Uno de
los derechos fundamentales que contempla nuestra constitución es el de la
libertad, la cual en su artículo 28 dice:"Toda persona es libre. Nadie
puede ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o arresto,
ni detenido, ni su domicilio registrado[...]" siendo claro que al
menos en el papel el cautiverio no está permitido. Claro está, esto no solo lo
encontramos en la carta magna, es evidente que uno de los grandes temores de
todo ser humano es perder su libertad.
Por eso generalmente cuando
alguien trata de coartar nuestra libertad, de manipularnos, de secuestrarnos o
de vulnerarnos en alguna medida este trascendental derecho, surge toda nuestra
garra y deseo de lucha, somos capaces de jugarnos la vida, con tal de no perder
nuestra libertad, tenemos muy presente en nuestro corazón que nada nos debe
dejar en cautiverio. También es por esto que el mayor castigo para el hombre
siempre será la privación de la libertad.
Sin embargo, algo que es muy
interesante en el corazón humano, es ver como nosotros mismos nos ponemos en
cautiverio a nosotros mismos, como nuestros miedos y frustraciones generan un mecanismo
de defensa que lo único que nos lleva a ponernos "tras las rejas",
una prisión emocional en la cual dejamos atrás nuestros sueños, nuestros
ideales y nuestros gustos.
No es necesario que alguien nos
encierre en "cuatro paredes", el miedo y la frustración se
encargan de eso, nos llevan a tomar decisiones encaminadas y dejar de ser
quienes queremos ser, ya sea por la búsqueda de la aceptación, por el
reconocimiento de los demás o simplemente porque consideremos que nuestros
gustos solamente nos van a generar más dolor, y entonces decidimos encerrarnos y morir
presos de nuestros miedos, frustraciones e infelicidad.
Son muchas las personas que deambulan
por las calles todos los días, pero que sus corazones realmente viven en un
cautiverio constante de frustración y tristeza, tienen la posibilidad de salir
corriendo en búsqueda de la felicidad, pero su “estado de confort” no los deja dar un paso por alcanzar sus sueños
e idales.
Todos
los días los ves convenciéndose a ellos mismos que no existe otro camino para
vivir, que no existe otra forma de vivir, que ya “tomaron una decisión” y no pueden moverse de ahí, porque si no se
mantienen en lo que decidieron no tienen palabra.
Lo
triste de estas decisiones y posturas es que cuando las ves “desde la barrera” sería como ver a una
persona atándose así misma o encerrándose en la prisión y lanzando la llave
lejos… luego sentándose con el rostro lleno de resignación porque “no tiene otro camino”…
Pero no
es cierto, ese solo es otro engaño del miedo, sólo es otro engaño de quienes
nos quieren ver oprimidos e igual a los demás, es solo una forma de caminar por
un camino seguro y que conocemos que no nos genera temor, que no nos hace
sentir vivos… que nos hace estar como muertos.
La
decisión es tuya, de cada uno… ser mi propio carcelero y llevar una vida “sin sobresaltos, ni emociones” que nos
prepare de una vez para la muerte; o vivir, vivir con emoción con penas y
llanto, pero con risas, con carcajadas… con felicidad, con libertad, con la
posibilidad de correr y de caernos y rasparnos… Vivir como se debe, con
intensidad…
Recuerda
que estas vivo y aunque la muerte sea inevitable no significa que tengas que
vivir para ella… debes vivir para ser feliz y que cuando llegues a la tumba…
puedas decir que realmente viviste.
No
esperes a mañana… puede ser muy tarde.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario