Una de los conflictos emocionales
por el que todos hemos pasado en algún momento de nuestras vidas, en especial
en fechas especiales, es encontrar el mejor regalo para dar, aquel que exprese
todo el aprecio, amor o interés que podamos tener por una persona, ¿cómo lograr
a través de un objeto expresar todo lo que sentimos?. Y empieza la búsqueda de
detalles de todo tipo: costosos a mano, extravangantes, poco comunes, a la
medida, exclusivos… de todas las variedades, colores y sabores.
Nos “pelamos el coco” tratando de impresionar a otros, lo más bello es encontrarnos con las falsas
modestias de todos, expresiones de cajón como “lo importante es el detalle”, “no
tenías que molestarte”, entre otras muchas que salen a relucir; cuando lo
cierto es que, en lo profundo del inconsciente, muchas de las personas creen que lo material, tangible y evidentemente costoso, siempre será lo
mejor.
Sin embargo, y después de todos los
embates que me ha dado la vida, en uno de esos momentos de desocupe y
disertación quise pensarme cual podría ser realmente el regalo más valioso, más
preciado, más significativo y trascendental.
Y en medio de muchos “ires y venires” pensando desde el regalo
de un avión, un castillo, un vehículo hecho de oro puro… desde lo material
hasta lo “Trascendental” como la “pruebita” de amor, no lograba encontrar
algo que, desde mi realidad, realmente valiera la pena. Muy desde mi percepción el mejor regalo, el más
valioso tenía que cumplir con algunas condiciones que lo harían especial:
En primer lugar, debe ser algo difícil
de conseguir, escaso, totalmente difícil de recuperar y entonces lo material
salió de la lista. Todo lo material se vuelve a recuperar, se puede volver a
conseguir. Conozco gente que ha quedado a deber muchísimo dinero, que ni con el
baloto pagaría todo y aun así se recupera y sale.
Debe ser algo que incluso para me
represente, que no le pueda dar todo el mundo, entonces pruebita de amor,
salió, porque hay quienes parecen modelos de protocolo en lanzamiento de un
producto, dando degustaciones a todo el que pasa.
Y entonces llegué a una conclusión,
desde mis gustos, lo mejor que le puedes regalar a alguien es tu tiempo, ese
nunca volverá, es irrecuperable, el tiempo que hayas dado nunca volverá a ti. Ni
siquiera podrás recuperar un segundo, un minuto o una vida. El tiempo que le
dediques a alguien no se lo podrás “compartir”
a otra persona, porque ese tiempo “ya lo usaste”.
Dedicarle tiempo a una persona,
escucharla, mirarla a los ojos, hablarle, hacerla reír, abrazarla en momentos
de dolor. Estar en tus momentos de cansancio, cuando lo que más desearías es
estar en brazos de Morfeo… cediendo incluso tu tiempo, contigo, ese realmente
es el mejor regalo que puedes dar.
Cierto, hay muchos ciegos que no ven
más allá de lo económico, de lo tangible, que no se dan cuenta que el tiempo
será lo único que al usar no se podrá recuperar, esos, jamás sabrán valorar ese
precioso regalo.
Pero si tomas conciencia de lo
importante y valioso del tiempo, sabrás que ese precioso recurso no se debe
desperdiciar con cualquiera, que tu tiempo es para que lo dediques a quien lo
valore, a quien lo aprecie, a quien mire más allá de lo tangible y perciba lo trascendental.
A quien te devuelva tu regalo, con un regalo igual.
A quien cuando tú le dediques tu tiempo,
te dedique el suyo y no a un dispositivo móvil…
Por eso, a partir de este momento,
mi tiempo se lo dedicaré a quien lo sepa valorar, quien lo estime más que el
oro y las piedras preciosas, y me retribuya dándome su bien más preciado… su
tiempo.
Fuente imagen: https://coachingcoactivo.files.wordpress.com/2015/06/tiempo.jpg
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