego.

Aunque muchas veces nos cuente trabajo entenderlo, cada derrota, cada fracaso, cada caída, son solo una invitación a volver a intentarlo. Son una invitación a que lo volvamos a hacer, a que aprendamos de nuestros errores y digamos “aquí voy otra vez”, esta vez lo voy a hacer mejor, esta vez voy a entregarlo todo de mí.

Por eso en la evaluación que hagas de este cierre de año, cuando encuentres las cosas que no alcanzaste, los sueños que no cumpliste, no te des por vencido, el cierre de año es solo una oportunidad para volver a empezar, para iniciar nuevamente tu juego, para corregir los errores del pasado y volver a hacerlo… no es el final, es la oportunidad de un nuevo inicio.

Así que no dejes que la frustración y el sentimiento de impotencia te derroten, lo que no hayas logrado, tienes una nueva oportunidad de volver a hacerlo.

Game over, sólo es una invitación a que vuelvas a empezar tu juego.


Fuente imagen: https://lamenteesmaravillosa.com/wp-content/uploads/2013/11/article_13838552164.jpg

sábado, 5 de noviembre de 2016

Silencios que envenenan


Hace algunos años una persona muy especial me enseño que las cosas que se piensan y no se dicen “generan cáncer”, que siempre debíamos expresar lo que sentíamos, que guardar eso nos iba destruyendo poco a poco por dentro, hasta que ya no pudiéramos más, casi como dice una imagen por las redes “No es lo que decimos lo que nos mata, es lo que no expresamos lo que nos destruye”.

Lo triste es que muchas veces nos guardamos nuestros pensamientos, creemos que las personas deben suponer lo que sentimos, que lo que nos molesta es evidente para los demás, en muchos casos llegamos a conjeturar y a suponer que “si el otro nos conoce, debe saberlo” y vamos por la vida guardando y almacenando todo lo que sentimos y pensamos.

Nos vamos por la vida haciendo las cosas que no nos gusta, por el simple hecho de guardar en el corazón todo lo que nos hace daño, para no ir a lastimar a los demás o porque los demás deberían saberlo… y olvidamos que simplemente los demás son diferentes, no saben lo que sentimos, no sienten como nosotros, es más, aunque parezca increíble, no piensan como nosotros.

Y poco a poco, todo eso que callamos, todo eso que guardamos va envenenando el corazón, nos va destruyendo paso a paso, como si estuviéramos tomando un veneno en dosis muy pequeñas y sin darnos cuenta nos va destruyendo, primero mata nuestras sonrisas, luego mata nuestras esperanzas y por último mata nuestro deseo de continuar.

Vamos sintiendo que el mundo no está hecho para nosotros, nos aislamos sentimentalmente y creemos que estamos hechos para sufrir, que esta injusta vida nos trajo al mundo solo para derramar lágrimas… lagrimas que no siempre son visibles, que a veces son internas para que el mundo no nos vea llorar, pero nuestro corazón siempre está así… melancólico y desesperanzado.

Creemos que le hacemos un bien a los demás al no decir lo que sentimos, al no expresar lo que nos molesta, a seguir aguantando las tristezas de la vida sin hacer nada, simplemente sufriendo y llorando por dentro… perdemos amores y personas valiosas porque nos llenamos de sentimientos sin expresar y dolores sin mostrar.. Hasta que todo revienta.

Pero nunca es tarde para cambiar, nunca es tarde para renacer, para expresar lo que sentimos, para que ese cáncer no nos mate por dentro… Siempre que estemos vivos tenemos la posibilidad de renacer como el fénix de nuestras cenizas y soltar, decir, gritar, llorar… pero no guardar.

La vida no nos trajo a guardar nuestros sentimientos, no nos trajo a guardar lo que nos molesta, no nos trajo a aguantarnos lo que no nos gusta… nos trajo a vivir, a expresarnos, a sentir… a decir… nos trajo a ser felices.

Y aunque alguien nos pueda decir que la felicidad son momentos, no, la felicidad es un camino, un camino donde vivimos fuerte e intensamente, donde no hagamos las cosas por “compromiso” donde hagamos lo que hagamos sea por amor, sea porque queremos, porque nos nace hacerlo.

Vive, no lo dejes para mañana ¡hoy es el día!, expresa, di, deja de hacer lo que no te gusta, libérate de lo que te hace cautivo, vive la vida intensamente, no almacenes sentimientos ni dolores, guarda recuerdos, sonrisas… guarda en tu corazón lo que te hace grande…

Y sobre todo, recuerda que la única persona de la que realmente eres responsable eres tú mismo y cuando realmente vivas, podrás ayudar a otros a vivir.



Fuente imagen: http://fmdelpuebloazul.com.ar/fm/wp-content/uploads/2015/05/SILENCIO.jpg

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Viviendo en cautiverio



Uno de los derechos fundamentales que contempla nuestra constitución es el de la libertad, la cual en su artículo 28 dice:"Toda persona es libre. Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado[...]" siendo claro que al menos en el papel el cautiverio no está permitido. Claro está, esto no solo lo encontramos en la carta magna, es evidente que uno de los grandes temores de todo ser humano es perder su libertad.

Por eso generalmente cuando alguien trata de coartar nuestra libertad, de manipularnos, de secuestrarnos o de vulnerarnos en alguna medida este trascendental derecho, surge toda nuestra garra y deseo de lucha, somos capaces de jugarnos la vida, con tal de no perder nuestra libertad, tenemos muy presente en nuestro corazón que nada nos debe dejar en cautiverio. También es por esto que el mayor castigo para el hombre siempre será la privación de la libertad.

Sin embargo, algo que es muy interesante en el corazón humano, es ver como nosotros mismos nos ponemos en cautiverio a nosotros mismos, como nuestros miedos y frustraciones generan un mecanismo de defensa que lo único que nos lleva a ponernos "tras las rejas", una prisión emocional en la cual dejamos atrás nuestros sueños, nuestros ideales y nuestros gustos.

No es necesario que alguien nos encierre en "cuatro paredes", el miedo y la frustración se encargan de eso, nos llevan a tomar decisiones encaminadas y dejar de ser quienes queremos ser, ya sea por la búsqueda de la aceptación, por el reconocimiento de los demás o simplemente porque consideremos que nuestros gustos solamente nos van a generar más dolor, y entonces decidimos encerrarnos y morir presos de nuestros miedos, frustraciones e infelicidad.

Son muchas las personas que deambulan por las calles todos los días, pero que sus corazones realmente viven en un cautiverio constante de frustración y tristeza, tienen la posibilidad de salir corriendo en búsqueda de la felicidad, pero su “estado de confort” no los deja dar un paso por alcanzar sus sueños e idales.

Todos los días los ves convenciéndose a ellos mismos que no existe otro camino para vivir, que no existe otra forma de vivir, que ya “tomaron una decisión” y no pueden moverse de ahí, porque si no se mantienen en lo que decidieron no tienen palabra.

Lo triste de estas decisiones y posturas es que cuando las ves “desde la barrera” sería como ver a una persona atándose así misma o encerrándose en la prisión y lanzando la llave lejos… luego sentándose con el rostro lleno de resignación porque “no tiene otro camino”…

Pero no es cierto, ese solo es otro engaño del miedo, sólo es otro engaño de quienes nos quieren ver oprimidos e igual a los demás, es solo una forma de caminar por un camino seguro y que conocemos que no nos genera temor, que no nos hace sentir vivos… que nos hace estar como muertos.

La decisión es tuya, de cada uno… ser mi propio carcelero y llevar una vida “sin sobresaltos, ni emociones” que nos prepare de una vez para la muerte; o vivir, vivir con emoción con penas y llanto, pero con risas, con carcajadas… con felicidad, con libertad, con la posibilidad de correr y de caernos y rasparnos… Vivir como se debe, con intensidad…

Recuerda que estas vivo y aunque la muerte sea inevitable no significa que tengas que vivir para ella… debes vivir para ser feliz y que cuando llegues a la tumba… puedas decir que realmente viviste.

No esperes a mañana… puede ser muy tarde.



Fuente imagen: http://dossier33.com/wp-content/uploads/2016/06/secuestro.jpg