Nos encontramos a tan solo 17 para
que llegue el final de uno de los años que, al menos para mí, me hubiese
gustado evitar “esta copa”, han sido
348 días de los cuales puedo asegurar que más del 90% fueron frustrantes,
tristes, cerrados con lágrimas en los ojos o un severo estado de alicoramiento,
buscando como buen alcohólico, ahogar las penas.
Fue una año lleno de caídas,
errores, desaciertos y sobre todo de malas decisiones. Un año de pérdidas
valiosas, de penas, de dolores, de tristezas y remordimientos, seguramente si
me encontrara con el genio de la lámpara el único deseo que tendría para él
sería poder repetir este año con el conocimiento de las decisiones que tengo al
final de él.
Pero efectivamente esto es tan
posible como ganarme el baloto el próximo sábado 31 de diciembre; sin embargo,
con todo lo que tiene por borrar este año debo reconocer que hay algunos
elementos que las nubes de la melancolía en ocasiones no me deja divisar… los
ojos encharcados de lágrimas me han ocultado algunos elementos positivos.
Y es que aunque suene a “frase de cajón” aquel dicho de los
abuelos “No hay mal que por bien no venga”
tiene algo de cierto, por algo dicen que la sabiduría popular habla por la
experiencia; y es que este año, a pesar de las perdidas, las lágrimas y los errores
me dejó grandes enseñanzas.
La primera, conocer las personas
realmente valiosas en mi vida, esos momentos de necesidad y escases me llevaron
a conocer quiénes eran realmente las personas que me querían, quienes realmente
vale la pena conservar en mi vida y en mi corazón, también me mostros quienes
fueron los traidores, quienes solo estaban por un favor o un beneficio.
Este año también me enseño que debo
conocerme, que muy a pesar de lo que mi ego dijera, todavía me falta mucho por
aprender, que para ser un buen ser humano me falta mucho camino por recorrer.
Este año me llevó a darme cuenta que cada decisión la debo reflexionar pensando
en las consecuencias y en las heridas que puedo generar a otros.
Al final del año, también llegue a
entender que Dios también era importante en mi vida (Y aquí les pido disculpas
a los que no creen en Dios), pero por los menos para continuar creciendo me di
cuenta que solo aferrarme a mi creencia en la trasendentalidad del alma me
ayudará a salir del profundo estado de melancolía que a veces me invade.
Cierro el año sin mi hogar, sin mi
familia, con muchos aprendizajes y sobre todo consciente que las cosas irán
pasando como deban pasar, las cosas malas pasan, pero lo que debemos mirar es
que nos quieren enseñar.
Al final de este año sé que aprendí
muchas cosas, que fue necesario para continuar mi proceso de crecimiento como
ser humano y empezar el 2017 con una nueva mirada sobre el mundo, sobre la
vida, sobre las personas, pero sobre todo, sobre el impacto que mis decisiones
puede generar en mi felicidad.
Quizá al igual que yo, tu año
aparentemente no haya sido bueno; pero en lugar de pensar en las tristezas, las
perdidas y las derrotas, porque no miras los aprendizajes, las lecciones, los
cambios que te llevarán a ser aún mejor y más fuerte de lo que eras.
Por eso, al mejor estilo de aquél
clásico de año viejo, “yo no olvido al año viejo”, pero a diferencia de la canción,
aunque no me dejo una chiva, una burra vieja, una yegua blanca y mucho menos
una suegra (no me importaría si buena, ni mala); me dejó muchas enseñanzas,
muchos aprendizajes y sobre todo la certeza de que el camino sigue y hay que
seguir avanzando.
Fuente imagen: http://cdn.colombia.com/sdi/2016/12/13/programadora-informatica-anuncio-el-fin-del-mundo-para-2016-530446.jpg
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