miércoles, 15 de noviembre de 2017

Juventud ¿Divino tesoro?



El ilustre poeta nicaragüense Feliz Rubén García Sarmiento, mejor conocido como Rubén Darío,  dedico en una de sus bellas composiciones una estrofa a la juventud, pero desde la nostalgia, desde la tristeza de su pasar y el vacío que deja su ausencia. En el poema titulado “canción de otoño en primavera” da entender que la ausencia de la juventud es solo un cumulo de tristezas y desazones. Sin embargo, disertando un poco sobre el tema he querido plantear este interrogante, ¿es realmente la juventud un divino tesoro?

Todo esto surge a raíz de un dialogo con mi hijo mayor hace algunos días, en el cual me daba a entender que a mis 36 años ya estaba viejo y había muchas cosas que ya no podía hacer por el peso de tantas décadas sobre mis hombros. ¿Qué tal que supiera que son más de 700 décadas?... En fin, en su expresión y desde su análisis la juventud lo era todo, la vejez ya era la perdida de toda posibilidad de toda oportunidad, era tan solo el final de la vida.

En ese momento, y haciendo una breve remembranza de mi pensamiento a sus 15 años recordé cuanto anhelaba tener 30 o 40 y ser autónomo, tomar mis decisiones, vivir mi vida y alcanzar mis sueños. No digo que hubiera alcanzado todos los sueños que me proponía, pero sabía que quería avanzar, no quedarme en la juventud, por el contrario quería que esa etapa pasara lo más pronto posible.

Recuerdo mucho que uno de los dichos que más marco mi interés en llegar pronto a mis 40 fue el que mi padre me enseñó como de Winston Churchill “Quien a los 20 años no es comunista, no tiene corazón y quien a los 40 años lo sigue siendo, no tiene cerebro”. Recuerdo mucho que lo que más he querido siempre es distinguirme por ser inteligente, por ser alguien con gran brillantes y sabía que lo que realmente nos enseña, además de los libros y la escuela, es la experiencia.

Fue en esa etapa de reflexión que confronte a mi hijo con sus postulados ¿Qué tiene la madurez que envidarle a la juventud? ¿Cuál es el valor agregado de la juventud sobre la vejez y madurez? En ese momento su capacidad de raciocinio solo le permitió enfatizar en la fuerza y la resistencia física. Recuerdo que tan solo lo miré con cara de decepción y le dije:

La juventud es solo un cumulo de inexperiencia, una llenura de ignorancia y falta de razón. La juventud generalmente viene acompañada de la terquedad y la estupidez, como dicen los poetas, la estupidez de la juventud. La juventud siempre antepone la fuerza y lo físico a la astucia y la sensatez. La juventud son un cumulo de sueños sin acciones, sin razones, sin conocimientos y sin humildad. Y es que es tal la vanidad de la juventud que no se da cuenta de la importancia de escuchar la voz de la experiencia y termina repitiendo los errores de los que le hablaron.

En ese momento su respuesta, desde la arrogancia de la juventud fue: “te dolió que te dijera viejo”. Y con la típica sonrisa socarrona y llena de sarcasmo que a veces me caracteriza le respondí “A diferencia tuya, para mí, los años son éxito, por eso entre más tengo, más orgulloso me siento”. Para cerrar este aparte, basta con decir que al llegar al parque y mientras resolvía algunos sudokus me invitó a un reto, cuando le superé le dije que la experiencia y el conocimiento dan la fuerza que los músculos y la juventud no son capaces de alcanzar.

Y desde ese día he traído en mi cabeza ese concepto ¿Es realmente la juventud ese divino tesoro? Y después de todos los eones que he caminado por esta tierra disertando he llegado a una sola conclusión, al igual que los frutos verdes, el verdadero valor que tiene la juventud para el hombre es que es la mejor etapa para aprender, para absorber conocimiento, es el mejor momento para cultivar nuestros saberes y ejercitar nuestras capacidades, pero es solo eso, una etapa de aprender y reconocernos.

Pero la fuerza del hombre y la mujer se encuentra en su madurez,  en esa etapa donde el conocimiento y la experiencia se juntan para que pueda disfrutar al máximo de su realidad. Es la madurez la etapa climax del hombre ese pico donde se juntan la fuerza de la juventud y la experiencia, ese punto donde puedes juntar los sueños con las acciones y donde realmente, si tienes la voluntad, puedes alcanzar cada cosa y meta que te propongas.

Los años no son un castigo, tampoco una condena que entre más pasen más perdemos. Los años son fuerza, los años nos traen habilidad, conocimiento, experiencia. Sí, hay mucha gente que se pierde, se rinde, al mismo tiempo que hay jóvenes que se suicidan. Pero la madurez, la adultez son las etapas donde estamos listos para conquistar el mundo.

La edad no es solo un número, los años son un certificado de que has ganado un poco más de experiencia y que te espera mucho por alcanzar. Por eso, muy a diferencia de lo que muchos quieren, yo quiero seguir ganando experiencia, sabiduría, conocimiento y fuerza, fuerza en la voluntad para alcanzar mis sueños, y esta solo se logra con los años.

36 años o 7 eones, la edad que sea que tenga, quiero seguir ganando años y experiencia, seguir aprendiendo, caminando y alcanzando sueños. Porque la vejez o madurez no es para avergonzarse, es para enorgullecerse de todo lo que se ha vivido y de lo que falta por vivir.


Por tanto, para mi es en la madurez donde realmente está el divino tesoro y no la juventud.

Fuente:

jueves, 9 de noviembre de 2017

No soy de aquí, ni soy de allá



Uno de mis cantante favoritos, Facundo Cabral, título una de sus canciones más exitosas con el mismo título de este post “No soy de aquí, ni soy de allá”. Le letra de la canción es una invitación a no aferrarnos a nada, ni siquiera al terruño en el cual nacimos, a la edad o cualquier otro lazo que nos aleje de la capacidad de hermanarnos con los demás; pero sobre todo, la capacidad de alcanzar la felicidad en las cosas simples.

Fue entonces, al recordar y escuchar por enésima vez la letra de esta canción, que me puse a disertar sobre una de los afanes que más nos absorben como personas y como sociedad. Buscar a donde pertenecemos, de donde somos, donde debemos estar. Son muchos los momentos donde nos desgastamos por tratar de pertenecer a un lugar, a un grupo.

Incluso muchas veces tratamos de llevar la contracorriente a la “moda” de la sociedad como un mecanismo para encontrar a donde pertenecemos. Llevamos incluso a dejar de ser quienes somos, buscamos adaptarnos para lograr la “aceptación” de los otros y ser incluidos en un grupo y decir a vos en cuello “pertenezco aquí!”. Muchas veces en ese afán terminamos de rodeados de personas que, al igual que nosotros, solo tienen ese mismo afán de sentirse parte de algo.

En muchas otras ocasiones terminamos rodados de personas que nos manipulan y nos utilizan, y seguimos su juego con el único deseo de poder pertenecer a un grupo, a un lugar. Muchas veces aceptamos perder nuestra dignidad, nuestros sueños o nuestra libertad. Dejamos todo, incluso lo que amamos, para poder decir que hago parte de algo.

Yo, en muchos momentos de mi vida he perdido mi esencia, he dejado de ser quien soy y lo que me gusta, mi manera de ver el mundo con tal de recibir la aceptación de los demás. En el afán de pertenecer. Pero reflexionando un poco sobre eso y tomando como referente al ilustre Facundo Cabral, me puse a pensar que hay personas que no pertenecemos a ninguna parte.

Hay un grupo de seres humanos que pertenecemos al mundo, al universo, “no somos de aquí, ni somos de allá, no tenemos edad, ni porvenir…”  Que nuestro afán no debe ser buscar pertenecer a un lugar o estar rodeados de unas personas. Nuestra afán, un poco más egoísta pero altruista, es no pertenecer a ningún lugar. Nuestro afán debe ser, vivir, vivir el camino… solos o acompañados, siendo quienes somos… teniendo ese poco de todo, simplemente sin pertenecer a ningún lugar, pero sin rechazar ninguno.

Quitarnos las vendas de identidades segregacionistas y los afanes de pertenecer, de poseer o de estar incluidos. Preocuparnos solamente por ser, vivir y disfrutar de la vida. Recordar que lo más importante en el universo es el ser, no solo yo, todos los seres humanos. Que lo material es pasajero, y que la única aceptación y pertenencia que debo anhelar es la mía.

Es supremamente difícil, la pertenencia a un lugar para mí, no fue difícil de alcanzar, el hecho de que mi padre fuera de otra nacionalidad y yo no supiera nunca bien si era de aquí o de allá, me ha permitido no generar apegos a nacionalidades. Sin embargo hace unos pocos años sin darme cuenta genere el apego a una persona, no muy consciente. Y cuando la perdí… me ha significado noches largas, madrugadas y días de lágrimas, penas y amarguras.

Soltar, dejar ir la necesidad de ser parte de, de ser aceptado por, de pertenecer a un grupo o sentirse parte de algo, es el peor de los vicios, es la droga más destructiva y dañina que puedes encontrar. La forma más compleja de enajenarse de la realidad. Pero la búsqueda de nuestro verdadero significado, liberarnos de esos apegos te permite alcanzar la más grande de las felicidades.

Saber que eres libre, que no eres de aquí, ni de allá; que eres de todas partes, que el tiempo pierde significado, porque ya no hay edad. Y que el porvenir pierde influencia sobre nuestra tranquilidad, porque lo que importa es quien soy yo y ser feliz.

Yo he decidido trabajar en la búsqueda de esa libertad, de esa felicidad, he decidido  dejar de buscar la pertenencia a un lugar, a un grupo o a una persona. Soy de todas partes, me pertenezco a mí y quiero ser feliz es lo más importante. Y si en el camino alguien quiere caminar a mi lado, bienvenido… y si no Bon voyage!


Bueno, por lo menos así lo veo yo.


Fuente imagen: https://pbs.twimg.com/media/B3tkdOTIAAAqqh3.jpg

jueves, 2 de noviembre de 2017

La mujer que TÚ me diste!


Estando en una de las clases que dicto, como acostumbro, lleve una frase célebre al inicio de la teoría para disertar sobre la vida y la realidad. En medio del análisis de lo dicho, que guardaba relación con tomar responsabilidad frente a nuestros actos, recordé aquel pasaje bíblico en el que Dios se encuentra con Adán y Eva, después de haber hecho de las suyas, digo, de haber comido del fruto del árbol del bien y del mal.

En el relato, cuando Dios le pregunta a Adán que había pasado este contestó: “la mujer que TÚ me diste”. Siempre coloco este ejemplo, ¿qué hubiera pasado si en lugar de decir eso, adán se hubiera arrepentido y hubiera reconocido su culpa? Y desde ahí la humanidad la ha cagado en todo lo que hace, por un simple y pequeño detalle siempre buscamos un responsable, o mejor dicho, un culpable de todo lo que nos pasa en la vida.

No pienso generar una discusión sobre el origen del hombre, pero partiendo de este relato y pensando en el comportamiento humano, hay algo más humano que errar y es buscar a quien echarle la culpa de los errores cometidos. En la historia bíblica Adán se pasa, no solo, como piensan algunos, culpa a Eva sino que realmente culpa al mismísimo Dios. “La mujer que TÚ me diste”… mire la clase de piruja que usted me ha dado por mujer, ¿no tenía algo mejorcito? Si ve como lo que usted me da me hace pecar, me hace caer.

Y la humanidad siempre ha buscado a quien echarle la culpa de lo que pasa, de los errores, de las situaciones. Y al mejor estilo de Adán, cuando no hay a quien echarle la culpa, miramos hacia el cielo y decimos “¿si ve lo que usted hace?”. Hoy en día la sociedad vive inmersa en ese mundo, incluso la psicología en muchos aspectos trata de buscar “los responsables” de nuestro comportamiento.

De cada cosa mala que nos pasa siempre hay un culpable. Si estoy mal económicamente es culpa del gobierno, de la economía, pero no vemos que cuando tenemos plata la derrochamos como si al día siguiente no fuéramos a vivir. Cuando estudiamos y perdemos, la culpa es de nuestros compañeros que nos distrajeron, del profesor que no supo explicar, de mis padres que no me compraron los libros para estudiar o de Dios que no me dio la inteligencia. No vemos que cuando era tiempo de atender o estudiar estábamos jugando o dispersos.

De adultos, cada vez que no logro algo es culpa de alguien, si caigo en los vicios, fue culpa de mis amigos que me dañaron, si me accidento fue culpa del otro que venía manejando. No importa que pase, siempre habrá un responsable, pero jamás seré yo quien tenga las riendas de mi vida, solamente soy una víctima de las circunstancias.

Y entonces caemos en el más profundo de los abismos, la indiferencia frente a nuestra realidad o más aun, la amargura para con la vida. Porque siempre, siempre habrá un responsable fuera de nosotros de lo que nos está pasando.  Pero poco nos detenemos a evaluar nuestra vida, nuestra realidad, nuestras decisiones y nuestra obstinación frente a lo que pasa.

A veces vamos por el camino equivocado pero no hacemos nada para cambiarlo, porque Dios, la vida, el buki … debería bajar y llevarme por donde debo y si no, pues ni modo, yo sigo mi camino sin importar que pase “porque así soy yo”, “porque yo soy firme en mis decisiones”… pero a pesar de la firmeza, los culpables de las consecuencias siempre serán otros.

Esto no es de culpables o inocentes, de víctimas y victimarios, la vida es de responsables, de aprendices, de ser consiente por encima de todo que soy “un ser en construcción” y cada cosa es un aprendizaje. Lo importante es aprender, cambiar de camino cuando no funciona. Aceptar las  consecuencias de mis errores, como lecciones. Pero sobre todo entender, como el poeta, que “yo soy el arquitecto de mi destino”.

No hay nadie más, no es el estado, no es la iglesia, no son mis padres, no es mi ex pareja, mi pareja o mis hijos. El único responsable de mi vida, de lo bueno y de lo malo soy yo. Quizá unos nacieron en circunstancias más difíciles que otros, pero entre más difícil se te presentó el camino, mayor será la recompensa cuando superes todas las dificultades.


Y sin embargo, sino lo haces, la culpa no será de la circunstancias, será de tu falta de pericia para enfrentar los problemas. No te preguntes porque otros están mejor o les es más fácil, mira que estás haciendo para dificultar tu camino y sobre todo, recuerda que no fue “la mujer que TÚ me diste”, fue tu decisión y tu determinación ante esa situación.


Fuente imagen: https://comunicacionderesistencia.files.wordpress.com/2013/04/culpables.jpg