Toda mi vida he disfrutado de las
locuras de Chespirito, ese comediante que desde los años 70 ha entretenido a
niños, jóvenes y adultos. Entre los muchos personajes que creó para divertir a
chicos y grandes, se encontraban “los caquitos”, un grupo de ladrones que al
cabo del tiempo deciden reformarse y volverse honestos. En este grupo se
encontraba la “chimoltrufia”, Maria Expropiación Petronila, quien en uno de sus
diálogos repetía en múltiples ocasiones “Yo
como digo una cosa, digo otra”.
Esta expresión, cargada de
contrariedad y que en últimas no lleva a ninguna parte me ha recordado al entorno
político colombiano en vísperas de las elecciones de segunda vuelta. Y es que,
aunque una de las protagonistas tiene un gran parecido al personaje, ha sido el
comportamiento y la coherencia de los líderes políticos de hoy lo que realmente
me ha traído a colación este chascarrillo.
En la “cosa política” las últimas
semanas se ha visto como grandes opositores venden sus ideales y sus principios
por el simple hecho de subirse al “bus” de la victoria. Todos han olvidado lo
que hace unas semanas decían, los ataques que hacían o las mofas que
presentaban hacia sus contendores para ganar algunos adeptos.
Y es que al igual que la Chimoltrufia,
la coherencia de los grandes líderes políticos de hoy parece, en su gran
mayoría, la simple expresión de “como digo una cosa, digo otra”. Todos sobre la
base de que la “política es dinámica” han dejado ver ante la sociedad que
simplemente no existen valores, criterio o palabra.
Desde candidatos que antes hablaban de
hacer constituyente o “comprar” las tierras de los grandes empresarios de Colombia,
hoy firman sobre “mármol” que nada de eso es así, que es todo lo contrario.
Hasta excandidatos que hablaban de su contendor como un pequeño dictador y hoy
lo abrazan y apoyan. Solo dejan evidencia que la coherencia, la firmeza, la
honestidad y sobre todo la autoridad (entendida como congruencia entre los
actos y las palabras) simplemente no existe.
Lo único coherente que se ve desde
algunos bandos de la política nacional es la repartición de odios y temores hacia
sus oponentes. Los grandes argumentos que se manejan están centrados en el
miedo, en la sed de venganza y en la intención de llegar al poder a como de
lugar. Sin importar cuantos valores y cuantas ofertas tengan que hacer para
lograrlo.
Pero lo cierto, o la gran enseñanza
que nos debe dejar este empantanado entorno político colombiano es que debemos
luchar por la coherencia, por la congruencia entre nuestros actos y nuestras
palabras. Vender nuestros valores o nuestros ideales solo por estar en el bus
de la victoria, no es el camino. Quizá el mundo moderno nos ha enseñado que nada
es constante, solo el cambio. Pero los valores, los principios y la ética en
nuestro actuar deben ser elementos que mantengamos como la firmeza en los
cimientos de un edificio.
Cuando cambias, vendes tus ideales y
tus principios, por el ansia de poder, solo dejas entrever que jamás se deberá
confiar en tus palabras, así las firmes sobre mármol, acero o granito. La coherencia,
la congruencia, la claridad y la ética en el actuar deben ser las banderas de
quien rija el destino de nuestro país.
Solo espero que las elecciones que se
aproximan condenen la incoherencia y premien la congruencia, pero sobre todo,
que quien va a regir el destino de nuestro país los próximos 4 años, a partir
del 7 de agosto, trabaje con por el crecimiento y desarrollo de nuestro país,
pero siempre defendiendo sus principios y sus ideales, sin venderlos para
alcanzar más poder. En otras palabras, que su comportamiento no sea un cumulo
de “como dice una cosa, dice otra”
Fuente de imagen: https://entreatingfavor.com/nothing-but-the-truth/
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