jueves, 2 de noviembre de 2017

La mujer que TÚ me diste!


Estando en una de las clases que dicto, como acostumbro, lleve una frase célebre al inicio de la teoría para disertar sobre la vida y la realidad. En medio del análisis de lo dicho, que guardaba relación con tomar responsabilidad frente a nuestros actos, recordé aquel pasaje bíblico en el que Dios se encuentra con Adán y Eva, después de haber hecho de las suyas, digo, de haber comido del fruto del árbol del bien y del mal.

En el relato, cuando Dios le pregunta a Adán que había pasado este contestó: “la mujer que TÚ me diste”. Siempre coloco este ejemplo, ¿qué hubiera pasado si en lugar de decir eso, adán se hubiera arrepentido y hubiera reconocido su culpa? Y desde ahí la humanidad la ha cagado en todo lo que hace, por un simple y pequeño detalle siempre buscamos un responsable, o mejor dicho, un culpable de todo lo que nos pasa en la vida.

No pienso generar una discusión sobre el origen del hombre, pero partiendo de este relato y pensando en el comportamiento humano, hay algo más humano que errar y es buscar a quien echarle la culpa de los errores cometidos. En la historia bíblica Adán se pasa, no solo, como piensan algunos, culpa a Eva sino que realmente culpa al mismísimo Dios. “La mujer que TÚ me diste”… mire la clase de piruja que usted me ha dado por mujer, ¿no tenía algo mejorcito? Si ve como lo que usted me da me hace pecar, me hace caer.

Y la humanidad siempre ha buscado a quien echarle la culpa de lo que pasa, de los errores, de las situaciones. Y al mejor estilo de Adán, cuando no hay a quien echarle la culpa, miramos hacia el cielo y decimos “¿si ve lo que usted hace?”. Hoy en día la sociedad vive inmersa en ese mundo, incluso la psicología en muchos aspectos trata de buscar “los responsables” de nuestro comportamiento.

De cada cosa mala que nos pasa siempre hay un culpable. Si estoy mal económicamente es culpa del gobierno, de la economía, pero no vemos que cuando tenemos plata la derrochamos como si al día siguiente no fuéramos a vivir. Cuando estudiamos y perdemos, la culpa es de nuestros compañeros que nos distrajeron, del profesor que no supo explicar, de mis padres que no me compraron los libros para estudiar o de Dios que no me dio la inteligencia. No vemos que cuando era tiempo de atender o estudiar estábamos jugando o dispersos.

De adultos, cada vez que no logro algo es culpa de alguien, si caigo en los vicios, fue culpa de mis amigos que me dañaron, si me accidento fue culpa del otro que venía manejando. No importa que pase, siempre habrá un responsable, pero jamás seré yo quien tenga las riendas de mi vida, solamente soy una víctima de las circunstancias.

Y entonces caemos en el más profundo de los abismos, la indiferencia frente a nuestra realidad o más aun, la amargura para con la vida. Porque siempre, siempre habrá un responsable fuera de nosotros de lo que nos está pasando.  Pero poco nos detenemos a evaluar nuestra vida, nuestra realidad, nuestras decisiones y nuestra obstinación frente a lo que pasa.

A veces vamos por el camino equivocado pero no hacemos nada para cambiarlo, porque Dios, la vida, el buki … debería bajar y llevarme por donde debo y si no, pues ni modo, yo sigo mi camino sin importar que pase “porque así soy yo”, “porque yo soy firme en mis decisiones”… pero a pesar de la firmeza, los culpables de las consecuencias siempre serán otros.

Esto no es de culpables o inocentes, de víctimas y victimarios, la vida es de responsables, de aprendices, de ser consiente por encima de todo que soy “un ser en construcción” y cada cosa es un aprendizaje. Lo importante es aprender, cambiar de camino cuando no funciona. Aceptar las  consecuencias de mis errores, como lecciones. Pero sobre todo entender, como el poeta, que “yo soy el arquitecto de mi destino”.

No hay nadie más, no es el estado, no es la iglesia, no son mis padres, no es mi ex pareja, mi pareja o mis hijos. El único responsable de mi vida, de lo bueno y de lo malo soy yo. Quizá unos nacieron en circunstancias más difíciles que otros, pero entre más difícil se te presentó el camino, mayor será la recompensa cuando superes todas las dificultades.


Y sin embargo, sino lo haces, la culpa no será de la circunstancias, será de tu falta de pericia para enfrentar los problemas. No te preguntes porque otros están mejor o les es más fácil, mira que estás haciendo para dificultar tu camino y sobre todo, recuerda que no fue “la mujer que TÚ me diste”, fue tu decisión y tu determinación ante esa situación.


Fuente imagen: https://comunicacionderesistencia.files.wordpress.com/2013/04/culpables.jpg

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