Recién entraba a trabajar a una
empresa, hace algunas primaveras, una de las anécdotas utilizadas por mi jefe
para “formarnos” profesionalmente,
contaba una historia de honestidad e integridad. La historia hablaba de un
hombre que en un supermercado la cajera le retornaba una cifra mayor a la
correspondiente; el personaje al darse cuenta retornaba el adicional; ante esto
el administrador lo felicitaba y lo invitaba tomarse una foto como ejemplo de “honestidad”
y recibir una gratificación. El hombre se negaba porque andaba de compras con
su amante.
Al finalizar la historia, como toda anécdota,
tenía su moraleja. Este hombre representaba a la mayoría de los ciudadanos “honestos”, esos que siempre andan
atentos ante situaciones que puedan ser juzgadas por otros, pero que no era una
persona íntegra. En el fondo su moralidad se limitaba a ciertos aspectos, al
punto que andaba engañando a su esposa y su familia, sin sentir culpa y por esto
no aceptaba la recompensa a su “honestidad”
pues podían enterarse en su hogar que andaba con la “querida”.
Esta vieja anécdota donde nos
invitaban a ser personas integras en nuestra labor, vino a mis recuerdos en
estos días de contienda electoral. Hoy vemos por las redes como se pregonan,
venden y juzgan a todos los que están en la palestra pública aspirando a un
cargo público. Y todos, incluido el suscrito, hemos actuado como jueces de la
ética y la moral, del comportamiento, del pasado, del presente y del futuro de
los candidatos y futuros gobernantes de esta hermosa patria mediterránea.
Y disertando sobre esa realidad y
sobre muchos consejos y recomendaciones que circulan en la redes, llegue a una
conclusión. La cual, siendo muy “honestos”, no es exclusivamente mía pero
que falta que la interioricemos. La realidad, así lo queramos o no aceptar, es
que las cosas en nuestro país van a seguir igual, sin importar quien llegue a
la silla presidencial, es más, lo más seguro es que se pongan mucho peor. No
importa si gana la izquierda, la derecha o el centro.
Y ¿por qué auguro tan mal futuro sin
importar que lado llegue? Porque el verdadero problema de nuestra nación, como
de muchas, es nuestra cultura de la honestidad
a medias; esa que nos permite andar con la cara en alto todos los días, pero
que cuando podemos sacarle ventaja personal a una norma lo hacemos. Esa que
cuando en la panadería nos devuelven de más, nos quedamos con el cambio.
Esa misma que cuando una norma no
nos gusta, la infringimos o pasamos por alto “porque es verdaderamente injusta”, esa mediocre honestidad con la cual falseamos el pago
de impuestos, nos pasamos el semáforo en rojo, no traemos los documentos en
regla o simplemente nos tomamos una cerveza comprada en un negocio de barrio cuando se ha declarado “ley seca”.
Esa honestidad medida por lo “biblia”
o “vivo” que podamos ser frente al
sistema, la cual no solo vivimos como un credo, sino que pregonamos y
enseñamos. Mientras que nosotros, que somos los que elegimos gobernantes y
legisladores solo seamos un grupo de honestos
de oportunidad, seguiremos recibiendo una
poca de nuestra propia medicina por parte de nuestros gobernantes.
¿Deseamos realmente que las cosas
cambien? Empecemos a cambiar nosotros y promover los valores, la honestidad. A
enseñarle a nuestros hijos que el camino “rápido
y fácil” no es el mejor, el regalito
al funcionario público para que me ayude, no es el camino. ¿Queremos vivir en
una sociedad honesta, con políticos correctos y funcionarios públicos que
trabajen? Empecemos a exigir con la mejor arma que lo podemos hacer, EL EJEMPLO.
Los países que han logrado tener una
sociedad trabajadora, honesta, desarrollada y prospera lo han hecho a partir de
la construcción constante de una cultura basada el respeto, la legalidad y la
inclusión, pero no desde los líderes, sino desde las bases. Sin embargo,
mientras nosotros justifiquemos los
más mínimos errores o deshonestidades nuestras con el dicho “ladrón que roba a ladrón…” y sigamos
siendo una parte más del problema y no de la solución, las cosas no solo seguirán
igual, sino que cada vez serán peor.
Estoy completamente seguro que
cuando nosotros, que somos más, seamos honestos, pero integralmente, a nuestros
dirigentes no les quedará otro camino que seguir nuestra línea, sin importar su
espectro político. Porque ahí sí, como dice el meme, la corrupción es ambidiestra, pero también lo es el camino honesto
y correcto. De lo contrario vamos a seguir recibiendo lo que todos los días
sembramos en todos nuestros entornos.
Así que como diría aquel líder político
norteamericano “antes de preguntarte que
ha hecho tu país por ti, preguntante que has hecho tu por tu país” JFK. Parafraseando
un poco “No esperes que tu país sea honesto contigo, se honesto con tu país”.
Fuente imagen: http://www.emprendedores.es/var/em/storage/images/emprendedores/gestion/noticias/actuar-con-integridad/286342-6-esl-ES/actuar-con-integridad_ampliacion.jpg