Estando en una de las clases que
dicto, como acostumbro, lleve una frase célebre al inicio de la teoría para
disertar sobre la vida y la realidad. En medio del análisis de lo dicho, que
guardaba relación con tomar responsabilidad frente a nuestros actos, recordé
aquel pasaje bíblico en el que Dios se encuentra con Adán y Eva, después de
haber hecho de las suyas, digo, de haber comido del fruto del árbol del bien y
del mal.
En el relato, cuando Dios le
pregunta a Adán que había pasado este contestó: “la mujer que TÚ me diste”.
Siempre coloco este ejemplo, ¿qué hubiera pasado si en lugar de decir eso, adán
se hubiera arrepentido y hubiera reconocido su culpa? Y desde ahí la
humanidad la ha cagado en todo lo que hace, por un simple y pequeño detalle siempre buscamos un responsable, o mejor dicho, un culpable de todo lo que nos
pasa en la vida.
No pienso generar una discusión
sobre el origen del hombre, pero partiendo de este relato y pensando en el comportamiento
humano, hay algo más humano que errar y es buscar a quien echarle la culpa de
los errores cometidos. En la historia bíblica Adán se pasa, no solo, como
piensan algunos, culpa a Eva sino que realmente culpa al mismísimo Dios. “La
mujer que TÚ me diste”… mire la clase de piruja que usted me ha dado por mujer,
¿no tenía algo mejorcito? Si ve como lo que usted me da me hace pecar, me hace
caer.
Y la humanidad siempre ha buscado a
quien echarle la culpa de lo que pasa, de los errores, de las situaciones. Y al
mejor estilo de Adán, cuando no hay a quien echarle la culpa, miramos hacia el
cielo y decimos “¿si ve lo que usted hace?”. Hoy en día la sociedad vive
inmersa en ese mundo, incluso la psicología en muchos aspectos trata de buscar “los responsables” de nuestro
comportamiento.
De cada cosa mala que nos pasa
siempre hay un culpable. Si estoy mal económicamente es culpa del gobierno, de
la economía, pero no vemos que cuando tenemos plata la derrochamos como si al
día siguiente no fuéramos a vivir. Cuando estudiamos y perdemos, la culpa es de
nuestros compañeros que nos distrajeron, del profesor que no supo explicar, de
mis padres que no me compraron los libros para estudiar o de Dios que no me dio
la inteligencia. No vemos que cuando era tiempo de atender o estudiar estábamos
jugando o dispersos.
De adultos, cada vez que no logro
algo es culpa de alguien, si caigo en los vicios, fue culpa de mis amigos que
me dañaron, si me accidento fue culpa del otro que venía manejando. No importa
que pase, siempre habrá un responsable, pero jamás seré yo quien tenga las
riendas de mi vida, solamente soy una víctima de las circunstancias.
Y entonces caemos en el más profundo
de los abismos, la indiferencia frente a nuestra realidad o más aun, la
amargura para con la vida. Porque siempre, siempre habrá un responsable fuera
de nosotros de lo que nos está pasando.
Pero poco nos detenemos a evaluar nuestra vida, nuestra realidad, nuestras
decisiones y nuestra obstinación frente a lo que pasa.
A veces vamos por el camino
equivocado pero no hacemos nada para cambiarlo, porque Dios, la vida, el buki …
debería bajar y llevarme por donde debo y si no, pues ni modo, yo sigo mi
camino sin importar que pase “porque así soy yo”, “porque yo soy firme en mis
decisiones”… pero a pesar de la firmeza, los culpables de las consecuencias
siempre serán otros.
Esto no es de culpables o inocentes,
de víctimas y victimarios, la vida es de responsables, de aprendices, de ser
consiente por encima de todo que soy “un ser en construcción” y cada cosa es un
aprendizaje. Lo importante es aprender, cambiar de camino cuando no funciona.
Aceptar las consecuencias de mis
errores, como lecciones. Pero sobre todo entender, como el poeta, que “yo soy
el arquitecto de mi destino”.
No hay nadie más, no es el estado,
no es la iglesia, no son mis padres, no es mi ex pareja, mi pareja o mis hijos.
El único responsable de mi vida, de lo bueno y de lo malo soy yo. Quizá unos
nacieron en circunstancias más difíciles que otros, pero entre más difícil se
te presentó el camino, mayor será la recompensa cuando superes todas las
dificultades.
Y sin embargo, sino lo haces, la
culpa no será de la circunstancias, será de tu falta de pericia para enfrentar
los problemas. No te preguntes porque otros están mejor o les es más fácil,
mira que estás haciendo para dificultar tu camino y sobre todo, recuerda que no
fue “la mujer que TÚ me diste”, fue tu decisión y tu determinación ante esa
situación.
Fuente imagen: https://comunicacionderesistencia.files.wordpress.com/2013/04/culpables.jpg
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