sábado, 21 de enero de 2017

¿Aferrarte o dejar ir? esa es la cuestión.


Nunca he sido muy amante de tener mascotas, de niño realmente tuve unas pocas, alguna vez un perro, otra un conejo o un pollo; pero las que más repitieron fueron los hamsters. Eso si nunca tuve un ave enjaulada, pero una tía sí. En ese entonces la pilatuna (broma infantil) más entretenida era dejar escapar alguno de sus pajaritos… eso me costó muchos correazos.

Recuerdo mucho lo entretenido que podía ser ver al pajarito emprender el vuelo hacia el infinito, pero del otro lado estaba la actitud triste (y obviamente malhumorada) de mi tía al ver sus pajaritos volar libremente fuera de su “protección”. Los sermones o cantaletas siempre empezaban con argumentos de lo peligroso que era para esa pobre ave enfrentar el mundo, lejos del refugio “carcelario” que se le había construido para su FELICIDAD.

De niño siempre pensé que era ilógico querer retener algo por la fuerza, considerando que mis intenciones eran benévolas; que pensar que el otro ser no sea consciente de que lejos de mi protección, solo le espera sufrimiento o que sus ansías de volar son totalmente locas y debe quedarse conmigo, aunque no quiera; es la idea más tonta que una persona pueda tener.

Sin embargo, como todo niño, llegó el momento de crecer... y durante mi proceso de maduración empecé a generar este sentimiento de sobre protección hacia muchas personas (No sé si evolucione o involucioné), quizá no con pájaros, pero si con personas, nacieron en mi estos sentimientos de querer obligar a otros a quedarse conmigo, a manipular a otros sentimental o económicamente a estar a mi lado “porque era lo mejor para ellos”.

Durante muchos años… que muchos años, hasta hace muy poco he tratado de manipular a los que amo para que se mantenga a mi lado donde pueden ser felices, sin darme cuenta que, al igual que el pájaro, la jaula puede ser de oro pero retener a alguien contra su voluntad, solo lleva a que su deseo de volar sea cada vez mayor y con más fuerza.

Esto me permitió darme cuenta que amar, no significa ser amado, no significa esperar nada cambio y mucho menos coartar o manipular al otro para estar a mi lado. Amar es saber que debes abrir la jaula, dejar ir, que el verdadero amor no espera que el ave se quede a tu lado para cantarte cada mañana. Amar significa sonreír pensando que ese hermoso pájaro está cantando libre desde alguna rama.

Duele, va en contra de toda razón, siempre estamos pensando que amar es tener, retener, aferrar; pero no, amar significa liberar, soltar, dejar ir. Entender que el otro tiene que buscar su felicidad. Que el otro tiene que crecer y que quizá ese crecimiento no sea a tu lado. Que esa persona estuvo contigo hasta que sintió que tú eras su felicidad. Pero que si decidió seguir su camino, es porque está en búsqueda de su felicidad.

En ese momento, si realmente lo amas, solo vas a querer que esa persona sea feliz. Que sus mejillas no vuelvan a mojarse de lágrimas de tristeza, que sus noches no se vuelvan a llenar de insomnios y que todas sus mañanas sean felices.

Esto no significa dejar de amar, esto no significa olvidar; solamente significa que has aprendido a amar como un niño, consciente de que puedes amar sin poseer, que puedes amar sin retener… amar solamente por lo que es la otra persona… amar, con pureza.

Dejar ir duele, duele en el alma... porque nos confronta con nuestro egoísmo, pero no hay mayor expresión real de amor que aprender a ansiar la libertar y la felicidad de quien amamos.


No fuerces las cosas, no manipules para que otro esté a tu lado, aprende a dar sin esperar nada a cambio, aprende a amar, sin ser amado… “no vayas detrás de la mariposa, organiza tu jardín y la que ha de ser para ti, llegará a el” (Mario Benedetti)


Fuente imagen: http://comotenersuerte.com/wp-content/uploads/2014/11/LetGo-1024x765.jpg

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