Hace unos pocos
días cuando estaba escuchando el sermón, el predicador tomó de base una de las
historias más usadas, conocidas y referenciadas: “El hijo pródigo”. Esta relata
la historia de un joven rebelde que decide salir de su casa e ir a conocer al mundo,
acompañado solo de su deseo de libertinaje y aventura.
El relato
bíblico, quizá ya conocido en demasía por ustedes, nos muestra cómo este joven,
dejándose llevar por el desenfreno y limitado solo por la satisfacción de sus
más corruptas pasiones, sigue un camino de desafortunadas decisiones, que lo
llevan a terminar en el más lógico de los destinos: un mundo de escasez, de
dolores, de pérdidas y miseria. Abandonado completamente por los que se decían
sus amigos, por quienes dijeron amarlo, pero sólo gozaron de su desenfreno.
Terminó solo, rodeado de dolor, miseria y lamentaciones.
Es aquí donde el
predicador dio un rumbo especial al relato, y a diferencia de muchas ocasiones
donde escuché esta misma historia, mostró elementos que muchas veces los hemos
pasado por alto. El primero de ellos es que para generar un cambio en nuestras
vidas, debemos mirar a nuestro alrededor y tener la capacidad de reconocer
nuestra responsabilidad frente a lo que estamos viviendo.
Vimos como aquel
joven se dio cuenta de su realidad, en medio de una porqueriza, de hambre y de
mugre, ve como todo lo que está viviendo fue su responsabilidad, su culpa, sus
decisiones y acepta que el único culpable de eso fue él: “... he pecado contra
el cielo y contra ti” no se justificó, no buscó minimizar sus errores.
Simplemente aceptó y reconoció su realidad.
El segundo paso
fue tomar una decisión con respecto a su realidad: “me levantaré e iré…” Él no
se puso a buscar culpables, ni a encontrar a quien responsabilizar de su
realidad; mucho menos a esperar que llegara alguien a buscarlo, a sacarlo de
ahí y llevarlo a un estado de bienestar. Nada de eso; pero tampoco se quedó
ahí, solo reconociendo su responsabilidad frente a su realidad o solo tomando
la decisión en su mente de cambiar y enfrentar su realidad; ¡NO! ACTUÓ en
consecuencia de sus decisiones. Este es el tercer paso: “Y se levantó” Sí, se
levantó, emprendió el viaje a su destino y por último, al llegar se mantuvo
firme en todo lo que había decidido hacer.
¿cuántas veces
nos quedamos en los sueños? en muchas ocasiones simplemente nos quedamos en los
planes. A veces, nos devolvemos y ya no reconocemos nuestra responsabilidad,
sino que damos un paso atras buscando quien pueda ser el responsable, el
culpable o el generador de nuestras malas decisiones. Lo bonito de la historia,
es que al igual que pasa en la vida de cualquier persona, siempre que cambiemos
y hagamos las cosas de manera diferente, vamos a obtener resultados diferentes.
El secreto para
lograr cambiar nuestras vidas, para transformar nuestra realidad, para dejar de
estar tirados en medio de la porqueriza y alimentándonos de las sobras de los
cerdos, radica en 4 simples pasos: reconocer que nos hemos equivocado; decidir
que no queremos esa vida, que queremos cambiar; actuar, no quedarnos en sueños
e ilusiones, en planes sin ejecución, sino levantarnos y empezar el camino; y
por último, mantenernos, el camino es largo, pedregoso y difícil; pero una vez
empezamos el camino, debemos terminarlo.
No es fácil,
cuesta lágrimas, humildad y requiere de toda la fuerza de tu voluntad, pero los
frutos se van dando. Yo lo estoy haciendo, y si que he llorado, pero te puedo
asegurar que no hay mejor decisión. Por lo menos así lo vivo yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario