sábado, 3 de agosto de 2019

Insatisfacción desoladora




Hay momentos de nuestra vida donde como diría el poeta “solo abrojos nuestra planta pisa” donde cada paso que damos parece llevarnos cada vez más a un abismo del cual creemos no encontrar salida. Donde todo es solo oscuridad y tristezas, pero la fuerza y la esperanza nos ayuda a superarlos y salir de ellos.

Y otros momentos donde la vida nos sonríe, donde cada paso que damos nos ayuda a crecer y superar las dificultades. Donde cada decisión, cada acción son un camino al éxito que siempre hemos querido. Sin embargo, por extraño que parezca, a veces en ese camino de rosas se oscurece nuestro corazón.

Es sumamente extraño como caminando en ese camino donde deberíamos sentirnos completos y triunfadores, sentimos un vacío existencia, algo nos falta, nos sentimos todavía incompletos… es una insatisfacción desoladora, queremos más y no sabemos que es lo que queremos. Y buscamos como llenar ese vacío con lo que creemos que nos puede llenar.

Recurrimos a las pasiones, los vicios, los espacios superficiales donde al estar rodeados obligatoriamente tenemos que sonreír, donde obligatoriamente tenemos que mantener una careta de felicidad, pero por dentro solo encontramos una vacuidad que jamás se logra satisfacer.

No importa que tengamos el éxito profesional o laboral que deseamos, que incluso tengamos el dinero que nos sustente nuestras necesidades y gustos, algo hace falta, algo no nos permite sonreír con honestidad. Al mejor estilo de Garrick, nos pintamos una sonrisa pero en nuestro interior solo hay una desolación abrumadora que no logramos sanar.

Buscamos la soledad, los espacios donde nos podamos sentar aislados para alimentar esa desolación con nuestro constante pensamiento, y nada, absolutamente nada nos llena de felicidad. Y las pasiones que usamos como placebo, para superarla, solo logran incrementar más ese vacío existencia.

Pero ese no es el camino, entre más nos llenemos de superficialidades y placebos, solo estamos empeorando la situación. Es entonces donde en lugar de pensar en las ausencias y carencias, debemos voltear la mirada a todo lo maravilloso que nos rodea. A todas las bendiciones que la vida nos está otorgando.

La solución es cambiar nuestra actitud infantil de exigir y empezar a agradecer, agradecer a Dios, a la vida, al universo… a quienes nos aman, a quienes nos acompañan para darnos su amor, por caminar sobre este mundo tomados de la mano. Dejar de pensar en la vacuidad y pensar en todo lo que tenemos, en todo lo que esta a nuestro alrededor, no dar el espacio a que en ese camino de distracción perdamos eso que teníamos por pensar en lo que no tenemos.

Como solía decir el gran Facundo Cabral, no estas deprimido, estas distraído, distraído de la vida que te rodea, de la naturaleza, del amor, de las personas que te aman… de las cosas maravillosas y estás prestando atención a un vacío inexplicable, porque es solo eso, un espacio que será llenado cuando dejes de mirarlo y te concentres en lo mucho que tienes.

Solo entonces te darás cuenta de que ese gran cráter en tu existencia emocional se cerrará con la llenura de tu gratitud.

Por lo menos así lo veo yo.

sábado, 22 de junio de 2019

Flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones




En medio de una conversación de amigos, en la celebración del onomástico de una de las mas queridas miembros del grupo, y en medio de la típica conversación de un grupo de adultos con la vida organizada y las metas en proceso de ser alcanzadas, Doña mamá le consulta a su hija cuales eran mis posesiones al respecto… y con la confianza que nos tenemos ella me dijo “cierto que tu como la canción “flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones”.

Y en el camino de regreso a mi casa, en esos silencios reflexivos que a veces se dan cuando no quieres hablar con el conductor del “Uber” me senté a hacer una retrospectiva de mi vida. Y después de 20 años de estar trabajando casi día y noche lo único material que poseo son unas cuantas mudas de ropa, un celular con la pantalla rota y unos audifonos bluethoot, porque hasta mi reloj es prestado.

Fue dura la reflexión ¿Qué he hecho de mi vida todos estos 20 años? Sin nada que me acompañe, sin nada que me sustente, más que unas cuantas deudas. La verdad es que, si como dice la canción “cuanto tienes, cuanto vales” en este momento les quedaría a deber, porque lo único que me acompañan son unas deudas con Bancolombia y Banco de Occidente.

La verdad es que si de algo estoy seguro, es que yo le prohibiría la junta a mis hijos conmigo y si tuviera una hija no la dejaría acercarse a mi… Definitivamente no soy un buen partido para nadie. De razón todas las mujeres con las que he estado tienen su locura, hay que estar tostado para enamorarse de mi y querer tener algo serio conmigo… no tengo absolutamente nada que ofrecer.

Y pensando que he hecho estos 20 años, sé que he cometido muchos errores… hablo de 20 porque es desde que empecé a trabajar. Durante este tiempo he cometido muchos errores, he sustentado muchos vicios y placeres, aunque también he ayudado a algunas personas. Y en este camino lo único que me ha quedado son cosas intangibles que no se pueden comprar o vender:

Tengo dos padres maravillosos que han tolerado todas mis locuras y siempre me han dado la mano, que se quitarían el pan de la boca para dármelo a mi, tengo una hermana hermosa que me ama y admira disque por inteligente, tengo tres hermosos hijos que hoy puedo decir que me aman y admiran sin tener motivos ni razones, tengo un grupo maravilloso de amigos que siempre me han dado la mano y con los que se que nunca me faltará una copa de vino, una cerveza o un plato de comida.

Tengo un cúmulo de aventuras y experiencias que algún día me atreveré a escribir… donde he conocido muchos ámbitos de la vida, desde almorzar en la misma mesa con el vicepresidente de la república, hasta estar sentado en un anden a las 3 de la mañana fumando un cigarro con un habitante de la calle sentado junto a mi.

He caminado todo lo que he podido, soy un poeta y escritor fracasado, un bohemio empedernido amante del arte y la buena vida, un optimista empedernido que siempre cree que todo será mejor mañana y creo que un buen amigo con el que siempre se puede contar.

Se que la vida no ha llegado a su fin, que hay cosas por alcanzar y metas que superar, nuevos caminos por andar y sobre todo nuevas cosas que vivir… no se si el día de mañana ya tenga posesiones materiales, se que quiero terminar mi maestría, seguir con un doctorado, pero sobre todo quiero seguir viviendo, aprendiendo, conociendo y enseñando.

Quiero seguir manteniendo el amor de mi familia, la admiración de mis hijos y el aprecio de mis amigos, quizá en otros 20 años tenga algunas cosas más, pero sobre todo quiero acumular más intangibles para mi vida, como que mi hijo de 17 años dejara su juego de video aun lado y me dedicara toda su atención mientras le hablaba de física, matemática, psicología e historia… y lugar de aburrirse me preguntara con el interés y la curiosidad de un niño de 5 años… fue simplemente hermoso.

No soy un buen partido como pareja… pero nunca será aburrido hablar conmigo… Feliz día para todos.

jueves, 13 de junio de 2019

Te vas a arrepentir




Alguna vez hablando con mi anciano padre me contó una anécdota (no se que tan documentada) del dialogo entre Sócrates y uno de sus discípulos sobre una trascendental decisión que debía tomar en su vida: casarse o no casarse. Y entonces el gran filósofo solo tuvo a bien contestarle: “si te casas te vas a arrepentir, pero si no te casas, también te vas a arrepentir”.

Siempre me dejó un sin sabor recordar esa historia, como es posible que sin importar el camino habría algo de que arrepentirse, y entonces que pasa con los finales felices, con las decisiones “obvias” esas que sine qua non te conducirán a ese estado fundamental de felicidad, esas decisiones que tomas completamente seguro de que no habrá nada, absolutamente nada de lo cual arrepentirse.

Pero a medida que la vida me ha llevado por diferentes caminos me he dado cuenta que sin importar lo bueno, lo malo, lo perjudicial o benéfica que pueda parecer una decisión en la vida, ese camino que decidiste dejar atrás siempre traerá consigo un “¿Y si yo hubiera?” y entonces vienen los lamentables arrepentimientos.

Desde decisiones elementales como que comer, que vestir, por donde irse, a donde ir, donde trabajar, etcétera… siempre el camino abandonado, la ruta no seleccionada nos generará en el fondo un sentimiento de tristeza y desolación. Pero entones ¿cuál es el camino?

Algunos deciden llevar la vida sin tomar decisiones, solo dejarse llevar como hojas al viento y consideran que lo que pase será fruto del “karma” de vidas pasadas y por tanto no hay mucho sobre lo cual decidir, no hay muchas rutas que seleccionar o decisiones sobre las cuales responsabilizarse.

Otros prefieren volverse grilletes de sus propias decisiones, yendo por la vida sin cambiar de decisión sosteniéndose cual muro de concreto sobre las decisiones tomadas y manteniendo los embates de la vida en su decisión a pesar de los sufrimientos y agonías que estas les puedan generar. Consideran que al tomar una decisión no hay otro camino no hay otra vía y se deben “mantener firmes”, convirtiéndose en mártires de sus acciones.

Pero ninguno de estos caminos conduce realmente a una paz, la vida no se puede vivir al viento, sin responsabilidad sobre mis actos o sobre lo que pasa en mi vida, todo lo que pasa en mi vida es consecuencia de una decisión que tomé o dejé de tomar, y eso es lo primero que debo tener en la mente.
Lo segundo, evaluar cual es el daño que puedo causar terceros con mis decisiones, porque no podemos ir por la vida dejando huellas de dolor en los corazones de otros cada que tomamos una decisión, pensando egoístamente solo en nuestra necesidad… como si fuéramos Mr. Hide, liberando siempre nuestra pasión y deseos sin ninguna medida más que nuestro propio disfrute.

Lo tercero, evaluar que tanto aporta cada decisión en para el logro del fin último de cada ser humano, ser feliz y vivir en paz. Teniendo claro, como en el derecho, que mi bienestar y mi felicidad no puede estar cimentada en el dolor o la amargura de otros. Lo difícil de esta parte es tener la claridad real de que es lo que realmente me hace feliz, de que es lo que realmente quiero, sueño y aspiro.

Lo cuarto, que no somos un árbol plantado que una vez tomada una decisión no hay otro camino, no hay retorno, ni posibilidad de cambio. Como seres humanos, lo más bello que tenemos es la posibilidad de cambiar. Y no solo la posibilidad, tenemos la necesidad de crecer, de cambiar, de seguir, de evolucionar. No importa cuanto tiempo haya pasado, siempre habrá la oportunidad de cambiar una decisión. Obvio se debe tener presente que toda decisión tiene una consecuencia y quizá cuando quiera cambiar ya no tenga los mismos caminos, pero ponerme yo mismo el grillete.

Y quinto, aunque algunas decisiones nos generan algún sentimiento de desolación o tristeza, no todo es para siempre. A veces los caminos más difíciles y desolados son los que nos conducen a los mejores paraísos, el secreto esta en tener la absoluta certeza de cuales fueron los motivos para tomar una u otra elección.

Por lo menos así lo veo yo.

domingo, 21 de abril de 2019

¡Es una trampa!



Desde que empezamos a tener algo de conciencia deseamos fervientemente crecer, ser adultos y tomar las riendas de nuestra vida, creemos que con la adultez vienen cosas maravillosas, que será increíble cuando alcancemos esa etapa. Lo más bello es que desde que cruzamos la línea de la mayoría de edad nos toparemos en todo el camino con personas que siempre nos dirán “qué esperas para madurar, ya no eres un niño” y ahí vamos por la vida tratando de llegar a esa consabida y deseada adultez madura.

Sin embargo, aprovechando un poco que hoy estamos en Domingo de Pascua, quiero recordar las palabras de aquel carpintero de Galilea cuando un grupo de niños se acercó él y sus discípulos trataron de distanciarlos “dejad que los niños vengan a mí […] porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos”. No voy a entrar en conjeturas religiosas o discusiones bizantinas. Para partir diferencias voy a considerar el reino de lo cielos parte desde este plano de la realidad, sin entrar a hablar de lo que pasa después de la muerte.

Y partiendo de esa premisa, que el reino de los cielos (entiéndase paraíso) es de quienes son como niños, es importante definir cómo son los niños y cuál es la diferencia con los adultos. Quizás muchos no compartan las siguientes líneas de mi disertación, pero así lo veo yo.

En primer lugar, los niños no guardan rencor, aprenden a perdonar a otros y a ellos mismos con la facilidad de un abrir y cerrar de ojos. Los niños saben que lo importante es reír, jugar, disfrutar y que el tiempo es oro y no se debe perder en pleitos y rencores. Saben que ese que hace cinco minutos me pegó, ahora es mi compañero y vamos a ganar…

Los niños dan sin medida, porque cuando dan, viene del corazón. Los niños no dan por presión social o por quedar bien con otros, cuando deciden ayudar lo hacen porque su corazón se los dictó y no están pendientes de retribución o premio, solo de la mera satisfacción de haberlo hecho. Del mismo modo, ellos no están pendientes de la opinión de los otros frente a sus actos, cantan, ríen, juegan, saltan, se ensucian y nunca están pendiente de lo que otros puedan pensar, decir u opinar frente a lo que ellos están haciendo. Hacen todo lo que los llena, les genera felicidad y los transforma y eleva a ser felices.

Para un niño lo material no es realmente importante, eso lo han aprendido de nosotros, para ellos es tan divertida una caja de cartón que se puede convertir en una casa o un castillo, como la última Play Statión o el Xbox de última generación, aunque para ellos es más versátil la caja. Ellos no miden a las personas por lo que les pueden dar, sino por lo que pueden compartir, para ellos es más valioso el tiempo dedicado que el dinero otorgado.

Los niños JAMÁS se adaptan a una zona de confort, ellos necesitan cambiar, aprender, evolucionar, seguir… ellos jamás están conformes con lo que no los haga sentir bien, eso los entristece, los desalienta y aburre. Y con base en esto miden todo lo que hacen y deciden en sus vidas, su nivel de medida para todo es que tanta sonrisa me genera, que tanta felicidad me causa, que tan bien me hace sentir.

En cambio, los adultos; no sabemos perdonar, siempre estamos trayendo a colación las heridas del ayer, los dolores del pasado, las penas y amarguras. Nos quedamos atascados en lo que nos hicieron o lo que nos hicimos nosotros mismos “porque es parte de mi y no lo puedo dejar atrás”.  Por otro lado, rara vez los adultos damos sin medida, generalmente damos esperando recibir algo en retribución, y no hablo solo de dinero. Esperamos recibir atención, cariño, prelación. Esperamos que nos devuelvan lo que damos porque damos para recibir, no por el placer de hacerlo.

Y en cuanto a la opinión, nuestra carta de navegación y decisiones es, sin lugar a duda, las opiniones de los demás: no saltamos, no reímos, no cantamos a todo pulmón porque los otros que podrán estar pensando de nosotros, qué nos van a decir, cómo nos van a mirar. Mantenemos un vínculo constante de aceptación y dependencia de los demás, no somos por nosotros mismos, sino por lo que los otros piensan y ven en nosotros. Somos unos adictos absolutos a los demás y no somos capaces de vivir sin esa droga.

Y para acabar de completar, lo material para los adultos se convierte en su indicador más importante de éxito, al mejor estilo de la canción “cuanto tienes, cuanto vales”. La vida se convierte en una lista de chequeo donde debe estar “la casa, el carro y la beca”, pero poco la felicidad, la experiencia, el camino, las sonrisas y alegrías. Más aún, es tal nuestro afán de tener y poseer tanto bienes, como personas, que nos olvidamos de que estamos aquí para alcanzar “el paraíso” (la felicidad) y nos quedamos pegados en lugares infelices y amargados, con tal de no perder lo que hemos conseguido, porque es más importante tener que ser.

Por eso mis amigos, yo creo que crecer es una trampa, es un camino a la tristeza, a la infelicidad, a la amargura. A un camino lleno de listas de chequeo de cosas que debo tener y hacer; pero no a vivir sin listas, sin miedos, sin tristezas… Yo lo creo y te lo digo, crecer es un engaño que busca que nos olvidemos de lo más importante… ¡Vivir!


miércoles, 17 de abril de 2019

Deje así




Corrían los primeros años de mi adultez, ya laboraba y tenía a mi primer heredero cuando surge una de las comedias que más a marcado nuestra bella cultura Colombia; o por lo menos la recreo al pie de la letra: la pelota de letras. Esa comedía que presentaba nuestra cultura y comportamientos como una radiografía, nos hacía reír y nos ponía a reflexionar frente a nuestras costumbres y actitudes.

Una de las cosas que más me llamó la atención fue una frase que era presentada por el comediante (Andrés López) como uno de los clásicos distintivos de las madres: “¡Deje así!”. Esta frase representaba uno de los “mantras” (según el comediante) con mayor poder sobre nosotros, nos cerraba, nos dejaba sin rumbo, perdidos en un gran vacío. Era muy cómico recordar cada vez que nuestra madre había usado esta frase y verlo representado en el espectáculo.

Pero lo más cómico, es como se ha vuelto nuestra regla de vida, como esta expresión ha marcado (en muchas ocasiones) nuestra forma de actuar y de vivir. Son muchas las veces que en lugar de hacer algo frente a nuestra infelicidad, frente a nuestra angustia o frente a nuestros problemas, simplemente nos cruzamos de brazos, bajamos la cabeza y “dejamos así”.

Cuantas veces en nuestra vida tomamos los rumbos equivocados, nos juntamos a personas, empresas o lugares que en lugar de aportarnos nos robaban energía, tranquilidad, felicidad o paz, y en lugar de hacer algo por cambiar esa situación y continuar creciendo y avanzando, preferimos, cual madre de antaño, bajar la cabeza y decirle a nuestro Andrés López interior “¡Deje así Andrés!

Simplemente nos acostumbramos a nuestra zona de confort, y es que aunque algunos no lo crean “maluco también es bueno”, en otras palabras, lo desagradable también se convierte en zona de confort. Es el lugar que conocemos, la empresa en la que he trabajado por años, la persona que conozco y pues que pereza tener que volver a empezar.

Y entonces simplemente dejamos de vivir, simplemente nos volvemos un ente que respira, camina y se amarga; pero que nunca hace nada para cambiar su realidad, solo se queja y aflige, pero es incapaz de tomar las riendas de su vida para hacer algo en pro de lograr su felicidad. Porque da más temor emprender el camino a lo desconocido que aguantarse su triste y lamentable realidad.

¡Pero No! No debemos dejar así, no vinimos a este mundo a aguantarnos la infelicidad, la injusticia, la tristeza, la amargura… vinimos a luchar, a vivir, a ser felices y sonreír ante el sol y las estrellas, vinimos a crecer y cambiar, a ser mejores cada día… no simplemente a acostumbrarnos a una zona de confort.

No señores (y señoras), estamos hechos para aprender, y aprender significa salir de la zona de confort, buscar, empezar de nuevo cuantas veces haya que hacerlo… Estamos en este mundo para ser felices y hacer felices a quienes nos rodean.

Por eso, si algo te hace infeliz, si algo te roba la tranquilidad, si algo te agota y te quita la paz, ¡Cámbialo! Crece, aprende, vive, inicia… renuncia a lo que no te ayuda crecer, deja atrás lo que no te aporta… pero jamás, jamás dejes así.


Fuente imagen: https://gananci.com/zona-de-confort/

miércoles, 10 de abril de 2019

El que no sabe para donde va…



Hace algunos años, estando en una capacitación sobre formulación de proyectos, el capacitador haciendo énfasis en la definición de los objetivos de los proyectos nos digo: “el que no sabe para donde va, cualquier bus le sirve…”. Las risas no se hicieron esperar en el auditorio, fue bastante hilarante.

Obviamente durante muchos años utilice ese mismo “chascarrillo” par soportar en mis clases la importancia de los objetivos en los proyectos; pero sobre todo de la claridad de estos para dar una orientación de que se quiere lograr y a donde se quiere llegar. Ha sido bastante útil en los procesos de capacitación, pero se había convertido en un paisaje dentro de mi discurso.

Solo hasta ahora, cuando han pasado varios meses donde me he sentido sin rumbo, un poco desubicado profesionalmente y apuntándole a todo lo que se mueve (laboralmente hablando) en la búsqueda de una estabilidad personal y profesional me di cuenta de una realidad que había pasado por alto… no he tenido claro cuál es mi destino, a donde quiero realmente quiero llegar.

Es en estos momentos de reflexión que me di cuenta que con todos los conocimientos sobre proyectos y administración que he adquirido en más de quince años de experiencia profesional, en la cual he dirigido proyectos, liderado proceso y orientado equipos, yo me encontraba sin un rumbo claro (en casa de herrero, cuchillo de palo).

Y entonces comprendí que estoy inmerso en una “activitis” sin sentido, sin rumbo, ni destino. Simplemente haciendo cosas para tratar de cumplir con mis obligaciones financieras pero no he sentado a clarificar mis objetivos, mis deseos, sueños y metas y trazar a partir de estos las acciones que debo emprender, las decisiones que debo tomar y sobre todo las estrategias que debo implementar.

Cuantas veces nos dejamos inundar por los afanes diarios, por las nostalgias de un pasado exitoso o por los temores de un futuro incierto y empezamos como locos sin destinos a apuntar a todo, dispararle a todo para ver si en algún momento logramos pegarle a algo y encontrar la tan anhelada estabilidad.

Pero todo lo que estamos logrando con eso es atomizar los esfuerzos, perder energías y desgastarnos sin lograr realmente algo que nos ayude a crecer y así darle la mano a otros para que también puedan crecer con nosotros.

Esa es la oportunidad para detenernos, hacer un verdadero alto en el camino, revisar nuestras metas, plantear los objetivos que queremos alcanzar, definir las metas a corto mediano y largo plazo. Y con todo esto claro, definido y estructurado, proceder a plantear las acciones.

Es difícil enfocarse, mantener la mirada puesta en un punto es totalmente estresante. Concentrar los esfuerzos requiere disciplina y sobre todo constancia, dos de cosas más difíciles de llevar a cabo; pero son realmente el secreto que nos conduce a cualquier destino que nos hayamos planteados.

Así que, he decidido hacer un pequeño alto en el camino, evaluar mi vida y definir mis objetivos… para continuar con miras a lograr los sueños que me he planteado.

Espero que te tomes ese pequeño alto, recuerda “el que no sabe para donde va…”


miércoles, 27 de febrero de 2019

Un regalo




Estamos a unos días de mi onomástico, ya van a ser 38 primaveras de haber abierto por primera vez los ojos en este plano de la vida. Estas fechas están llenas de sueños, metas para el año venidero, evaluaciones de lo realizado en pasado y expectativas por quienes serán los corazones que compartirán esta fecha tan especial con nosotros.

Y entre todo lo que se piensa y se evalúa, por superficial que parezca, son los regalos que nos han dado a lo largo de los años donde nos detenemos un poco más. ¿Quién me ha dado regalo de cumpleaños? ¿cuál ha sido el más transcendental, el mejor, el más recordado, el que más duró? Y entre tanta pendejada que se viene a la cabeza, entre tantas ideas que van y vienen, llegué a una conclusión. El mejor regalo que la vida me ha otorgado fue mi padre.

En las primeras horas de mi infancia recuerdo siempre sus consejos, sus historias, aquellas que me llenaron de recuerdos sobre batallas de la antigüedad, de reyes malditos, de repartos del mundo y incluso de parvadas de palomas. Cuanto hablaba de Pitágoras, de Platón, de Sócrates y Thales, cuando discutíamos sobre el “cogito ergo sum” o el “vini vidi vici” de Julio Cesar.

Están en mi memoria las vacaciones a su lado trabajando, hasta que el cuerpo aguante porque “hay que terminar” y todo debe quedar bien hecho. Las largas a caminatas con destino. Las sentadas tomar “vitamina S” o las tardes de escuela donde al tomar mi descanso en se encontraba sentado en “asofamilia”.

Ha sido mi guía, mi inspiración, mi consejero, mi ejemplo. Sus palabras me ayudaron a no caer en más vicios, a superar los momentos de necesidad. A buscar siempre ser el mejor en lo que hago. A trabajar con entrega y sobre todo a estudiar.

No se que me depare la vida, no se cuentos retos, cuantas aflicciones o cuantas metas por superar, solo se que sus consejos, sus palabras y su ejemplo serán siempre la guía para tomar los mejores caminos que emprendamos.

Cierto, he cometido muchos errores. Pero cada que lo evalúo encuentro sin muchas sorpresas que siempre fueron aquellas decisiones que no contemplaron sus consejos y que cuando lograba supera las aflicciones, estaba de base sus consejos.

No creo realmente algún día tener su sabiduría o su fuerza de voluntad para soportar las tentaciones y superar las dificultades, no creo nunca llegar a ser una pequeña sobre como padre, de lo que el lo ha sido, tanto como padre, como abuelo. Pero solo espero que la vida me permita verlo siempre sonreír, por lo menos por muchos cumpleaños más.

Solo me resta decirle a la vida, gracias por ese maravilloso regalo, gracias por mi padre.

domingo, 17 de febrero de 2019

Un "aventon" en el DeLorean




Una de las grandes ilusiones en mi infancia fue darme un paseo en este maravilloso vehículo, aunque nunca pude definir muy bien que prefería, si viajar al pasado o al futuro, pienso que me habría quedado un buen rato definiendo cuál sería mi destino, la fecha exacta, el lugar. La encrucijada parte porque el pasado y la historia siempre han sido una de mis pasiones, además, tener la posibilidad de regresar en el tiempo y solucionar algunos errores de mi familia, hubiera sido algo maravilloso.

Regresar y obligar a mis padres a no meter las patas en tantos negocios "chimbos", no dejarse tumbar tan fácilmente, eso quizá me hubiera asegurado un presente mucho más "holgado" (económicamente), también estaba el poder presenciar algunos eventos históricos y quedarme con un recuerdo del momento, viajar a la época de hermanos Wright y ver volar el primer avión o vivir en carne propia el mítico concierto de Woodstock. Serían momentos para tener atesorados en la memoria.

Sin embargo, viajar al futuro y conocer cómo sería mi vida dentro de 25 años, ver si cumplí mis sueños o terminé frustrado, como sería mi familia, en fin. Me gustaría saber si el Apocalipsis zombies se cumplió, la catástrofe nuclear se hizo realidad o si aprendimos la lección y por el contrario vivimos en un mundo organizado, al estilo de los supersónicos, calles donde no es necesario caminar, donde no sean necesarios parqueaderos porque podemos guardar los vehículos en pequeñas cápsulas. Lo cierto es que en definitiva haría lo que hizo Marty Mcfly, buscaría los registro de los números ganadores del baloto de los últimos 25 años para asegurar mi futuro, esperando no convertir la tierra en ese mundo paralelo de Biff Tannen.

Justo en ese momento me senté a disertar un poco sobre tanto sueño fantástico y me di cuenta que conocer ese supuesto destino le haría perder todo el sabor a la vida, ya no habría emociones, sorpresas, los triunfos ya no se sentirán iguales, sería como ver jugar un equipo de fútbol que nunca pierde, no abría emoción. Entonces recordé la frase del Doctor Emmett Brown "... Significa que tu futuro no está escrito, ni el de nadie, así que escríbanse uno bonito, para ambos".

Comprendí entonces algo especial, lo hermoso de la vida es la emoción diaria de saber qué va a pasar después, a donde me llevarán las decisiones que tome. Ser feliz en el camino, no por el resultado, que hoy soy lo que soy por los aciertos y fracasos de ayer, que quizá si las cosas fueran distintas hoy tal vez ni existiría. Aprender que cada decisión que tome me construye un futuro y soy yo quien puedo hacerlo feliz o desdichado.

Concluí que conocer lo que va a pasar lo único que me convierte es en un autómata amarrado a un "destino" y aunque muchos lo crean así, prefiero vivir pensando que mi futuro no está escrito, que yo seré en lo escriba cada día de mi vida.

Espero construirme un maravilloso futuro.


martes, 29 de enero de 2019

Viejos los cerros


Mi padre suele decir “viejos los cerros y reverdecen” cada que alguien quería insinuar que por su edad no estaba en capacidad de hacer o lograr algo. Dejando claro que la edad no es el límite para hacer las cosas, ni la excusa para no lograr los sueños o las metas. Esta graciosa comparación siempre me ha dejado divagando sobre reverdecer.

Son muchas las ocasiones, cuando se aproxima nuestra fecha de cumpleaños, esa conmemoración del primer día que abrimos nuestros ojos en este plano… que empezamos a sentirnos viejos, agotados e incapaces, en especial cuando las velitas en el pastel superan las 30.

Por alguna extraña situación cuando las vamos alcanzando la 4 década de vida, y en adelante, las personas tienen la tendencia a sentirse acabadas y desmotivadas, especialmente cuando siente que las metas autoimpuestas, a partir de los resultados de otros, no han sido alcanzadas o incluso estamos muy lejos de alcanzarlas.

Y es que de una extraña manera, toda la vida vivimos buscando expresar nuestra individualidad, nuestra diferencia con los demás, el hecho de que somos únicos y diferentes. Pero a la hora de evaluar nuestros resultados, de revisar las metas y sueños alcanzados, nos comparamos con otros, pensando que tenemos que hacer y alcanzar las metas al ritmo o capacidad de otro, y sino es así, nos sentimos incapaces, inútiles y fracasados.

Y si a esto le sumamos la edad, el nivel de frustración se eleva exponencialmente… olvidando que muchos de los que marcaron la historia, que muchos de los que han dejado huellas positivas en el mundo lo hicieron en un estado avanzado de edad; sin embargo jamás pensaron la vejez fuera una limitante… que la adultez fuera sinónimo de incapacidad.

Todo lo contrario, la edad era entendida como experiencia, los años como conocimiento y tiempo vivido, como un cumulo de herramientas que favorecerían la posibilidad de alcanzar los sueños y las metas impuesta. Reverdecieron, no se dieron por vencidos, no se sintieron fracasados y dieron un paso atras. Avanzaron, lucharon, se levantaron ante cada caída y buscaron una nueva forma para alcanzar sus sueños.


Así que no fue la edad la que los detuvo, esta fue una oportunidad de volver a nacer, fue una oportunidad de alcanzar nuevamente sus metas y seguir evolucionando como ser humano. Así que los años, sean 40, 50 o 60 no son el límite para alcanzar tu sueños o lograr tus metas, lo único que te puede detener es tu forma de ver el mundo, es tu capacidad de luchar, de levantarte; pero sobre todo, tu capacidad para ver todo el maravilloso ser que eres y que está en construcción.

miércoles, 23 de enero de 2019

¿Y la materia prima?




Últimamente he vuelto a las discusiones sobre política, actualidad, estado y demás temas relacionados. En medio de una de mis clases, hace algunos días surgió el tema de lo altamente corrupto de las instituciones públicas, los dirigentes y los encargados de hacer cumplir la ley. Fue entonces donde disertando sobre el asunto y recordando algunas posturas afirme en mi clase que el problema somos realmente nosotros.

Cierto, son muchas las publicaciones que hablan de que el problema somos todos, porque no leemos, porque no nos informamos, porque solo criticamos o porque nos vendemos por cualquier moneda. Pero ese no es el único problema.

Nosotros somos la raíz porque nosotros creemos en “sacarle ventaja” al otro (malicia indígena), en pagar para ser beneficiados antes que otro, como en las colas para atenciones; porque estamos atentos a criticar y destruir, antes que entender y apoyar. El gran problema es que somos un cúmulo de frutas podridas, llenos de deseos de ser ventajosos, egoístas, individualistas y sobre todo envidiosos.

Nos cuesta trabajo movernos en pro de ayudar a otros, guardamos rencores hacia los demás como atesorando piedras preciosas y lo hacemos por los siglos de los siglos. No pensamos nunca en los sentimientos o en los derechos de los demás y mucho menos concebimos que el bien común nos beneficia a TODOS.

Somos una sociedad enferma que a la hora de elegir dirigentes no votamos a favor de alguien sino en contra, porque más fácil nos mueve el odio, que el amor. Decimos odiar al delincuente siempre que este no haga parte de nuestra familia y de nuestros seres queridos. Porque entonces decimos que la ley y la justicia “no son para los de ruana” y esos inocentes delincuentes les toca pagar.

Y en ese orden de ideas, hasta que soltemos ese individualidad, ese egocentrismo, hasta que no entendamos que la norma y las leyes son para cumplirlas y lograr una sana convivencia “así no me parezca” entonces, solo entonces tendremos la capacidad no solo de cambiar nuestro barrio, nuestra ciudad o nuestro departamento, sino que seremos capaces de cambiar nuestro país y el mundo.

Pero debemos asumir nuestras responsabilidades, cumplir con nuestros deberes, apoyar a nuestros hermanos, aprender a tender una mano, antes que la crítica, a ayudar antes de empujar y sobre todo a perdonar… a perdonar a quien nos hiere y a amar a quien nos rodea. Entonces estaremos construyendo una senda diferente para lograr un mundo diferente, uno donde realmente sea el imperio de la ley.

Es lo que he aprendido en esta vida.

domingo, 20 de enero de 2019

Haciendo el camino



Una de las canciones que más me mueve en esos días de oscuridad es cantares de Joan Manuel Serrat, en ella se expresa con la voz de un poeta, que no hay camino, no hay ruta… se hace camino al andar, dejando atrás la senda que no se ha de volver a pisar.

Y en estos momentos donde el amanecer empieza a asomar, donde hay que emprender las rutas o caminos por seguir en este año que tan solo tiene unas horas de vida, es el momento de empezar a construir camino. Este es el momento de empezar a definir la senda sobre la que queremos caminar en los días que nos depara el porvenir.

Es el momento de construir los hábitos que queremos que nos identifiquen, de moldear nuestra carácter, de elegir los compañeros de camino y también de decir adiós a las acciones que ya no queremos repetir. Suena fácil, pero nada más complejo que dejar un habito destructivo o adquirir uno nuevo.

Todo esto requiere disciplina y la disciplina requiere doblegar nuestro ego, obligarnos a nosotros mismos a cambiar, es construir una senda donde no la hay, es abrir una trocha en un monte donde tienes que ir con el machete cortando ramas, pisando fuerte sobre el suelo para no resbalar y sobre todo con la mirada fija en el destino que queremos alcanzar.

Habrá raspones, habrá caídas, habrá lágrimas y muchos momentos de desconsuelo al sentir que no podemos avanzar, que no queremos… que es mejor continuar por la senda de lo conocido, retroceder en el camino y volver sobre los pasos caminados, en las zonas tranquilas de la seguridad y lo que conocemos… en esos espacios de confort.

Pero si queremos crecer, si queremos dejar huella la vida de quienes están a nuestro lado, si queremos ser algo más que una hoja al viento que va y viene sin rumbo definido, si realmente queremos pasar por esta vida ¡Viviéndola! Entonces tenemos que abrir nuevos caminos… tenemos que adquirir nuevos hábitos, cambiar, crecer, doblegar nuestro carácter para moldearlo en línea con lo queremos.

Solo entonces, abriendo esos nuevos caminos y siguiendo por esta senda que vamos construyendo es que nos daremos cuenta de lo que somos capaces, de la luz que podemos dar, de los comportamientos que podemos cambiar y del amor que podemos brindar.

No es fácil, pero nada que realmente valga la pena lo ha sido jamás… todo lo que realmente nos llena de satisfacción, algunas vez requirió de un sacrificio, de una entrega, de una lucha, de un aprendizaje.


Bueno, por lo menos, así lo veo yo.


Fuente imagen: https://huellasenelcamino.wordpress.com/2011/10/20/haciendo-caminos/

domingo, 6 de enero de 2019

En busca de la tranquilidad


Viendo muchos deseos de año nuevo es lindo ver a través de redes sociales como muchas personas quieren que este año aparezca el amor, muchos viajes, un nuevo trabajo y mucho dinero. Aunque puedo decirlo que en muchos aspectos me siento en la misma línea, reflexionando y disertando sobre lo que quiero en este nuevo año me inclinado por lo que podría parecer más fácil, pero que el fondo, realmente complejo: tranquilidad.

Cierto, ese concepto tan mágico y maravilloso como es el amor, es lo que muchos buscan. Esa magia que te enceguece la razón, te acelera el corazón y te entrecorta la respiración. Esa sensación irracional que te hace sentir que ese otro es el todo, que el universo entero gira en relación con esa persona. Es magnifica emoción que te hace creer que es para toda la vida, que esa persona será quien llene de magia tu vida… por el resto de tus días…

Y a menos que tu expectativa de vida sean unos cuantos meses, esa emoción poco a poco irá desapareciendo, en muchos casos transformada por una magnifica dependencia irracional y hasta masoquista a un ser que primero te ofreció llenar tu vida de arte y cuadros, y a la final lo que te hizo fue la vida de cuadritos. Pero como es “amor” tu te sigues aguantando y soportando y llorando y otros tanto procesos más, resistiendo porque es amor verdadero.

Hasta que la magia vuelve a empezar, generalmente después de una largo periodo de despecho y alcohol y lágrimas. Y entonces se reinician las mariposas, las palabras bonitas, la respiración entrecortada, el corazón acelerado y la mente cegada. Pero eso solo se convierte en un circulo vicioso de dolor, lagrimas, risas y amarguras, que parece no tener nunca fin.

Hasta que logras entender que lo que realmente quieres no es adrenalina en tus venas sino serotonina (felicidad) y progesterona (tranquilidad), que nada como poder dormir tranquilo, poder disfrutar un helado y una buena conversación. Incluso una buena película al lado de alguien que quizá no te entrecorta la respiración o quizás no te acelera el corazón, pero que sabes que esparce en todo tu cuerpo tranquilidad, esa que te hace sentir en armonía con el universo. Esa que puede compararse a ver un atardecer, con una copa de vino y un buen jazz en el fondo.

Esa que te enseña lo que es la vida, para que estas aquí, que no necesitas mucho, que la adicción a las emociones fuertes es adictiva y destructiva y que te estas disfrutando la vida con las cosas hermosas, con los elementos lindos, que no es necesario correr, que es mejor caminar. Que no es necesario volar, cuando puedes simplemente flotar.

Y entonces me di cuenta, después de tantos afanes de mi vida, de tantos correcorre y aceleres, de tantas emociones fuertes y salidas de la realidad, que lo que yo realmente quería era eso, tranquilidad, felicidad… el placer de disfrutar cada segundo, cada minuto, respirando profundo, sintiendo todo lo que pasa a mi alrededor, sin tener que correr.

Y comprendí que eso es lo que quiero a mi lado, alguien para conocer, para disfrutar, no para correr… simplemente alguien que invada mi vida con tranquilidad, con felicidad, con seguridad. Que al ver su mirada y estrechar su mano tenga la certeza de que podemos caminar tranquilos, que anhele como yo, llegar al climax de la tranquilidad y disfrutar cada segundo la brisa, el atardecer y la música.

Yo ando en búsqueda de eso, de tranquilidad y de alguien para compartirla ya vivirla… hay muchas cosas que puedes buscar, muchas emociones que puedes encontrar… pero te aseguro que nada, absolutamente nada puede superar la sensación de estar libre y tranquilo.


Bueno, por lo menos así lo veo yo.

Fuente imagen: https://edukame.com/emociones/tranquilidad

miércoles, 2 de enero de 2019

Línea de salida




Hemos terminado un año, algunos con más dificultades y problemas que otros, pero llegamos. Quizá golpeados, cansados y seguramente desmotivados y desesperanzados. Algunos llegamos a rastras, con heridas por el cuerpo y con la perdida de toda pasión. Y ahora que estamos en este punto, en la línea de partida, es importante pensar como queremos iniciar de nuevo esta vuelta al sol.

Es iluso creer que podemos iniciar el año ignorando los golpes, las tristezas o las derrotas del año anterior. Estamos en la línea de partida con vendas, cojeando y con los músculos adoloridos. Algunos tenemos la botella de agua casi vacía para iniciar este nuevo recorrido, esta nueva maratón, pero eso no es una excusa para empezar derrotados y desconsolados.

Logramos terminar un año difícil, llegamos aquí, donde estamos con fuerza, con lucha, superando dificultades y solucionando entuertos. Eso se llama experiencia, aprendizajes y conocimientos, factores esenciales para este año que comenzamos. Todas esas cicatrices, todo ese polvo que hemos acumulado de experiencia son necesarios para este nuevo camino que emprendemos.

Ahora lo importantes es iniciar esta nueva maratón con inteligencia, tener claros cuales son los hábitos que necesitamos desarrollar para alcanzar el éxito, cuales son los que debemos dejar atrás porque nos pueden detener y sobre todo, es momento de soltar las cargas que traemos, esas cargas de tristezas, de odios, de amarguras, esas cargas nos hacen lento el camino y nos cierran los ojos para ver el camino. Debemos iniciar libres de eso y con pasión. Con mucha pasión por todo lo que queremos alcanzar.

Debemos plantearnos metas, retadoras y alcanzables, debemos elegir bien los compañeros de carrera, esos que serán nuestro compañía y apoyo para superar las vicisitudes de la maratón que estamos por iniciar. Y esta decisión es fundamental, porque hay quienes nos pueden hacer fácil el camino y quienes nos pueden entorpecer el caminar.

Y sobre todo, debemos tomarnos el tiempo para arrancar, medir el viento, revisar el equipo, ajustarnos los zapatos y con la mirada puesta en nuestra meta empezar la marcha. Con paso firme, seguro, determinante. Son muchas las heridas, son muchos los aprendizajes y las vendas que tenemos, pero esa son las herramientas que tenemos para enfrentar este camino que iniciamos.

Así que mi querido amigo, ten claro que este camino que inicias no será fácil, no será una vereda tropical… será un camino duro, lleno de espinas y piedras, de dificultades, de aprendizajes, de retos y oportunidades. De ti depende enfrentarlos cada día, con la mirada apasionada por la meta que quieres alcanzar.

Por eso te deseo que tengas un excelente año, igual a la medida de tu fuerza, de tu disciplina y de tu entereza. El mio se que será complejo, pero ya me estoy preparando para enfrentarlo.

Feliz año 2019.


Fuente imagen: http://estudiandoconstruccion.blogspot.com/2011/04/iniciando-un-nuevo-camino.html