Es común entre mis amigos, cada vez
que nos reunimos, hacer referencia a mi “longevidad”
según sus bromas y comentarios, no solo soy el más viejo del grupo, sino de
todos los grupos. Es natural ver en mi cumpleaños la referencia a Luis I de
Hungría (Desde hace tres años), puesto que ellos insisten que es la referencia más antigua de mi vida.
Para mi estas comparaciones en lugar de molestarme, me llenan de orgullo,
sentirme el ser humano más viejo entre
mis amigos o incluso entre la mismísima humanidad.
Ha habido momentos donde he llegado
a pensar que realmente lo creen, que piensan que en realidad soy tan anciano
como acostumbran decirlo, incluso creo que yo mismo he llegado a considerarlo
como una realidad. Es interesante ver como cada vez que llega alguien nuevo se
queda asombrado y pregunta si soy mayor de lo que parezco… el motivante de
estas pequeñas bromas no es objeto de este post, más bien he querido disertar sobre
el peso de los años en algunas personas.
Muy a diferencia de mi actitud
frente a la longevidad y la posibilidad realmente de haber vivido durante
varios eones, es muy sorprendente ver
el impacto que la edad tiene sobre algunas personas. Por estos meses que
deambulan, varios de mis amigos han empezado su camino al cuarto piso, y al
igual del impacto que tendría subir por las gradas de cuatro pisos corriendo,
la llegada a este escalón de la vida los ha dejado sin alientos, tristes,
podría decir que hasta desmotivados.
No puedo negar que antes de que se
empezara a realizar entre mis amigos el comentario de mi sorprendente longevidad,
cada vez que se aproximaba la llegada de mi onomástico, entraba en una grave crisis
existencia pensando en lo que no había hecho, en las metas no cumplidas, en las
malas decisiones, en los grandes errores, en las perdidas y fracasos.
Era mortal y no solo por el tiempo
que, quizá, me restaba, sino porque las metas que me había autoimpuesto no se
estaban cumpliendo en los lapso que había determinado, porque esto o aquello debía haberlo hecho en tal o cual fecha y ya había pasado. Era como si
el cierre de ese ciclo significara presentar un informe de gestión al más
sádico de los patronos, mi propio ego.
Y entonces era totalmente terrible
ya había llegado a los 30 y no había aprendido los dos idiomas que me había
puesto de meta, ya tenía 33 y todavía no sabía tocar un instrumento, llegaron
los 34 y no había empezado mi maestría, ya estoy en los 36 y todavía no he
tenido mi primer carro… cada cierre de ciclo se convertía, para mi, en un juicio,
en un patíbulo… en un cronometro que podía detenerse en cualquier momento y yo
seguí sin cumplir con los mínimos que me había IMPUESTO.
Y entonces comenzaron las chazan
frente a mi innegable longevidad, la longevidad de ese ser imaginario que ha
visto crecer a Amparo Grisales, que le dio clases a Chavelo en la escuela y que
conocío el mar muerto, cuando todavía estaba vivo… y en medio de los chistes,
las bromas y chascarrillos una idea nació en mi interior. Los años no son nada,
el tiempo es solo una dimensión que nos hemos impuesto nosotros mismos.
Nosotros buscamos las herramientas
para frustrarnos frente a las metas y sueños, somos excelentes destructores de
nuestra autoestima y esperanza, nos imponemos fechas, tiempos y reglas y
caminos que muy seguramente pueden tomar un poco más, pero lo hacemos para
tener la posibilidad de, masoquistamente, darnos látigo.
Pensar en mi longevidad me hizo
darme cuenta que 30 o 40 años no son nada, son un suspiro, son un camino de
experiencias y aprendizajes, que quizá otros en ese tiempo hayan logrado más
cosas, pero también hay muchos que no han vivido lo que yo he vivido… son casi
40 años (reales) de caminar, cometer errores, aprender… pero sobre todo de
vivir, no sé cuántos años más me depare el futuro, no se si relamente sean
siglos o tal vez tan solo unos minutos.
Pero hay algo de lo que estoy
totalmente seguro, lo que esté por delante tengo que verlo con expectativa, con
esperanza, con fe, con ánimo porque es la oportunidad de seguir aprendiendo, de
seguir creciendo, de seguir conociéndome… es la oportunidad de seguir viviendo
y para vivir no hay edad.
¿no has alcanzado una meta cuando lo
querias? Si no estás muerto la vida te está invitando a que lo hagas cuando
quieras!!! No hay excusa!!! Estamos vivos ... HAY QUE VIVIR.
Así que quizá estás llegando al
cuarto o al quinto o al sexto… no importa a que piso de los niveles de tu vida
estés llegando, mira el pasado como una experiencia, el presente como una
oportunidad y el futuro como un sueño.
Los años no son un peso, los años
son la fuente de energía para enfrentar todo lo que la vida nos depara en el
presente y en el porvenir.
Por lo menos así lo veo yo.
Fuente imagen: https://c.pxhere.com/photos/d9/d9/ghost_town_forgotten_place_wild_west_village_old_wood_building_house-1088921.jpg!d