Una
de las características más humanas, que se evidencia desde el mismo momento en
que empezamos a hablar, es la del sentido de propiedad sobre las cosas y las
personas. Desde que empezamos a crecer, empezamos a expresar nuestra propiedad
sobre las cosas y las personas que nos rodean. Todo nos pertenece, nuestros
padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. Son nuestros y de nadie más, por
eso deben estar a nuestra disposición siempre… y ni que decir de los abuelos.
A
medida que vamos creciendo ese sentimiento de dominación sobre los otros y
sobre las cosas, generalmente se va acrecentando, nos volvemos los patronos,
que patronos, los emperadores de los otros. Su tiempo, su energía, su
disponibilidad es nuestra. Y esto se va reflejando poco a poco en nuestras
relaciones de pareja, donde muchas veces en lugar de generar lazos de amor,
generamos lazos de dependencia.
Y
es en la interacción con la pareja donde más se ven reflejados estos
comportamiento dominantes, no de sentido de pertenencia, sino de trato del otro
como un objeto… y surgen expresiones como: “Tienes que dejar…”, “Ya es hora de
que empieces…”, “Sino haces eso es como si no me quisieras…”, “si deseas estar conmigo
tienes…”… Y otras muchas en el mismo sentido.
Y
esas relaciones de amor y felicidad, se transforman en relaciones destructivas,
donde la única forma de generar una buena convivencia es que el otro se “someta”
a mis placeres y pensamientos, que el otro haga las cosas como yo quiero,
porque “yo soy el único que sabe cómo vivir” y si él no lo hace está condenado
a vivir infeliz.
Lo
más triste de todo es que non nos damos cuenta cuan infelices nos vuelven estos
comportamientos, cuan amargados nos estamos volviendo porque en todo ese actuar,
nos olvidamos de lo más importante: Nadie puede controlar nada. El control es
solo un mito que nos hemos vendido, no podemos controlar nuestra vida o nuestra
salud o nuestras características… nada es controlable, nada nos pertenece
realmente y los seres humanos no son objetos.
Parecen
realidades evidentes, que todo el mundo sabe, pero pocas veces las
interiorizamos, dejamos de vivir y ser felices, de disfrutar del mundo y las
personas en el afán de controlarlo todo, de sentir que todo está bajo nuestro
poder y que todos caminan hacia el… y la única realidad es que todo camina
hacia todas partes, el mundo es una entera línea de caos que nunca sabes para
donde va.
Al
punto que los hábitos alimenticios y de ejercicio saludable, no nos garantizan
una buena salud, el tener el control del nuestros hijos no nos garantiza que
nunca se vayan a descarrilar, el que nuestra pareja se someta nuestras
directrices, no nos garantiza su felicidad y la nuestra….
Entonces
¿qué? Lo más importante es aprender que nada nos pertenece, ni siquiera podemos
controlar nuestra propia vida, no sabemos si mañana vamos a despertar o si
nuestra salud va a mantener férrea, mucho menos vamos a tener dominación sobre
el otro. Una vez dejemos atrás ese deseo de controlarlo todo y entendamos que
el control no existe… aprender que en la vida vinimos a caminar y aprender.
Y
en ese camino, en ese diario vivir vamos a compartir con muchas personas y que
maravilloso es compartir el camino con alguien que tenga otra forma de ver la
vida, que nos muestra su perspectiva de la cosas, que nos muestre como hay
otras realidades diferentes a las mías y que eso en lugar de quitarme me
aporta.
Que
maravilloso es cuando aprendemos a aceptar al otro incondicionalmente y sabemos
que es y será así siempre, y que es en esa diferencia donde realmente está la
felicidad, porque son esas diferencias las que nos ayudan a crecer.
Así
que mi recomendación es que, en lugar de andar buscando la dominación y el
control de todo lo que nos rodea, en lugar de andar en la búsqueda insaciable
de controlarlo y manejarlo todo a nuestro antojo, aprendamos a disfrutar de la
vida de su descontrol, de su variedad, de todo el abanico de colores que nos
presenta para ser felices…
Y
sobre todo, que amemos a quienes están a nuestro alrededor sin la necesidad de
sentirlos como nuestros o quererlos dominar, sino amar su libertad, su vida, su
capacidad de volar.
Fuente imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH0RAv9nkwP_vj2tsmOSSsUV_ma3wzAwgXhIbd_hpE2Lal0FifS6YOxbfDRp08eNc4hCLg7JbGbhuJt98-x6Rmf1IAwHxn2s621LMre_iQwol2_KbeSBdyqmt7vQiL5hWtlfoWj3DswPUp/s1600/pareja.jpg
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