Una tarde de sábado, cuando ostentaba poco más de 20 años y en la que me dirigía a un paseo de finca con un grupo de amigos, en el automóvil que nos conducía a nuestro destino tuve el gusto de escuchar por primera vez al que se convertiría en uno de mis artistas favoritos, Rubén Blades, la primera canción que escuché de él fue “Decisiones”, dejándome atónito por lo profundo y al mismo tiempo simple de su mensaje.
Creo conveniente aclarar que, a pesar de ser un ferviente Caleño, amante de este bello terruño, capital mundial de la “Salsa”. Era hasta ese momento poco o nada lo que este insigne ritmo musical me atrajo. Siempre me centre en otros ritmos de un origen más anglosajón.
Pero esa canción me dejó inmerso en una profunda reflexión, que incluso en la actualidad logra confrontarme. En ocasiones he querido evadir la responsabilidad frente a mis acciones o frente a las consecuencias de ellas y es entonces donde viene a mi memoria esa canción. A partir de ella he buscado enmarcar lo que, a pesar de muchos de mis hechos o desechos, he querido considerar el punto crítico y fundamental en la vida: las decisiones.
Han sido muchas las ocasiones, donde diversos debates sobre la vida, sobre los valores, la felicidad o éxito, he sido un férreo defensor de que todo, absolutamente todo, depende única y exclusivamente de nuestras DECISIONES. Incluso, que si hoy somos infelices, es simplemente porque no tomamos la decisión de ser felices. Qué el que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe a bueno.
Pero, en otras tantas ocasiones de la vida, me he visto a mi escudándome tras “factores” fuera de mi control, dependencias o inmutables. Olvidando con el mayor de los cinismos cuantas veces he señalado a otros, por evadir su responsabilidad y decidir simplemente no cambiar su realidad.
Y ahora, retomando esta reflexión, me dio cuenta de que a veces simplemente tomamos el camino más fácil y rápido para no aceptar la responsabilidad sobre nuestras vidas, siempre será mucho más cómoda la vida y menos pesada la carga de la culpa, si mis acciones no son mías, sino que soy una simple víctima de las circunstancias.
Pero nadie que haya seguido el camino fácil a logrado realmente algo significativo y trascendental, para sí o para los demás. Y es por eso, que recordando la historia cantada por este juglar de la Salsa; cada paso, cada situación de la vida, cada experiencia, cada camino que se ha tomado, es solo el resultado de una decisión. Una decisión consciente o inconsciente, si lo quieres ver de esa forma. Pero una decisión que te llevará al éxito “en la segunda del noveno” o al fracaso “pito, choque y la pregunta”.
Porque la vida son decisiones, el camino que tenemos frente a nosotros siempre nos invitará tomar una decisión y cuando lo aprendemos y lo aceptamos, tenemos dos posibilidades frente a cada decisión, será la certera y la felicidad; o será la equivocada y por tanto un aprendizaje, una experiencia.
Yo ya me cansé de vivir una vida dependiente de otros, llámense personas o cosas. Hoy decido empezar a llevar una vida centrada en mis decisiones, las mías, que me enseñen o me brinden el éxito. Al fin y al cabo, las que me enseñan hoy, mañana me llevarán al éxito.
Por lo menos, así lo veo yo.
