Una de las actitudes humanas más
comunes, o por lo menos con la que más me he encontrado últimamente, es la
crítica, ese anhelo de las personas de despedazar la labor o acción de los
demás, ese deseo constante de destruir lo que otro hace, sin otra intención que
dar a entender que lo que ellos hacen es mucho mejor y diferente que lo que
hacen los demás.
Entonces recordé una de las
enseñanzas de aquel humilde carpintero de galilea “porque críticas la paja que tiene tu hermano en el ojo y no miras la
viga que tienes en el tuyo”. Y es que de tanto caminar, han sido muchos los
momentos donde me he encontrado con personas que parecen recibir cierto placer,
al sacar a la luz pública los errores
de los demás. Son muchas las ocasiones donde veo personas que lo único que los
inspira a seguir viviendo es encontrar los defectos del otro.
Tienen constantemente un afán de
demostrar sus conocimientos y capacidades, criticando lo que otro hizo, lo que
otro hace o por lo menos, a diferencia de ellos, intenta hacer. Te los
encuentras en diferentes ámbitos, nunca falta el que no puede ver una película
sin encontrar que criticar, en lugar de buscar sobre que disfrutarla. Aquellos
que en su vida no han hecho nada significativo, pero cuando ven alguien que lo
logra, siempre encuentran el comentario incisivo de “quien sabe cómo lo logró”.
Y si nos vamos al ámbito laboral,
pareciera que el primer requisito para contratar algunas personas fuera, que
tanto es capaz de criticar al otro, que tan bueno es encontrando el error en el
otro. Muchas veces me he topado que su labor es mediocre, pero para lo único
que son buenos es para encontrar el defecto en los demás. Y sí, en este caso, y
como alguien me lo criticó alguna vez, voy a caer en ese espantoso defecto de
criticar, pero como ladrón que roba a
ladrón… voy a criticar a los criticones, esperando tener 100 años de
perdón.
Disertando sobre esto, una de las
características más evidentes de toda persona que vive en pos de juzgar a los
demás, es una profunda amargura, una frustración constante de no ser lo que le
hubiera gustado ser, está tan amargado con su lamentable situación, que la
única forma de encontrar un significado real para seguir viviendo, es buscar
siempre en los demás algo digno de poner en la picota pública.
Generalmente me he encontrado con
personas que el primer defecto o error que ponen en evidencia en los demás, es
precisamente el mismo que los distingue en su labor. Aquellas acciones que
siempre marcan en la labor de los demás, es precisamente en que con mayor
frecuencia caen, pero como son perfectos, nunca van a tener la capacidad de
cambiarla.
Sin embargo, algo que es más
representativo en este espécimen, de la jungla de asfalto, no solo es su
capacidad para criticar al otro, sino capacidad para evitar al máximo tener que
hacer algo. Obvio, a diferencia del que sufre sus críticas, este evita al máximo
hacer algo para no tener que sufrir los mismos padecimientos. Generalmente los
criticones no son capaces de hacer, como solo pueden ver defectos, ni siquiera
en ellos encuentran realmente aciertos.
Su vida, se va llenando de
amarguras, son cobardes, incapaces de crear, de hacer y mucho menos de vivir o
ser felices. Y es que cuando se vive en pos de criticar a otros, se es
imposible realmente vivir. Además, siempre con el temor a vivir y caer en las garras de otro igual a él.
Eso sí son los mejores jueces del
comportamiento de los demás, ellos son los únicos buenos, pero no serían
capaces de enfrentar ni la mitad de las tentaciones de quienes sufren su
juicio, sin caer más bajo. Su vida está limitada a ser la sombra de quienes
realmente se atreven a vivir.
Si por un momento se detuvieran ver
su vida, su actuar, sus logros o sus acciones, no tendrían tiempo de ver la
vida de los demás para criticarla. Pero como buenos mentirosos se venden la
mascarada de ser perfectos, intachables, increíbles e inimitables, y
obviamente, esto va entorpecer significativamente su capacidad de cambiar, de
mejorar, de ayudar y ser realmente útiles para la sociedad.
Mi querido amigo, uno de los
cuidados más grandes que debemos guardar es no caer en este denigrante defecto,
no hay elemento que nos destruya más como seres humanos que vivir en pro de
juzgar, menospreciar y criticar al otro. Tú no conoces su realidad, su vida,
sus esfuerzos, así que no tienes la autoridad para determinar que tan bien o
mal está.
La peor trampa en la que podemos caer,
como personas, es en la de levantar nuestra vos y nuestras fuerzas para dañar
al otro, más cuando las escondemos detrás de conceptos tan superfluos como “mi
crítica es constructiva” eso no existe, se enseña, se aconseja, pero la crítica
siempre estará en pos de destruir al otro.
Y una vez caes en esto, alcanzar la
felicidad será cada vez más complicado… así que mi único consejo es, ocúpate de
la viga que tienes en tu ojo, te aseguro que no te dará tiempo de pensar en la
paja que tiene tu hermano en el suyo.