Una de esas noches de tertulia, que
tanto me apasionan, hablábamos con unos amigos de noticias de actualidad en la
sociedad, pasamos de los conflictos de seguridad y las “barras bravas”, al juego de la ruleta sexual entre los
adolescentes. Del Bullying mal
manejado por los jóvenes, a las altas tasas de homicidios cometidos por jóvenes.
En fin, desde temas de alta profundidad moral y ética, hasta superficiales y
banales, como los nuevos “youtubers”.
Y en cada momento de la discusión,
al mejor estilo de un grupo de ancianos pensionados, llegaba el señalamiento a
las nuevas generaciones; como estos jóvenes se están tirando el mundo en el que
vivimos… en fin, fue una tertulia larga de ires y venires; pero de todo en mi
cabeza quedó dando vueltas cómo el mundo está patas arriba, como efectivamente un joven acaba con una vida por el
color de una camiseta, por un celular, por comprar un bareto o simplemente por cruzar una calle (las fronteras
invisibles).
Como los jóvenes juegan a la ruleta rusa al tener sexo sin protección
con cualquier persona; y valga la aclaración, considero que sería mucho más
seguro que se abstuvieran, pero sino lo van a hacer, por lo menos que no juegues
con la salud y el futuro. Pero no todo se detiene ahí en esta generación, cada
vez se es más superficial, no solo en los gustos, la música o el valor que se
da a lo banal; se ha llegado al punto de valorar más una vida animal, que una
vida humana.
Y entonces, disertando un poco sobre
todo esto, llegue a la pregunta ¿Qué estamos haciendo mal? Porque efectivamente
mucho de lo que vemos hoy en día no es nuevo, ni es un comportamiento innovador, efectivamente, como hablaba
con alguien, el mundo ha vivido muchas veces y desde la antigüedad estas
corrupciones morales o éticas, esta falta de respeto sobre la vida, sobre el
otro. Entonces, ¿Qué tiene de especial hoy?
Ya nos hemos matado por un color,
por un partido, por una religión, la sociedad ya ha destruido países y razas
enteras por cosas pasajeras, el desorden en lo sexual se ha visto en las
grandes familias, llegando a grandes corrupciones como el incesto o el sado
masoquismo, dejando como gran diferencial la difusión masiva de los medios de
comunicación, los cuales nos llevan toda la información a todas partes.
Pero el tema no es solamente
mediático, no es solo de sobrepoblación y polución; es estructural, es
coyuntural y profundo. Muy a pesar de lo que se piensa y difunde en los medios,
son cada vez más los que perversamente siente placer con el daño al otro, cada
día se encuentran acciones menos racionales y más autodestructivas. La
conciencia del otro, la pérdida del respeto por el otro, por la diferencia.
Ver como los jóvenes pueden asesinar
sin el menor sentimiento de culpa, dañar incluso a los de su propia familia.
Ver como hoy la sociedad esta totalmente desintegrada y se lamenta más fácilmente
por la muerte de un animal, que por el sufrimiento de un ser humano. ¿Qué nos
pasó?
Y el trasfondo, desde mi punto de
vista, está soportado en los hombros de las generaciones adultas, nos dedicamos
a vender valores pasajeros a las nuevas generaciones, centrarnos en el dinero,
en lo pasajero, en lo poco trascendental. Nosotros cambiamos la sociedad, en el
afán de alcanzar la libertad le
enseñamos a las nuevas generaciones que todo es relativo.
Enseñamos que mientras yo esté bien,
que se jodan los demás. Formamos un mundo de egoístas sin corazón, que no
pensaban en el otro. Un mundo donde para realizar lo que yo quiero, nada puede
perdurar, un mundo de amores pasajeros… porque nada es para siempre. Un mundo donde el dinero es la mayor
expresión de amor, así que volvimos interesados a nuestros hijos, para ellos no
hay tiempo, hay dinero.
Fue tal el afán de salir de las
estructuras sociales arcaicas, machistas
y falo céntricas, que destruimos todas las estructuras sociales, éticas,
morales. El otro perdió importancia, yo soy el importante… yo soy lo único que
existe. Y le enseñamos eso a las nuevas generaciones, nunca les mostramos la
importancia de ver y pensar que el otro es parte de mi. Creamos una generación
que no sabe dar, solo recibir.
Y ahora estamos recogiendo los
frutos, un sociedad egoísta, donde cada pensamiento pequeño quiere ser impuesto
por la fuerza a los demás, porque el otro tiene la obligación de aceptarme, una sociedad superficial que no conoce el
valor de las cosas, solamente su precio. Una sociedad donde la vida no es lo
importante, sino la moda.
Ojala, algún día, volvamos la mirada
atrás, retomemos la importancia de aceptarnos mutuamente, de apoyarnos, de
respetarnos. Ojala volvamos a darnos cuenta de lo importante, de lo
trascendental. De lo necesario de compartir… que por las cosas se lucha, no se
desechan. Quizá, en ese momento, volvamos a ser realmente una sociedad capaz de
superar todas las vicisitudes.
Solo cuando recuperemos nuestra
capacidad de dar valor a las cosas transcendentales, de dar la mano al otro y
reconocerlo como parte de mi vida, donde entendamos que nada es más importante
que la dignidad, la vida y la libertad… que el otro es parte fundamental para
yo exista… solo entonces dejaremos de estar condenados a desaparecer.
Lo primero sería volver a dar valor
a la familia, al hogar, volver a construir sentido de pertenencia en un grupo
primario que me enseñe a amar y a valorar… no solo a mi, sino el mundo que me
rodea.
Bueno, por lo menos así lo veo yo.
Fuente imagen: http://www.quo.es/var/quo/storage/images/ciencia/encuentra-evidencias-entre-la-violencia-en-adolescentes-y-el-desarrollo-cerebral/1248295-1-esl-ES/encuentra-evidencias-entre-la-violencia-en-adolescentes-y-el-desarrollo-cerebral_full_landscape.jpg
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