domingo, 11 de febrero de 2018

¡Es mio!


Una de las características más humanas, que se evidencia desde el mismo momento en que empezamos a hablar, es la del sentido de propiedad sobre las cosas y las personas. Desde que empezamos a crecer, empezamos a expresar nuestra propiedad sobre las cosas y las personas que nos rodean. Todo nos pertenece, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. Son nuestros y de nadie más, por eso deben estar a nuestra disposición siempre… y ni que decir de los abuelos.

A medida que vamos creciendo ese sentimiento de dominación sobre los otros y sobre las cosas, generalmente se va acrecentando, nos volvemos los patronos, que patronos, los emperadores de los otros. Su tiempo, su energía, su disponibilidad es nuestra. Y esto se va reflejando poco a poco en nuestras relaciones de pareja, donde muchas veces en lugar de generar lazos de amor, generamos lazos de dependencia.

Y es en la interacción con la pareja donde más se ven reflejados estos comportamiento dominantes, no de sentido de pertenencia, sino de trato del otro como un objeto… y surgen expresiones como: “Tienes que dejar…”, “Ya es hora de que empieces…”, “Sino haces eso es como si no me quisieras…”, “si deseas estar conmigo tienes…”… Y otras muchas en el mismo sentido.

Y esas relaciones de amor y felicidad, se transforman en relaciones destructivas, donde la única forma de generar una buena convivencia es que el otro se “someta” a mis placeres y pensamientos, que el otro haga las cosas como yo quiero, porque “yo soy el único que sabe cómo vivir” y si él no lo hace está condenado a vivir infeliz.

Lo más triste de todo es que non nos damos cuenta cuan infelices nos vuelven estos comportamientos, cuan amargados nos estamos volviendo porque en todo ese actuar, nos olvidamos de lo más importante: Nadie puede controlar nada. El control es solo un mito que nos hemos vendido, no podemos controlar nuestra vida o nuestra salud o nuestras características… nada es controlable, nada nos pertenece realmente y los seres humanos no son objetos.

Parecen realidades evidentes, que todo el mundo sabe, pero pocas veces las interiorizamos, dejamos de vivir y ser felices, de disfrutar del mundo y las personas en el afán de controlarlo todo, de sentir que todo está bajo nuestro poder y que todos caminan hacia el… y la única realidad es que todo camina hacia todas partes, el mundo es una entera línea de caos que nunca sabes para donde va.

Al punto que los hábitos alimenticios y de ejercicio saludable, no nos garantizan una buena salud, el tener el control del nuestros hijos no nos garantiza que nunca se vayan a descarrilar, el que nuestra pareja se someta nuestras directrices, no nos garantiza su felicidad y la nuestra….

Entonces ¿qué? Lo más importante es aprender que nada nos pertenece, ni siquiera podemos controlar nuestra propia vida, no sabemos si mañana vamos a despertar o si nuestra salud va a mantener férrea, mucho menos vamos a tener dominación sobre el otro. Una vez dejemos atrás ese deseo de controlarlo todo y entendamos que el control no existe… aprender que en la vida vinimos a caminar y aprender.

Y en ese camino, en ese diario vivir vamos a compartir con muchas personas y que maravilloso es compartir el camino con alguien que tenga otra forma de ver la vida, que nos muestra su perspectiva de la cosas, que nos muestre como hay otras realidades diferentes a las mías y que eso en lugar de quitarme me aporta.

Que maravilloso es cuando aprendemos a aceptar al otro incondicionalmente y sabemos que es y será así siempre, y que es en esa diferencia donde realmente está la felicidad, porque son esas diferencias las que nos ayudan a crecer.

Así que mi recomendación es que, en lugar de andar buscando la dominación y el control de todo lo que nos rodea, en lugar de andar en la búsqueda insaciable de controlarlo y manejarlo todo a nuestro antojo, aprendamos a disfrutar de la vida de su descontrol, de su variedad, de todo el abanico de colores que nos presenta para ser felices…


Y sobre todo, que amemos a quienes están a nuestro alrededor sin la necesidad de sentirlos como nuestros o quererlos dominar, sino amar su libertad, su vida, su capacidad de volar.

Fuente imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH0RAv9nkwP_vj2tsmOSSsUV_ma3wzAwgXhIbd_hpE2Lal0FifS6YOxbfDRp08eNc4hCLg7JbGbhuJt98-x6Rmf1IAwHxn2s621LMre_iQwol2_KbeSBdyqmt7vQiL5hWtlfoWj3DswPUp/s1600/pareja.jpg

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