Hace 59
días empezamos a vivir como sociedad una situación sin precedentes para las
generaciones presentes, hace más de 200 años la sociedad no vivía una pandemia,
y los efectos que esto genera en las personas: pánico, perturbación, ansiedad y
desesperación. Ha esto podemos agregar la dependencia de una economía que gira
en torno al consumo, lo que hace que el problema afecte todos los niveles de la
sociedad.
Han sido
días que representan una verdadera prueba de fuego; Nuestra vida ha perdido su
acostumbrada rutina, se han perdido los espacios de esparcimiento y el contacto
con el resto de la sociedad, además de los temores de perder nuestro trabajo a
raíz de la disminución de los niveles de consumo y el temor de resultar
contagiados en cualquier nivel de esta pandemia, que ya cuenta con más de
200.000 muertes en todo el mundo.
La
ansiedad y el estrés se han convertido en el factor común en la personas, los
problemas de convivencia donde la ansiedad hace de las suyas para incrementar
los conflictos familiares y de pareja, así como la mayor sensación de soledad
en aquellos que solo tiene contacto con las paredes y las redes virtuales. Y el
mayor temor, el mayor generador de desesperación, es el sentimiento de nunca
volver a recuperar nuestra amada "normalidad".
Sin
embargo, en esta naciente prueba de fuego, donde unos más, otros menos, estamos
sobrellevando los diversos problemas que presentamos, debemos recordar que al
igual que todas las vivencias en los seres humanos, esta solo representa una
oportunidad. Una oportunidad para replantear nuestra vida, nuestros hábitos,
nuestros intereses, nuestras necesidades. Es una oportunidad para darle
nuevamente significado a lo que realmente lo tiene, para olvidarnos de esa
concepción de vida narcisista, líquida y egoísta en la que estábamos cayendo
como sociedad, donde habíamos olvidado lo que es realmente importante.
Este es
el momento para levantar la cabeza, para organizar nuestras vidas, para
dedicarle aún más tiempo a lo realmente importante, para fortalecer y
consolidar nuestras relaciones, nuestras amistades, nuestra familia. Para
crecer, para reconocernos y valorar en nosotros todo aquello que vale la pena
cuidar. Estos días son los espacios que, como sociedad, necesitábamos para
retomar el rumbo y darnos cuenta que lo realmente importante son las personas,
no las cosas, no los lugares, sino quienes están con nosotros.
Pero
sobre todo es el momento de aceptar que nuestra "normalidad" nunca
volverá. Estos días cambiarán por completo nuestras vidas, solo saldremos de
esto si nos damos cuenta que el mundo realmente va a ser diferente . Y es
momento de asumir que el verdadero problema no es si vamos a recuperar esa
normalidad, sino que tipo de personas vamos a ser, quienes nos vamos a
levantar. Personas que valoren lo importante, personas más humanas o por el
contrario seres más egoístas, líquidos e inhumanos.
Esta es
la mayor oportunidad que la humanidad ha vivido en los últimos 40 años para
redefinirse, para saber que ese egoísmo narcisista solo nos estaba conduciendo
a la autodestrucción. Es la oportunidad de salir de esta crisálida como un ser
maravilloso, que pueda volar lejos del egoísmo y subir un nuevo nivel en
nuestra humanidad.
Claro,
depende, como todo, de la capacidad individual de aceptar nuestra necesidad de
cambiar y mejorar, para salir de esa zona de confort que nos estaba
destruyendo. Y construir un mundo
realmente diferente. Ojalá tengamos la capacidad de hacerlo.