Una de las costumbres que tengo cuando doy clases, es iniciar la
jornada con el análisis de la proposición de algún personaje conocido, un
escritor, un político o un científico, alguien que desde su percepción de la
vida y el mundo pueda contribuir a que las personas pongamos en perspectiva
nuestra vida y aprendamos de su experiencia.
Hace unos días, en esos juegos de azar, le tocó el turno a un
político mexicano a quien le tengo mucha admiración, Benito Juárez. Una de sus
frases célebres ha sido expresada como “Entre los hombres, como entre las
naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Como me había esperado, mis estudiantes no hicieron mucho dialogo
sobre esta profunda frase, aunque algunos de los pocos comentarios fueron acertados
frente a la aplicación de este principio de vida. Sin embargo, durante el
transcurso de la semana la frase siguió rondando mi cabeza, en especial al ver
tantos conflictos tanto en mi bello macondo, como en algunos de nuestros países
vecinos, por no irnos muy lejos.
Es evidente que algo muy profundo nos pasa como sociedad, el
respeto por la vida, por la dignidad, por el buen trato se ha desvanecido
completamente. En la calle es más fácil que una persona te empuje a que te de
la mano. Los corazones de los hombres y de las naciones están ansiosos por la
violencia y la agresividad.
Y ni que decir cuando expresas tus ideas o posturas frente a un
determinado tema, sino está en línea con lo “Generalmente aceptado” o lo
“políticamente correcto” eres un retrogrado, fascista, imperialista o
ignorante… por no ahondar en otros apelativos un poco más agrestes.
Y entonces, disertando un poco sobre el tema, quería encontrar un
detonante para que nuestra sociedad no pueda seguir un principio tan elemental
y vivible como respetar el derecho ajeno, permitir la expresión del otro (al
mejor estilo de Voltaire), ¿cuál es nuestra problemática social? ¿por qué es
tan difícil lograr un buen espacio de convivencia?
Hubo, en ese espacio de ocio, una serie de ideas que flotaron
sobre mi cabeza, desde la concepción de que nadie puede dar de lo que no tiene,
hasta la mirada perversa de cada ser humano en relación con los demás… pero en
esa etapa de disertación llegó la “epifanía”
y es que simplemente no concebimos la existencia del otro.
El otro se ha desvanecido completamente en esta sociedad moderna,
no existe, no tiene derecho a existir. El mundo se ha inmerso en un completo
egocentrismo donde si el otro no actúa como yo, como yo deseo, como yo espero,
como a mi me interesa… simplemente no tiene derechos.
Vamos haciendo las cosas como yo las considero, como a mi me
interesan y los demás, que “se jodan los demás”. El otro solamente existe
cuando cumple mis expectativas y mis sueños, cuando está a mi disposición, así
yo nunca esté para la suya.
Estamos inmersos en un mundo donde la mayor interacción con el
otro es a través de un dispositivo móvil, pero ya no sentimos compasión. El
mundo se ha olvidado que hay otro, que tiene una historia, una experiencia,
unos sueños, unas creencias y que por el simple hecho de existir, aunque no se
comporte como yo espero, tiene derecho a ser.
Solo cuando volvamos a concebir la existencia del otro, cuando
entendamos que a pesar de las diferencias es en mi interacción con el otro como
yo puedo existir, ser, crecer y desarrollarme… solo hasta que comprendamos que
los derechos del otro no dependen de que estén como yo deseo, solo hasta ese
momento podremos vivir en una sociedad que aprenda a respetar el “derecho ajeno”…
Es imposible respetar el derecho ajeno, sino entiendo que existe otro,
primero debo darle lugar al otro y entonces podré respetar sus derechos…
Así que mi querido amigo, recuerda que a pesar de que el otro
piense diferente, sienta diferente, ame diferente, vea el mundo desde otra
perspectiva, al igual que tú, merece un lugar en este mundo… y entonces,
aceptarás que el otro puede expresar sus pensamientos, sus creencias, sus
vivencias, sus sueños…
El yo no puede existir sin el otro.
Fuente imagen: http://hermandadblanca.org/wp-content/uploads/2016/10/hermandadblanca_org_la-paz-interior-.jpg
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