jueves, 15 de marzo de 2018

Una poca de nuestra propia medicina


Recién entraba a trabajar a una empresa, hace algunas primaveras, una de las anécdotas utilizadas por mi jefe para “formarnos” profesionalmente, contaba una historia de honestidad e integridad. La historia hablaba de un hombre que en un supermercado la cajera le retornaba una cifra mayor a la correspondiente; el personaje al darse cuenta retornaba el adicional; ante esto el administrador lo felicitaba y lo invitaba tomarse una foto como ejemplo de “honestidad” y recibir una gratificación. El hombre se negaba porque andaba de compras con su amante.

Al finalizar la historia, como toda anécdota, tenía su moraleja. Este hombre representaba a la mayoría de los ciudadanos “honestos”, esos que siempre andan atentos ante situaciones que puedan ser juzgadas por otros, pero que no era una persona íntegra. En el fondo su moralidad se limitaba a ciertos aspectos, al punto que andaba engañando a su esposa y su familia, sin sentir culpa y por esto no aceptaba la recompensa a su “honestidad” pues podían enterarse en su hogar que andaba con la “querida”.

Esta vieja anécdota donde nos invitaban a ser personas integras en nuestra labor, vino a mis recuerdos en estos días de contienda electoral. Hoy vemos por las redes como se pregonan, venden y juzgan a todos los que están en la palestra pública aspirando a un cargo público. Y todos, incluido el suscrito, hemos actuado como jueces de la ética y la moral, del comportamiento, del pasado, del presente y del futuro de los candidatos y futuros gobernantes de esta hermosa patria mediterránea.

Y disertando sobre esa realidad y sobre muchos consejos y recomendaciones que circulan en la redes, llegue a una conclusión.  La cual, siendo muy “honestos”, no es exclusivamente mía pero que falta que la interioricemos. La realidad, así lo queramos o no aceptar, es que las cosas en nuestro país van a seguir igual, sin importar quien llegue a la silla presidencial, es más, lo más seguro es que se pongan mucho peor. No importa si gana la izquierda, la derecha o el centro.

Y ¿por qué auguro tan mal futuro sin importar que lado llegue? Porque el verdadero problema de nuestra nación, como de muchas, es nuestra cultura de la honestidad a medias; esa que nos permite andar con la cara en alto todos los días, pero que cuando podemos sacarle ventaja personal a una norma lo hacemos. Esa que cuando en la panadería nos devuelven de más, nos quedamos con el cambio.

Esa misma que cuando una norma no nos gusta, la infringimos o pasamos por alto “porque es verdaderamente injusta”, esa mediocre honestidad con la cual falseamos el pago de impuestos, nos pasamos el semáforo en rojo, no traemos los documentos en regla o simplemente nos tomamos una cerveza comprada en un negocio de barrio cuando se ha declarado “ley seca”.

Esa honestidad medida por lo “biblia” o “vivo” que podamos ser frente al sistema, la cual no solo vivimos como un credo, sino que pregonamos y enseñamos. Mientras que nosotros, que somos los que elegimos gobernantes y legisladores solo seamos un grupo de honestos de oportunidad, seguiremos recibiendo una poca de nuestra propia medicina por parte de nuestros gobernantes.

¿Deseamos realmente que las cosas cambien? Empecemos a cambiar nosotros y promover los valores, la honestidad. A enseñarle a nuestros hijos que el camino “rápido y fácil” no es el mejor, el regalito al funcionario público para que me ayude, no es el camino. ¿Queremos vivir en una sociedad honesta, con políticos correctos y funcionarios públicos que trabajen? Empecemos a exigir con la mejor arma que lo podemos hacer, EL EJEMPLO.

Los países que han logrado tener una sociedad trabajadora, honesta, desarrollada y prospera lo han hecho a partir de la construcción constante de una cultura basada el respeto, la legalidad y la inclusión, pero no desde los líderes, sino desde las bases. Sin embargo, mientras nosotros justifiquemos los más mínimos errores o deshonestidades nuestras con el dicho “ladrón que roba a ladrón…” y sigamos siendo una parte más del problema y no de la solución, las cosas no solo seguirán igual, sino que cada vez serán peor.

Estoy completamente seguro que cuando nosotros, que somos más, seamos honestos, pero integralmente, a nuestros dirigentes no les quedará otro camino que seguir nuestra línea, sin importar su espectro político. Porque ahí sí, como dice el meme, la corrupción es ambidiestra, pero también lo es el camino honesto y correcto. De lo contrario vamos a seguir recibiendo lo que todos los días sembramos en todos nuestros entornos.


Así que como diría aquel líder político norteamericano “antes de preguntarte que ha hecho tu país por ti, preguntante que has hecho tu por tu país” JFK. Parafraseando un poco “No esperes que tu país sea honesto contigo, se honesto con tu país”.


Fuente imagen: http://www.emprendedores.es/var/em/storage/images/emprendedores/gestion/noticias/actuar-con-integridad/286342-6-esl-ES/actuar-con-integridad_ampliacion.jpg