Corrían los primeros años de mi adultez, ya laboraba y
tenía a mi primer heredero cuando surge una de las comedias que más a marcado
nuestra bella cultura Colombia; o por lo menos la recreo al pie de la letra: la
pelota de letras. Esa comedía que presentaba nuestra cultura y comportamientos
como una radiografía, nos hacía reír y nos ponía a reflexionar frente a
nuestras costumbres y actitudes.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue una
frase que era presentada por el comediante (Andrés López) como uno de los clásicos
distintivos de las madres: “¡Deje así!”.
Esta frase representaba uno de los “mantras” (según el comediante) con mayor
poder sobre nosotros, nos cerraba, nos dejaba sin rumbo, perdidos en un gran vacío.
Era muy cómico recordar cada vez que nuestra madre había usado esta frase y
verlo representado en el espectáculo.
Pero lo más cómico, es como se ha vuelto nuestra regla de
vida, como esta expresión ha marcado (en muchas ocasiones) nuestra forma de
actuar y de vivir. Son muchas las veces que en lugar de hacer algo frente a
nuestra infelicidad, frente a nuestra angustia o frente a nuestros problemas,
simplemente nos cruzamos de brazos, bajamos la cabeza y “dejamos así”.
Cuantas veces en nuestra vida tomamos los rumbos equivocados,
nos juntamos a personas, empresas o lugares que en lugar de aportarnos nos robaban
energía, tranquilidad, felicidad o paz, y en lugar de hacer algo por cambiar
esa situación y continuar creciendo y avanzando, preferimos, cual madre de
antaño, bajar la cabeza y decirle a nuestro Andrés López interior “¡Deje así Andrés!
Simplemente nos acostumbramos a nuestra zona de confort,
y es que aunque algunos no lo crean “maluco también es bueno”, en otras
palabras, lo desagradable también se convierte en zona de confort. Es el lugar
que conocemos, la empresa en la que he trabajado por años, la persona que
conozco y pues que pereza tener que volver a empezar.
Y entonces simplemente dejamos de vivir, simplemente nos
volvemos un ente que respira, camina y se amarga; pero que nunca hace nada para
cambiar su realidad, solo se queja y aflige, pero es incapaz de tomar las
riendas de su vida para hacer algo en pro de lograr su felicidad. Porque da más
temor emprender el camino a lo desconocido que aguantarse su triste y
lamentable realidad.
¡Pero No! No debemos dejar
así, no vinimos a este mundo a aguantarnos
la infelicidad, la injusticia, la tristeza, la amargura… vinimos a luchar,
a vivir, a ser felices y sonreír ante el sol y las estrellas, vinimos a crecer
y cambiar, a ser mejores cada día… no simplemente a acostumbrarnos a una zona
de confort.
No señores (y señoras), estamos hechos para aprender, y
aprender significa salir de la zona de confort, buscar, empezar de nuevo
cuantas veces haya que hacerlo… Estamos en este mundo para ser felices y hacer
felices a quienes nos rodean.
Por eso, si algo te hace infeliz, si algo te roba la
tranquilidad, si algo te agota y te quita la paz, ¡Cámbialo! Crece, aprende,
vive, inicia… renuncia a lo que no te ayuda crecer, deja atrás lo que no te aporta…
pero jamás, jamás dejes así.
Fuente imagen: https://gananci.com/zona-de-confort/
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