viernes, 30 de junio de 2017

Te espero en los columpios


En una de esas conversaciones sin sentido u objetivo que en ocasiones se generan en los comedores comunitarios, en medio de la charla y buscando hacer un comentario jocoso, se me ocurrió aseverar que los hombres jamás maduramos, que solamente crecemos y que siempre seguimos siendo infantiles.

A pesar de estar rodeado de un público ampliamente representado por mujeres, en cual esperé una socarrona aprobación, el resultado fue totalmente inesperado. Varias de las comensales salieron en defensa de la madures de la masculinidad, de como muchos hombres si maduraban, crecían y se volvían serios adultos.

Como muchas conversaciones sin sentido, esta se quedó en el limbo de las pérdidas de tiempo vespertino. Sin embargo, el vocablo volvió a aparecer en mi entorno, esta vez en una página dedicada a sacar una que otra sonrisa o comentario subido de tono al gremio de educadores… en ella, un fulano con comentarios agresivos argumentaba la importancia de madurar, dejar de lado las “payasadas” y ser ciudadanos de bien (bueno estoy contándolo desde mis palabras).

Y entonces este término volvió a irrumpir en mis pensamientos divagantes y disertantes… ¿Qué es madurar? ¿por qué lo creemos tan importante? Primero me senté a pensar en qué buscan las personas con la tan anhelada madures. Y vinieron expresiones como: Tomar las cosas con seriedad, ser responsables, dejar de estar pensando en divertirse, etcétera…

Dicho de otro modo, madurar tiene una directa relación con dejar de ver la vida como un niño, dejar atrás la manera de actuar de un niño y convertirnos en adultos responsables, disciplinados, metódicos, organizados… amargados.

¿Por qué dejar de ver la vida como un niño? Fue entonces cuando recordé una película que de alguna forma marcó mi juventud… Jack, la historia de un niño con una extraña enfermedad que lo hacía verse 4 veces mayor de su edad… a los 10 parecía un hombre de 40. En una de las escenas de la película dejan de tarea a los niños que quieren ser de grandes.

Y fue ahí donde yo también dije que quería ser así… el coprotagonista de la película expresa que cuando sea grande quiere ser como su amigo Jack, disfrutar de la vida, reir cada vez que pueda, no perder la capacidad de asombrarse con las cosas nuevas, no perder nunca su curiosidad… amar entregándolo todo, disfrutarse cada una de las cosas simples de la vida.

Desde ese momento yo quise lo mismo para mí llegar a mi adultez y seguir viendo la vida con la mirada de un niño, no perder mi curiosidad, mi capacidad de disfrutar de cada cosa, jugar en un parque como un niño, montar en un columpio… por eso disfruto tanto llevar a mis hijos al parque, porque termino jugando con ellos como otro niño más.

Tener el corazón, la inocencia y la curiosidad de un niño, saber, como uno de ellos, que a la vida vinimos a jugar, a reír, a saltar… a disfrutar de cada instante que la vida nos regale. Saber cómo un niño que cualquiera puede ser un amigo, que en todo momento se puede aprender y que nada es demasiado importante para robarme la oportunidad de reír y de gozar.

Por eso, con el perdón de ustedes, yo me niego a madurar, no quiero ver la vida con una seriedad recalcitrante, amargante y frustrante, no quiero enfrentar los problemas con seriedad, los enfrentaré con una sonrisa… con un juego… o quizá con mi sable laser…

Me niego a tener que ver la vida con la mirada frustrante de un adulto, a pensar que no puedo reír hasta caer o caminar sin preocuparme, sin pensar que todo el que se acerca es para hacerme daño…

La vida es un breve suspiro, un corto camino al que vinimos a aprender a conocer, pero sobre todo a vivir con ganas, con pasión, con el alma, con las fuerzas… a tener amigos y a jugar, a pensar que no tenemos diferencias, somos solo un grupo de niños en un parque que quieren jugar y vivir.

El mundo sería tan diferente si todos los adultos maduros (y amargados) empezaran a ver el mundo con la mirada inocente y apasionada de un niño, no habría guerras, ni conflictos, quizá una que otra penitencia… sabríamos con certeza que el color no hace la diferencia, la religión es solo otro conocimiento y la política es para los adultos.


Así que mientras tenga un aliento de vida lucharé por seguir viendo la vida con la mirada de un niño, disfrutando como loco y riendo como tonto… y mientras tu maduras… yo te estaré esperando en los columpios.

Fuente imagen: http://miguelangeljimenez.weebly.com/uploads/2/6/3/3/26338245/6420492_orig.jpg

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