martes, 24 de enero de 2017

Una carga imposible de llevar


Hace algunos años un libro de anécdotas, frases y experiencias se hizo muy famoso, su título “La culpa es de la vaca” era bastante interesante, aunque lo único relacionado con el título fue una anécdota que mostraba una característica muy colombiana, buscar echarle la culpa a otros de todo. Al final de la historia todo concluía que la culpa era de las vacas…

Lo interesante de esta sarcástica presentación, de esta costumbre tan marcada en nuestra idiosincrasia, era dejar en evidencia lo fácil que vamos dejando la culpa en los hombros de otros; sin embargo, culturalmente tenemos otra costumbre muy nuestra: ir cargando nuestras culpas por el resto de la vida, como grilletes que nos amarramos a los pies y de los cuales botamos la llave.

Obviamente es importante reconocer los errores, aceptar las culpas cuando nos corresponda y emprender el cambio, pero aferrarnos a la culpa, recordar constantemente los errores del pasado, es un elemento que va alimentando nuestra desesperanza, nuestra tristeza… nos va dejando en un estado de melancolía irremediable, que cada día nos frena el caminar, nos roba la energía y nos vuelve los peores jueces de nuestra vida.

Y si a este terrible juez, le sumamos las actitudes nocivas del algunos amigos y familiares, que cada que se les antoja la gana nos señalan, nos juzgan y se creen con derecho de medir con una balanza el acierto o desacierto de nuestras decisiones… el resultado evidente es un caldo de cultivo para una depresión crónica, donde hasta el mismo respirar se vuelve tedioso, ya solo sentimos un desdén “porque han sido tanto nuestros errores, que solo somos un costal de basura, deambulando por la vida”.

Y con cada paso que vamos dando, en la medida de lo que podemos, vamos llenando más el costal a nuestra espalda con más culpa, pensamos que incluso el abrir la boca y opinar, es otro error que sumar a la larga lista de los actos “delictivos” que vamos cargando a cuestas por el camino de la vida.

Para acabar de completar, en este proceso de auto-flagelación y castigo, donde todo lo que hacemos va encaminado a cobrarnos nuestros errores, lo justificamos con discursos filosóficos, poéticos y hasta estéticos “Es que debo aceptar y reconocer mis culpas para cambiarlas” … Y sí, efectivamente tenemos que reconocer y aceptar nuestras culpas para cambiarlas; pero eso no significa seguirlas cargando de por vida y flagelarme todos los días por los pecados cometidos.

Aceptar mis errores y mis culpas, no es considerar que soy un juez emitiendo una sentencia de cadena perpetua, para cargar con la pena y la culpa, aceptar es identificar cual fue mi error, saber que me equivoque, que tomé una mala decisión y que debo trabajar en no seguir el mismo camino… pero ir cargando la culpa no va a retroceder el tiempo.

Seguir cargando la culpa nunca me dejará vivir el presente y mucho menos lograr un futuro; pero esto no significa que me permita viajar al pasado y corregir los errores cometidos. Debemos aprender a perdonarnos, a seguir. Aceptar que, aunque no lo queramos, somos seres humanos y cometemos errores, es duro aceptar que no somos perfectos; pero no podemos vivir presos en nuestra culpa.

Lo importante es cambiar, evitar que los errores se repitan. Quizá haya habido perdidas valiosas por nuestros errores, pero cargar la culpa no los va a regresar; y sin embargo, nos cerrará la puerta para seguir avanzando. Pero no todo queda ahí, así como debemos perdonarnos y dejar de golpearnos, NO debemos permitir que personas nocivas nos “refrieguen” en la cara los errores y las culpas del pasado.

Las personas se creen con la capacidad de juzgar nuestro comportamiento y lo cierto es que como diría aquel carpintero de galilea “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”…


Así que amigo lector, suelta ese costal lleno de culpa y sigue avanzando, no es echarle la culpa a otros, tampoco es cargar con ella de por vida. Es aceptar nuestros errores, perdonarnos y seguir avanzando… seguir creciendo hasta alcanzar lo que vinimos a buscar en este mundo ¡La felicidad!

Fuente imagen: https://soyespiritual.com/wp-content/uploads/2015/08/culpa.jpg

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