martes, 31 de octubre de 2017

Luz u obscuridad



Últimamente la sociedad de la inclusión, la sociedad de la aceptación de la diferencia y de las múltiples inclinaciones, esta sociedad de un pensamiento moderno y pluricultural está cayendo en una de las doctrinas más antiguas y destructivas que han pasado por el mundo. Nuevamente, como sociedad, estamos cayendo en la definición de los extremos, de los juicios de valor hacia el otro partiendo de dos polos.

Nuevamente estamos caminando por ese mundo donde solamente existen  dos extremos. O se es bueno, o se es malo; o se es luz o se es obscuridad. En esta sociedad moderna los seres humanos estamos perdiendo, por decirlo de alguna forma, la escala de grises. Nuestros juicios hacia el otro nuevamente se ven fortalecidas en esos personajes donde o se es la encarnación de la maldad o se es la bondad hecha sangre.

Y es que sin darnos cuenta volvimos a esa creencia filosófica de siglo II iniciada por Manes (Maniqueismo) donde solo hay extremos. Esa concepción donde se es maldad o bondad, donde no hay puntos medios. Durante más de X siglos esta doctrina inundó el mundo generando aún más odios y dolores, que bondades. Fue tal la popularidad de esta doctrina filosófica que inundo hasta los personajes de la literatura, creando aquellos grandes villanos llenos de odio y ansiosos de sangre, sin la más mínima de las penas.

Y aunque psicológicamente existan los famosos sociópatas o psicópatas quienes efectivamente siente placer ante el dolor ajeno, aquellos que su más ferviente necesidad es complacer sus deseos sin importar por encima de quien tengan que pasar (aunque parece la descripción de muchos), estos sociópatas no representan a toda la sociedad. La mayoría de los seres humanos no tenemos extremos, no estamos polarizados, tenemos cosas buenas y cosas malas.

Todos, exceptuando a los perversos, somos un matiz de grises claros y obscuros, nuestras acciones están cargadas de cosas buenas y malas, de sueños altruistas y acciones egoístas. Desde cosas tan sencillas como no estar con alguien por bienestar personal, aunque esa persona sufra, hasta ceder nuestra comida para ayudar a un necesitado que encontramos en la calle. Todos los días, todos los seres humanos hacemos cosas que demuestran nuestra humanidad, ese cumulo de imperfecciones que nos permiten disfrutar de la vida.

Pero hoy, el grupo de los pseudointelectuales, ha vuelto el camino hacia ese pensamiento segregacionista, a ese pensamiento polarizado donde no se puede llegar a acuerdos, ese pensamiento donde el que no piensa como yo es un perverso. Donde el que yo tilde de malo, simplemente no tienen nada bueno, solo es un ser perverso y sin un ápice de bondad.

Estamos volviendo a caminar hacia ese camino de odio, hacia ese camino donde no reconozco al otro como un ser humano con errores, ni con la posibilidad de crecer. Estamos en una sociedad donde muchos buscan que todos piensen igual, donde se está confundiendo respetar y aceptar al otro, con tener que hacer y pensar como el otro. Y las redes sociales se están convirtiendo en los canales para sembrar esa lucha entre los que tienen la luz y los que hacemos parte de la obscuridad.

Nos encontramos en una sociedad que está cayendo en el obscurantismo nuevamente, pero un obscurantismo de aquellos que fueron las víctimas y hoy son los victimarios. Donde levantar mi vos y emitir juicios destructivos hacia el otro es justificable, porque no hay puntos medios, solo se es luz u obscuridad.

Y pesar de que en mi formación se me habló siempre de los dos caminos, también siempre se me enseño que el otro es diferente, que el otro merece respeto. Yo nací creyendo en un Dios que no distancia personas, que las ama y se sacrifica por ellas, un líder que interactuaba con todos y que siempre enseñó que no hay nadie que sea digno de juzgar al otro.

Yo crecí creyendo que todos somos iguales, que todos cometemos errores, que todos podemos equivocarnos. Yo creo que los seres humanos no somos polos, no somos extremos. Yo creo que en la humanidad las cosas no son una simple disyuntiva entre bueno o malo. En todos hay un poco de ambas, en todos siembre hay algo de generosidad y egoísmo.

Que debo tener presente lo malo para no volver a sufrir con eso, pero que debo recordar lo bueno para valorar al otro. Que el hecho de que alguien piense diferente no lo hace mi enemigo, que el tener otro color de partido o equipo no nos pone en contravía. Pero sobre todo, que todos cometemos errores y siempre vamos a necesitar el perdón, cuando lo pidamos.


Por eso, para mí, no es solamente luz u obscuridad, también hay días nublados, dorados y rojizos, hay mañanas y tardes grises o plateadas. Y es en todas esas variaciones de la vida donde realmente está escondido lo maravilloso de vivir. Por lo menos así lo veo yo.


Fuente imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZP04je_VItFH0rC954bP3Hf0fUm8Y5YyVrwZjxvV5CAsibArO_VOw9GjTo6S3W6w1b4f5KJhqE5LaMNMbctLba1fRqu_eD_HqCizG8VKINVDHd2fqA4uXp4hqrYQriChBuUX-dcM34J4/s1600/Maniqueismo.jpg

jueves, 12 de octubre de 2017

Desintoxícate!!!


Siempre me ha llamado la atención lo atractivo que resultan las cosas tóxicas o dañinas, en los alimentos todo lo que hace daño, consume nuestros órganos o acaba con nuestra salud, termina siendo completamente dañino. El dulce, la grasa, el café, el alcohol… terminan siendo tan dañinos para nuestro organismo, pero ese componente autodestructivo que tenemos los seres humanos nos hace ceder ante sus perjudiciales encantos.

Lo más grave no es dejarnos llevar, es tratar de desintoxicar el organismo, este termina siendo un proceso lento, doloroso y a veces acompañado de ese tenebroso “síndrome de abstinencia” que en muchos de los casos nos lleva nuevamente a caer en la tentación. Es difícil decir cuál es el mejor mecanismo para limpiar el organismo, pero lo cierto es que es fundamental y necesario para tener una cómoda y satisfactoria vida.

Sin embargo, y en esta disertación sobre la desintoxicación, no voy a centrarme en los alimentos o los vicios, voy a hablar de algo mucha más tóxico, destructivo y atractivo, las personas tóxicas. Es mucho lo que se ve frente al tema y se escucha en frases de superación sobre alejarse de las personas tóxicas, de las que expelen veneno, rabia o amargura; pero de esas personas no es difícil alejarse.

Las personas más tóxicas y peligrosas son las que más atractivo nos generan, esas que al igual que una droga se van haciendo “necesarias” en nuestra vida, pero que poco a poco nos van consumiendo, nos van haciendo desaparecer y nos hacen olvidar quienes somos, que queremos y nuestros sueños. A veces pensamos que estamos bien, que son personas valiosas; pero si al terminar el día ves en tu corazón y solo sientes un vacío que te consume… muy seguramente te estas rodeando de personas tóxicas.

Es falso que que las personas tóxicas sean fáciles de identificar, que sean totalmente reconocibles, su actuación es como el de cualquier droga, se van haciendo necesarias en nuestras vidas, sin darnos cuenta ya no podemos vivir si no las tenemos, sentimos que la vida pierde significado sino están, pero a medida que el tiempo va pasando, cada vez es más difícil reconocerme en el espejo, cada vez tengo acciones que jamás habría hecho; y el vacío del corazón es tan profundo que hasta caminar se vuelve algo totalmente desalentador.

Las personas valiosas son las que nos retan, las que nos invitan a ser mejores, las que nos obligan a mejorar por nosotros, las que nos enseñan que no debemos depender de nadie; que tenemos que lograr las cosas por nosotros mismos; aquellas que nos enseñan a no ser conformistas.

Esas son las personas que valen la pena en nuestras vidas, las que no siempre nos dicen las cosas que queremos oír, pero en definitiva lo que necesitamos escuchar. Las que no se conforman con vernos bien, las que nos quieren ver mejor, pero sobre todo, las que nos enseñan que en la vida debemos aprender a crecer y alcanzar nuestros sueños, no por ellos o por otros, sino por nosotros.

Esas son las personas que debemos de buscar, y a diferencia de lo que pueden ser los alimentos u otras sustancias tóxicas, de las personas lo más conveniente es hacer cortes radicales, va a ser doloroso; ten por seguro que caerás en el síndrome de abstinencia, pero lo mejor que puedes hacer por ti, por tu vida, por tu felicidad y por tus sueños, es alejarte completamente de aquellos que solo traen toxinas a tu vida.

La decisión es tuya, yo por lo pronto he empezado el camino de identificar mis amistades psicoactivas para empezar a desintoxicarme y retomar la ruta que la vida y mis sueños siempre han querido para mí.


Ojalá hagas lo mismo.


Fuente imagen: http://wallup.net/gas-masks-abstract-radioactive/

martes, 3 de octubre de 2017

Aferrado al viento


Una de las sagas juveniles más famosas de los últimos años es la de los juegos del hambre, en la película hay un pequeño diálogo entre el presidente de ese mundo apocalíptico y el encargado de los juegos del hambre en relación con la esperanza. En ese breve dialogo el presidente expresa como en ocasiones el mayor mecanismo de represión puede ser, en ocasiones, un hálito de esperanza.

Es interesante como este pérfido personaje, pues es uno de los líderes megalómanos más perversos de la ciencia ficción, presenta a uno de sus subalternos como la esperanza, en una pequeña medida, termina siendo perjudicial para quienes la ostentan, como ese elemento añorado por todos y el cual todos agradecemos a Pandora no haber dejado escapar, a veces puede ser más perjudicial que benévolo.

Recordando este dialogo y algunas vivencias personales, me puse a disertar ¿cuándo es que la esperanza termina siendo perjudicial? Y dando mucho giros y rebotes sobre mis propios paradigmas relacionados con la esperanza, su bondad y beneficio para nuestras vidas, que llegué a un elemento en el que definitivamente termina siendo solo otro mecanismo de autodestrucción.

Ese elemento es cuando nos aferramos a nada, cuando la fuente de nuestra esperanza es solo una ráfaga invisible de viento, de nada. Cuando al igual que los ciudadanos de esta novela de ciencia ficción piensan que realmente alguno sobrevive a los juegos, cuando en realidad están muriendo todos bajo el yugo de un gobierno injusto.

Es ahí, donde la esperanza nos lleva a aferrarnos a nada, a un imposible, a algo que jamás va a pasar, pero que extrañamente nuestra mente nos suplica que no dejemos de esperar, que no dejemos de soñar con ese imposible que no dejemos de esperarlo, que algún día pasara, que no avancemos, porque quizá justo en el instante en que decida cambiar de camino pasará lo que tanto he anhelado… es ahí donde la esperanza es totalmente dañina.

Es ahí donde hubiese sido preferible que Pandora la hubiera dejador irse, porque es ahí cuando la esperanza solo se convierte en un veneno que mata tu alma y tu existencia lentamente, cuando te obliga a aferrarte a nada, a una columna de humo que cuando se disipe solo te dejará tristezas y amarguras por haberte esperanzado con la ilusión de algo que definitivamente tu mente siempre supo que jamás iba a pasar.

La esperanza no siempre es maravillosa, menos cuando nos exige esperar sobre ilusiones y nos aferra a momentos que nunca volverán, en esos momentos es mejor perder la esperanza, arrancarnos la ilusión de lo que estamos anhelando y comenzar un nuevo camino. No es fácil, definitivamente no es fácil, es lo más complejo y duro de nuestra existencia.

Es arrancar de nuestra alma y de nuestro pensamiento ese sueño que por un instante fue la fuente de nuestra existencia y decir, no más! Es levantarse, dejar ese ideal en el pasado y comenzar el camino hacia nuevos ideales, construir nuevas esperanzas sobre hechos y no sobre ilusiones.

Aceptar simplemente que no todo es alcanzable, que no todo es posible, que definitivamente siempre habrá cosas que no vamos a lograr por más “pensamiento positivo”, que hay cosas que no importa cuánto nos “programemos”, nunca las vamos a conseguir. Que hay objetivos, sueños y metas que simplemente son imposibles, y que como diría mi abuelo “es más fácil hacer un hombre nuevo, que revivir un muerto”

Cuando aprendemos a aceptar que hay cosas que simplemente no están bajo nuestro control, por no decir que todas, que lo más importante en la vida no es la esperanza, sino la aceptación, aceptar lo que tenemos, aceptar nuestros errores, aceptar a los demás y aceptar lo que no podemos hacer, entonces es mucho más fácil vivir… se sufre menos, se vive más.


Así que en definitiva, hay esperanzas que es mejor matarlas, porque de lo contrario nos matarán lenta y dolorosamente, hasta que en nuestros corazones solo hayan amarguras y sueños del pasado.

Fuente imagen: https://2.bp.blogspot.com/-irUfKaVON3g/VDPWhXMQ-AI/AAAAAAAAMaI/3tEEo1K0ZLs/s1600/Hospital%2Bpsiquiatrico.jpg